A 55 años del terremoto que sepultó Yungay, y en un contexto en el que país muestra avances en su preparación ante desastres naturales, el ingeniero y director del CISMID, Fernando Lázares, explica cómo esta tragedia marcó un antes y un después en la gestión del riesgo sísmico en el Perú.
Por Igor García
En 1970, el Perú fue escenario de una de las tragedias más devastadoras de su historia a causa de un desastre natural. El terremoto de Yungay no fue el de mayor magnitud registrado en el país, pero, sin dudas, se convirtió en uno de los más devastadores al destruir por completo la ciudad y dejando a miles de víctimas. En aquella época, el país no contaba con las herramientas ni la institucionalidad con la que hoy se enfrenta a situaciones de esta índole.
Actualmente, entidades como el Instituto Geofísico del Perú (IGP), el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) y el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGERD) trabajan para fortalecer la preparación y capacidad de respuesta ante emergencias de este tipo. Una muestra reciente de estos esfuerzos fue el Simulacro Nacional Multipeligro 2025, realizado el viernes 30 de mayo bajo el lema “Por un país preparado”, y organizado por el INDECI.
En Nexos, conversamos con Fernando Lázares, ingeniero y director del Centro Peruano Japonés de Investigaciones Sísmicas y Mitigación de Desastres (CISMID), para profundizar en el impacto que tuvo el terremoto de Áncash en la historia sísmica del país, conocer el rol que cumple el CISMID en la actualidad y reflexionar sobre los retos futuros en la gestión del riesgo sísmico.
Se cumplen 55 años de la tragedia de Yungay, ¿qué tan significativo fue este acontecimiento en la historia sísmica del Perú?
Muchísimo. Antes de que ocurriera ese terremoto, no existía el Sistema Nacional de Defensa Civil, que ese es el nombre con el que empezó INDECI. Luego de la tragedia, la respuesta que tuvo que dar el gobierno de aquel entonces fue ayudar a toda la zona afectada como puedan. Tras el terremoto de Yungay, el gobierno decidió crear de manera permanente una entidad responsable de atender este tipo de emergencias. Eso es algo que el país necesitaba hace mucho tiempo, pero tuvo que pasar lo de Áncash para que el gobierno tome la decisión de crearlo.
Entonces se podría decir que este acontecimiento, como punto de inflexión en el rubro sísmico, trajo consigo aspectos positivos…
Eso fue algo beneficioso para el país, a pesar de la desgracia que ocurrió. Desde el punto de vista técnico, también fue importante porque motivó la visita de una misión japonesa, encabezada por el doctor Morimoto. Ellos evaluaron los daños en las zonas afectadas y luego realizaron un estudio de microzonificación sísmica que consiste en la caracterización de los suelos en un área urbana.
El lugar escogido fue la ciudad de Chimbote que forma parte del departamento de Áncash, como lugar de estudio. Identificaron los tipos de suelo y, con base en ello, dieron recomendaciones para la reconstrucción. Eso hay que tener mucho en cuenta. Después de un desastre, no se trata de reconstruir igual que antes, sino de hacerlo con criterio, aprendiendo de los errores que causaron tantos daños y dejar a la ciudad preparada para un futuro terremoto. La historia sísmica nos dice que estos casos siempre se repiten, no con la misma magnitud, pero se repiten.
¿Los estudios que realizan los investigadores realmente son tomados en cuenta?
Las ciudades de Huaraz, Yungay o Chimbote en su momento fueron reconstruidas. En teoría, dichas reconstrucciones fueron en función de los informes técnicos que hubo como el de esta misión japonesa que hizo el primer estudio de microzonificación sísmica en nuestro país. Sin embargo, cuando uno visita esas ciudades, te das cuenta de que no hubo, lamentablemente, el uso adecuado de esos informes técnicos. De aquí se puede concluir que aún existe un divorcio entre lo que la comunidad científica pueda aportar en base a sus conocimientos y lo que terminan aplicando las autoridades. Las instituciones científicas pueden elaborar excelentes reportes técnicos, pero queda la duda de cuánto de eso finalmente se ejecuta.
Usted es director del CISMID, ¿cuál es el rol que cumple dicho centro de investigación en el rubro de gestión de desastres?
El Centro Peruano Japonés de Investigaciones Sísmicas e Investigación de Desastres pertenece a la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad Nacional de Ingeniería. Es un instituto de investigación que nació hace 39 años con el objetivo de realizar exploraciones para la prevención y mitigación de desastres, específicamente desastres originados por terremotos y tsunamis.
Hemos venido desarrollando estudios de riesgo sísmico en diversas ciudades a nivel nacional. En el caso de Lima, el estudio ya ha sido concluido en su totalidad. Y esos documentos son entregados a los gobiernos locales para que los alcaldes, con el estudio final de su localidad, puedan entonces conocer el escenario sísmico al cual van a estar afectados o si es un distrito costero también el efecto del tsunami. Eso les permite entonces hacer sus planes de respuesta después de ocurrir este evento.
¿Cuál fue el origen?
El nombre de Centro Peruano Japonés se debió a un acuerdo del gobierno peruano y el japonés con el objetivo de que el país asiático, a través de investigadores expertos en prevención y mitigación de desastres ante terremotos y tsunamis, puedan realizar trabajos en conjunto haciendo una transferencia de conocimientos, metodologías y tecnologías a docentes de la Facultad de Ingeniería Civil. De esta manera, el fruto de esa transferencia de tecnología, conocimientos y metodologías en el Perú comienza a desarrollar estudios, investigaciones para la prevención y mitigación de daños por estos eventos naturales, sea tsunamis o terremotos.
Al ser Centro Peruano Japonés, debe tener una colaboración activa con diferentes instituciones de Japón…
Tenemos mucha comunicación con Japón, con investigadores de diversas universidades del país nipón como la Universidad de Chiba, la Universidad de Tokio, la Universidad de Tohoku, etcétera. También estamos en contacto con la agencia de cooperación internacional del Japón JICA, la cual se encarga siempre de buscar que haya trabajos y proyectos en conjuntos entre ambos especialistas, tanto los de Japón como los de Perú. Entonces estamos trabajando en varios proyectos de manera conjunta.
¿El CISMID se ha enfrentado a obstáculos para poder progresar y seguir realizando sus investigaciones en el Perú?
Claro, porque como toda entidad pública, lamentablemente el presupuesto ha sido siempre muy limitado en todos los años. Sin embargo, también hay que reconocer que, después del terremoto de Pisco, el gobierno de aquel entonces y los que siguieron crearon un presupuesto que se llama el Programa Presupuestal 0068 que está dirigido a atender estudios de vulnerabilidad y atención de emergencias ante desastres. Por lo tanto, ese fondo que ha creado el Ministerio de Economía se distribuye a través de las diferentes instituciones académicas y científicas que desarrollan conocimiento para la gestión del riesgo de desastres, entre ellos el CISMID.
Entonces, nosotros hemos estado recibiendo en los últimos años un presupuesto limitado. No obstante, por lo menos ha ayudado a avanzar en nuestros estudios de riesgo sísmico para la ciudad de Lima y otros distritos también fuera de la capital que estamos haciendo. Si ese presupuesto se incrementara, por supuesto ayudaría muchísimo a seguir haciendo más estudios, a cerrar la brecha entre las localidades de los estudios.
El progreso de las instituciones debería ir de la mano con la educación del pueblo.
Las instituciones pueden avanzar, pueden hacer excelentes informes y estudios. Todo eso lo reciben las autoridades. Luego, la autoridad lo disemina, lo difunde, prepara su población de la cual es responsable para que se puedan ejecutar los planes de respuesta debido a los resultados que presentan las instituciones científicas. Ahí tenemos también una brecha grande por cubrir. Se ha avanzado, no digo que no se haga nada, pero también hay que ser realistas, no tenemos el alcance que se necesita.
La población que vive en hogares totalmente informales no han sido construidas de acuerdo a nuestras normas técnicas de ingeniería o de arquitectura, y presentan viviendas muy frágiles de alto riesgo ante los terremotos. Entonces, falta todavía que esa población, que puede llegar a ser, lamentablemente, víctima de este escenario, sean preparadas y cree estrategias para disminuir el riesgo, porque se puede disminuir. La ingeniería aporta para eso, pero si no parte pues de las autoridades y sí de los responsables que gobiernan este país, todas las intenciones positivas que podemos tener los científicos y los ingenieros, se queda en el aire y no llega al poblado.
Ahora que llegan las elecciones presidenciales, ¿usted considera que dentro de la política, a lo largo de los años, se le ha dado la relevancia que se merece a lo sísmico?
Es necesario y urgente en las próximas elecciones que vamos a tener -presidenciales, congresistas, alcaldes, gobierno regional- que el tema del debate de los candidatos tenga que incluir la gestión de riesgos de desastres. No se toca. Se hablan muchos aspectos que no digo que no sean importantes. Lo son, pero tiene que incluir la gestión de riesgos de desastres. No es concebible que una autoridad, sea un presidente, congresista o alcalde, no conozca de lo que es la gestión de riesgos de desastres, no sepa qué estudios hay que realizar para identificar el riesgo en su localidad.
Entonces, si no tenemos autoridades con esa capacidad, entonces ya sabemos los resultados que se han reflejado en los últimos años, improvisación al momento de enfrentar el desastre. Nosotros como ciudadanos generamos obligatoriamente que en estas próximas elecciones también se introduzca ese tema obligatoriamente. Así buscaríamos que los candidatos se instruyan y aprendan qué cosas son conceptos de gestión de riesgo y sepan lo que tienen que hacer si es que al final asumen la responsabilidad de ser autoridad.