La inteligencia artificial hoy se sienta en las redacciones, edita imágenes, desgraba entrevistas y detecta tendencias. ¿Aliada o amenaza? Los medios periodísticos abren el debate con pasos concretos, mientras el periodismo enfrenta su mayor reto: no perder el toque humano en la era de las máquinas pensantes.
Por Daniela Ramos
La IA ha forjado su camino en casi todos los ámbitos, y el periodismo no es la excepción. Desde las redacciones más influyentes del mundo hasta los medios peruanos, la IA ha pasado de ser una herramienta experimental a convertirse en parte del engranaje diario de la información.
Si no puedes contra ellos, únetelos. Así lo entendió El Comercio, que se convirtió en el primer medio de la región en firmar una alianza con Perplexity, IA especializada en búsqueda e investigación, para asegurar que sus contenidos lleguen a nuevas audiencias de forma clara, verificada y contextualizada.
Hoy la pregunta ya no es si el periodismo debe usar inteligencia artificial, sino cómo y para qué. Mientras crecen las expectativas sobre su eficiencia, surgen otras interrogantes claves: ¿hasta qué punto la IA puede asumir funciones periodísticas sin poner en riesgo los principios éticos, el rigor profesional y la formación de quienes ejercen el oficio?
Aliados inteligentemente artificiales
La inteligencia artificial no solo ha tocado la puerta del periodismo, sino que la ha abierto de par en par. En las redacciones, los periodistas se ven en la necesidad de convivir con algoritmos que asumen las tareas más rutinarias, dejando a estos profesionales más tiempo para hacer lo que mejor saben hacer: investigar, contar historias y hacer preguntas incómodas. Al mismo tiempo, esta nueva era ha dado paso a alianzas inesperadas entre medios y gigantes tecnológicos, marcando un punto de quiebre en cómo se produce y distribuye la información.
Un ejemplo reciente es el acuerdo entre The New York Times, uno de los medios informativos más influyentes del mundo, y la multinacional Amazon. A través de este convenio, el gigante tecnológico podrá utilizar contenido editorial del diario para entrenar sus modelos de inteligencia artificial. Más allá de los aspectos técnicos, el acuerdo pone en evidencia dos cosas: el enorme valor que tienen hoy los datos periodísticos y la urgencia de que este tipo de licencias se realicen con transparencia y compensación justa para los creadores de la información.
En nuestra región, medios como El Comercio han dejado atrás la etapa de las alianzas estratégicas y ya están apostando por iniciativas más ambiciosas. A través de su laboratorio de innovación, el MediaLab, el diario impulsa proyectos centrados en el uso de inteligencia artificial para fortalecer el ejercicio periodístico. Para Ángel Pilares, jefe de Gestión Digital y director del laboratorio, empoderar la redacción es clave en esta transición. “Nuestros redactores están pasando por capacitaciones donde les facilitamos una suerte de caja de herramientas para que puedan hacer cosas: desde editar imágenes, crear ilustraciones y desgrabar entrevistas, hasta trabajar contenidos en nuevos formatos como audio”, señala.
Desde el frente televisivo, Herbert Holguín, subgerente de contenidos digitales en Latina Televisión, señala que el canal también está explorando el uso de inteligencia artificial para optimizar su trabajo diario. “Latina está en un proceso de prueba de herramientas de IA como ChatGPT, Gemini y NotebookLM, para el manejo de análisis de contenidos y de data; por otro lado, también están en prueba otras herramientas que nos ayudan a identificar tendencias y conocer mejor a la audiencia”, comenta.
La tecnología, poco a poco, se convierte en una aliada también en los procesos de producción periodística y en la lectura de intereses del público. Pero, mientras más avanza, más urgente se vuelve el hecho de detenerse a pensar: ¿qué límites deberían tener estas herramientas? ¿Quién los pone?
Cuando la ética no se puede automatizar
Una de las principales preocupaciones que surgen cuando hablamos del uso de IA en el ámbito periodístico es que una excesiva dependencia podría apagar justo aquello que hace único al oficio: la creatividad, la veracidad y el juicio crítico. No se trata solo de perder el estilo humano, sino de correr el riesgo de sustituir el criterio periodístico por respuestas automáticas, sin profundidad ni contexto.
Los bots de inteligencia artificial funcionan a partir del procesamiento y análisis de grandes volúmenes de datos; sin embargo, no tienen la capacidad de distinguir entre información verdadera o falsa y, en ocasiones, generan respuestas incorrectas, un fenómeno conocido como “alucinaciones”. En una evaluación reciente del New York Times, estas alcanzaron hasta el 79 % en algunos sistemas. Las inquietudes generadas por estos resultados apuntan a que, sin un control adecuado, se perdería el valor práctico de automatizar tareas de manera eficiente de la IA.
Pero los riesgos no se detienen ahí. En una investigación titulada Unlocking Europe’s Welfare Fraud Algorithms, periodistas de cinco países europeos revelaron cómo ciertos algoritmos utilizados para distribuir beneficios sociales discriminaban por razones étnicas y de género. Este caso evidencia no solo la existencia de sesgos en los datos con los que se entrenan estas inteligencias, sino también cómo estos pueden amplificarse en sus resultados.
Es evidente que estas herramientas, al menos por ahora —y esperemos que tampoco en un futuro cercano—, no pueden operar de forma totalmente autónoma. Ahí es donde el criterio humano sigue siendo indispensable, especialmente en una profesión como el periodismo. “Lo que define que una herramienta sea buena o mala no es la misma en sí, sino el uso que la persona le da. La IA puede servir tanto para desinformar como para hacer buen periodismo. En manos de los periodistas está eso”, explica Holguín.
En ese sentido, medios de comunicación de todo el mundo están elaborando lineamientos éticos para guiar el uso responsable de estas tecnologías. Desde el respeto por los derechos de autor hasta la transparencia del uso de IA en la producción informativa, la regulación interna se vuelve una pieza clave.
En El Comercio, Pilares destaca que uno de los principales postulados que manejan los periodistas de este diario es que nada se publica si no ha pasado primero por un filtro humano. “Imaginemos que llega un video de las calles de París destruidas tras el festejo de la victoria de algún equipo deportivo. Hay que verificar que esa foto sea real, que el hecho haya sucedido y que no haya sido creada por inteligencia artificial”, recalca. Los riesgos son reales: desde las alucinaciones, los sesgos invisibles, hasta la generación de contenido falso. La IA puede ser una gran aliada, pero solo si opera bajo filtros humanos sólidos y responsables.
La versión 20.2.5 del periodista
Frente a este nuevo escenario, el periodista necesita actualizar y ampliar sus competencias. Ya no basta con escribir bien y verificar datos: hoy también debe entender cómo funcionan los sistemas de inteligencia artificial, formular prompts efectivos, identificar cursos algorítmicos y comprender de qué manera estas herramientas están transformando las formas en que consumimos información.
Pilares sostiene que habilidades como el criterio noticioso, la metodología de investigación y el manejo de fuentes siguen siendo irremplazables; no obstante, ahora se suman competencias como la alfabetización digital, la comprensión crítica de los modelos tecnológicos y la adaptabilidad ante una profesión en constante reconversión. Holguín, por su parte, agrega que muchos profesionales hoy se forman por su cuenta en estos temas, porque “la academia a veces va más lento que el mundo tecnológico”. Por eso, el aprendizaje continuo y la actualización se vuelven indispensables.
Lejos de reemplazar al periodista, la IA está redefiniendo su rol. Como se muestra en los casos discutidos, estas herramientas pueden potenciar el trabajo periodístico, siempre que se usen con responsabilidad, criterio y supervisión. En tiempos de sobreinformación, lo que más se necesita no es más contenido, sino más verdad. Y es ahí donde los humanos seguimos siendo insustituibles.