Detrás del estandarte

[Lienzo: Juan Lepiani]

A 145 años de la Batalla de Arica, el país tiene al frente una fecha cargada por su significado altamente patriótico, pero también por su llamado de atención hacia lo que falta por hacer.

Por Rafael Ortega y Carlos Alcalá

Pensar en la bandera peruana nos hace recordar una escena muy fuerte de nuestro cine nacional. Se trata de aquella secuencia de La Boca del Lobo, de Francisco Lombardi, en la que los militares llegados a ese pequeño pueblo de la sierra izan nuestro pabellón rojiblanco mientras cantan el himno con un orgullo que, para su sorpresa, no es compartido por los pobladores. Al darse cuenta, los vestidos de verde comienzan a empujar y dar órdenes a los campesinos para que muestren respeto hacia un símbolo patrio que para ellos es lejano.

En la película, esto es muestra de la profunda brecha que existe entre los peruanos. Una separación a causa de la desigualdad y el desentendimiento de quienes no son capaces aún de aceptar la multiculturalidad de nuestra patria. Pero, ¿es la bandera un verdadero símbolo de unión entre peruanos?

Un pie de página

El avance de las fuerzas chilenas era inminente. Llegando a Arica, el Perú esperaba valiente la llegada de un ejército que era mayor tanto en hombres como en armamento. La Guerra del Pacífico sería marcada por esta batalla y, en su nombre, Francisco Bolognesi escribiría en tinta indeleble la historia de un héroe que dejó su vida en nombre de su patria. Era imposible encontrar una salida en aquella lucha, pero la derrota marcaría una serie de enseñanzas que a día de hoy todavía quedan pendientes. 

“El promedio de los peruanos no recuerda las fechas, no sabe por qué es feriado (…) Si le preguntas incluso a un universitario, es probable que te conteste cualquier cosa”, mencionó Juan Luis Orrego, doctor en Historia y profesor de la Universidad de Lima. Para el docente, si bien el 7 de junio es el recuerdo de una fecha desastrosa, también es la representación de un espacio de lucha y resistencia. Sin embargo, añadió que estas lecciones ahora poco o nada se reconocen, y la educación se ha separado del conocimiento de la historia. “Todo se ha vuelto más práctico, y los temas, como este, son una cuestión extremadamente básica y general”, agregó.

El olvido ha dejado atrás a Alfonso Ugarte, quien con la audacia que lo caracterizaba, tomó la heroica decisión de proteger la bandera del Perú a toda costa. Las tropas chilenas ya sabían que el destino estaba a su favor, y al ejército peruano no le quedaba de otra que batallar en son de la resistencia. Antes de caer en manos enemigas, el joven alférez decidió lanzarse desde el Morro de Arica con el símbolo patrio en las manos. No obstante, si bien su final debería haber quedado en la historia, hoy su imagen de sacrificio parece solamente pertenecer a un libro empolvado. 

“De todas formas, lo que pasa en el Perú no es un hecho aislado. Definitivamente, desde hace unas décadas, ha habido un retroceso en las humanidades”, mencionó Orrego. Asimismo, explicó que la pérdida del conocimiento sobre temas como la Batalla de Arica no es sino un ejemplo más de cómo lentamente se está perdiendo la ciudadanía. Para el docente, la gente disfruta de sus feriados, pero ya no están mínimamente interesados qué hay detrás de cada uno de estos.

Sobre el sueño del libertador

En el colegio nos enseñan que la bandera peruana tiene un origen onírico, casi como una leyenda en la que, gracias a un sueño del General Don José de San Martín, se decidió que el estandarte nacional sea rojo y blanco, pero nada más alejado de la realidad y tan cercano a una mente iluminada como la de Abraham Valdelomar.

En el colegio nos enseñan muchas cosas sobre el Perú, pero es curioso que se nos enseñe a amarlo a la fuerza. Para el antropólogo Alex Huerta – Mercado, ha habido cierta grave imposición. “Te obligaban a marchar en el colegio, ponen multa en el caso de que no pongas la bandera, si no llevamos escarapela nos podían castigar. Hay una relación muy militar en la educación con los símbolos patrios”, señaló.

Esta obligatoriedad al amor no genera más que rechazo. Volviendo al primer párrafo sobre La Boca del Lobo, que te empujen para que cantes el himno no genera un repentino cariño a tu país, sino un miedo y alejamiento. Sin embargo, la bandera nacional, de alguna manera milagrosa, ha logrado unificar bajo su manto lo que es el Perú.

“La bandera condensa, es decir, acumula un montón de significados al mismo tiempo. Entonces, representa básicamente a la patria, la tierra de los padres. Y representa también el único vínculo común que tenemos todos los peruanos, y es que formamos parte de una nación, que es la nación peruana”, recalcó Huerta – Mercado.

La ausencia que duele

“Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”, son las palabras de Bolognesi que se repiten casi de manera ceremoniosa cada 7 de junio. La memoria sobre los hechos suscitados durante la Guerra del Pacífico siguen mencionando nombres de aquellos héroes que dieron su vida por el Perú. Pero detrás de cada homenaje, existe una duda que se siente más bien como una herida abierta: ¿miramos tanto el pasado porque no hay algo de lo que nos podamos enorgullecer en el presente? 

“No somos un país organizado y mucho menos estructurado. Lo único que nos queda es producir héroes”, mencionó Orrego. Según el docente, los nombres de Alfonso Ugarte, Francisco Bolognesi, Miguel Grau o Andrés Avelino Cáceres pertenecen a figuras que aparecieron en momentos de crisis y, por lo tanto, se necesitaba un ideal. Pero, en la actualidad, recordarlos, más que una forma de respeto y admiración a sus acciones, es un reflejo de que al Perú todavía le falta mucho por mejorar. “Tal vez hubiese sido mejor si ganábamos la guerra a pesar de no tener héroes. La Batalla de Arica recuerda lo dividido que estaba el país”, explicó Orrego. 

La bandera peruana, como destacó Huerta, es un símbolo patriótico que trae consigo una serie de taras que se mantienen en la nación. Orrego, por su parte, recalcó que el Perú sigue manteniendo el eje que recuerda a las épocas de la Guerra con Chile: una clase política débil, un gobierno que no es lo suficientemente fuerte y, sobre todo, una población que parece estar siempre enfrentada. Entre las líneas de las palabras de ambos especialistas, se esconde la incógnita de si realmente la bandera podría reunir a un país que todavía no mira al otro. 

Nos quedan el mármol, el bronce, los cartuchos quemados y las frases inmortales, pero no la convicción de que alguien estaría dispuesto a hacer lo mismo hoy. La memoria se convierte así en refugio y consuelo, pero también en síntoma. Recordamos tanto a Bolognesi o a Ugarte no solo por lo que hicieron, sino porque desde entonces —y tal vez más ahora que nunca— nadie ha sabido ocupar esos lugares. Cada 7 de junio, una bandera flamea recordando que hace más de cien años se luchó por un intento de país que, hasta hoy, sigue buscando su forma.

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