Las tierras de los aztecas y los incas, las mejores gastronomías de Latinoamérica, las que albergan las maravillas de Machu Picchu y el Chichén Itzá se encuentran ahora bajo el desentendimiento diplomático. ¿Cómo volver a encontrarnos?
Por Carlos Alcalá (Universidad de Lima – Perú) y César Barrera (Universidad de Colima – México)
Las relaciones diplomáticas entre Perú y México, dos países unidos por la historia, la cultura y la cooperación económica, atraviesan un periodo de tensión y distanciamiento político que, sin llegar a una ruptura formal, ha mermado significativamente el nivel de interacción bilateral. Esta “pausa” en las relaciones oficiales ha suscitado preocupaciones en distintos sectores, en especial el turismo y el comercio, y plantea nuevos desafíos para el fortalecimiento del vínculo entre ambas naciones.
Sin llegar a bajo cero
El enfriamiento de las relaciones diplomáticas entre Perú y México se consolidó tras la destitución del expresidente peruano Pedro Castillo en diciembre de 2022. Las críticas del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y su negativa a reconocer al gobierno de Dina Boluarte tensaron el vínculo entre ambos países.
Francisco Belaúnde Matossian, analista y experto en relaciones internacionales, resume la situación de la siguiente forma: “No se han roto las relaciones, pero están en un nivel disminuido, totalmente estancadas, y eso realmente no va a cambiar hasta que haya un nuevo gobierno en el Perú”. Esta perspectiva refleja una espera prolongada hasta las elecciones de 2026 en Perú, que podrían abrir la puerta a una renovación del vínculo bilateral, sobre todo porque este nuevo gobierno no tendría “la mancha que tiene este”, agrega.
Desde el lado mexicano, la reciente elección de Claudia Sheinbaum como presidenta deja pocas posibilidades de un cambio drástico en la posición diplomática hacia Perú, al menos en el corto plazo. Belaúnde añade que, aunque otros países de la región, como Chile, han intentado mediar, el margen de acción es limitado. La situación diplomática actual se traduce en una parálisis de nuevas iniciativas y una frialdad notoria en los encuentros multilaterales, como la Alianza del Pacífico.
No obstante, como apunta Ángel Licona, director del Centro Universitario de Estudios e Investigaciones sobre la Cuenca del Pacífico y del Centro de Estudios APEC de la Universidad de Colima, es importante destacar que no estamos ante una ruptura formal, sino ante una pausa en la relación política. “Como ha pasado con España, se generan tensiones, pero el comercio sigue”, detalla. Aunque la relación esté congelada en el ámbito diplomático, subsisten los lazos comerciales, culturales y sociales, aunque de manera contenida.
Impacto en el turismo y el comercio bilateral
Uno de los sectores más visiblemente afectados por este distanciamiento diplomático ha sido el turismo. Belaúnde señala que “se han restablecido las visas que se habían eliminado en su momento. México las impuso para el Perú, dando como argumento que muchos peruanos utilizaban a su país como trampolín para ir a Estados Unidos”. Esta medida, si bien justificada por razones migratorias, complica la movilidad de turistas y afecta negativamente el flujo de visitantes entre ambos países.
Aunque no existen datos oficiales concluyentes sobre una caída significativa en los flujos turísticos, la percepción general es que el sector ha experimentado un retroceso. Los viajes de peruanos a México y viceversa requieren ahora más trámites, lo que desalienta el turismo espontáneo y afecta a operadores turísticos, aerolíneas y pequeñas empresas del sector.
En cuanto al comercio, la situación es más estable. El Tratado de Libre Comercio vigente desde 2011 entre ambos países, así como su participación en APEC y la Alianza del Pacífico, continúa funcionando. Licona aclara que “no hay evidencia empírica contundente que demuestre una caída en los flujos comerciales derivada del distanciamiento diplomático”. A pesar de ello, alerta sobre la posibilidad de que, si el conflicto se prolonga, pueda escalar y generar incertidumbre en los mercados.
Empresas mexicanas como Grupo México, América Móvil, Grupo Bimbo y Cinépolis siguen operando con normalidad en Perú. Sin embargo, las inversiones son sensibles al clima político, y prolongar la tensión podría postergar decisiones importantes o incluso provocar desinversiones. Las entidades mexicanas más expuestas a este intercambio son Estado de México, Ciudad de México, Puebla, Jalisco y Nuevo León, regiones con una fuerte actividad manufacturera y comercial.
En el contexto internacional, también surgen oportunidades para relanzar la relación bilateral. La reunión de APEC en Corea podría ser un espacio propicio para acercamientos informales entre los gobiernos. En palabras de Licona: “Si la presidenta de México asiste, podría ser un espacio para acercamientos informales que permitan relanzar el diálogo”.
El papel universitario
Ante el congelamiento de los canales diplomáticos, las universidades se posicionan como actores fundamentales para tender puentes y mantener viva la relación entre ambos países. El investigador Licona Michel destaca que “las universidades generan conocimiento, promueven el diálogo y no tienen los filtros ideológicos de los gobiernos. Siempre están en actitud de sumar”.
Las colaboraciones académicas entre universidades peruanas y mexicanas no se han detenido. Intercambios estudiantiles, becas y proyectos conjuntos siguen activos, demostrando que el vínculo educativo es resistente a las tensiones políticas. Estas actividades no solo fortalecen los lazos culturales, sino que también promueven una visión compartida de desarrollo.
En esa línea, Belaúnde Matossian señala que, al no haberse roto formalmente las relaciones, aún es posible que existan programas de cooperación entre universidades y otras instituciones civiles. Aunque reconoce no estar al tanto de los detalles específicos, subraya la importancia de mantener estos espacios como puntos de encuentro entre las sociedades.
El papel de las universidades también es clave en el proceso de reindustrialización y diversificación económica que ambos países necesitan emprender. Licona sostiene que “la industrialización no sólo incrementa el PIB, sino que también genera empleos de mayor calidad, impulsa la investigación aplicada y dinamiza otras actividades económicas”. En este sentido, la cooperación académica binacional puede ser una herramienta estratégica para el desarrollo.
El fortalecimiento de capacidades productivas y tecnológicas, en particular, requiere de una participación activa del sector educativo. La promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación conjunta puede permitir que ambas naciones sean menos vulnerables a los choques externos y más competitivas a nivel global.
Las relaciones diplomáticas entre Perú y México atraviesan un periodo de tensión y congelamiento que ha ralentizado proyectos conjuntos y afectado especialmente al turismo. A pesar de ello, el comercio se mantiene relativamente estable y las colaboraciones académicas siguen activas, lo que evidencia que la relación bilateral tiene bases sólidas que pueden resistir los vaivenes políticos.
La restauración plena del diálogo entre ambos gobiernos probablemente no ocurra hasta que se renueve el liderazgo político en Perú. No obstante, existen vías paralelas —como las universidades y los foros multilaterales— que pueden mantener viva la cooperación y preparar el terreno para una futura reconciliación.
Como afirma Licona, “se pueden tener diferencias, pero hay que tener claro que la cooperación nos beneficia a todos”. La historia compartida, los intereses económicos comunes y los lazos culturales entre Perú y México son demasiado valiosos como para dejarlos congelados indefinidamente. Es momento de apostar por el diálogo, la educación y la integración como caminos hacia una relación más próspera y duradera.
