En medio de una guerra entre Rusia y Ucrania que no muestra señales de terminar, el internacionalista Fabián Vallas reflexiona sobre los recientes movimientos de algunas potencias y las posibles intenciones del gobierno estadounidense detrás de ellos.
Por Rafael Ortega Alva
En los últimos meses, la guerra en Ucrania ha vuelto a intensificarse. Pese a algunos intentos por abrir espacios de diálogo hacia un posible acuerdo de paz, tanto Kiev como el Kremlin mantienen posturas completamente opuestas. Sin embargo, con el regreso de Donald Trump al poder, Estados Unidos ha iniciado negociaciones con ambas partes, aunque las verdaderas intenciones de la Casa Blanca aún no están del todo claras.
Por ello, en Nexos conversamos con Fabián Vallas, internacionalista y docente de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, para que profundice acerca de este nuevo escenario, así como los posibles futuros que puedan encontrarse.
Después de la llamada entre ambas potencias, Trump hablaba de “grandes avances” y ahora llama a Putin “un completo loco”, ¿qué hay detrás de este cambio de tono?
Habría que preguntarse primero quién es el loco. Trump tiene una manera de negociar como lo hacen los empresarios, sin considerar lo que son las instituciones, el respeto a los tratados, la consideración de aliados o del amigo-enemigo en general. No tiene los parámetros que sí hay en la política exterior marcada dentro de su mecanismo de toma de decisiones. Estados Unidos actualmente tiene una política totalmente errante que llena de dudas al mundo. No me extraña que de acá a unas semanas llame genio a Putin y luego demente. Pensar que hay una lógica permanente en Trump es pedirle mucho.
¿La llegada del líder norteamericano significó un cambio importante en la guerra?
Con su llegada se mostraron dos salidas. La primera, que es la opción que él cree más viable para acabar con la guerra, es con Estados Unidos negociando con el Kremlin para lograr una virtual rendición de Ucrania, cediendo los cuatro estados invadidos y humillando a Zelenski y a su pueblo.
La segunda alternativa está con la Unión Europea, que es la de resistir y continuar dando armamento hasta encontrar un fin. Con estas dos vertientes se ha manejado el conflicto desde la llegada de Trump a inicios del año, y ninguna parece funcionar. Lo que tenemos es una guerra crónica donde continúan muriendo soldados, tanto ucranianos como rusos, sin ningún resultado a la vista.
Este conflicto se ha alargado demasiado…
Es que no estamos hablando simplemente de una posible derrota del país ruso, sino de Putin, que es algo más difícil de poder plantear. Cuando los gobiernos tienen líderes autoritarios, ellos están dispuestos a sacrificar todo para no pasar a la historia como aquellos que perdieron una guerra. El factor personal de la imagen política pasa a un primer plano y es casi imposible que se acepte alguna salida diferente más allá de la rendición de Ucrania.
¿Y la reunión “exitosa” de Trump con Zelenski en el Vaticano, después del bochornoso encuentro en la Casa Blanca, qué significado tiene?
Probablemente se refiere al momento en que logró retomar el contacto con el líder ucraniano, pero no creo que en ningún caso se haya aceptado alguna declaración de Trump. Decir, por ejemplo, que a partir de este momento ya Ucrania va a ceder sus territorios y además no va a ingresar a la OTAN.
La segunda condición puede ser negociable, pero la primera yo creo que es imposible para Kiev, no va a ser tan fácil. Cuando hay un proceso de paz tan complejo, siempre se buscan medidas que están orientadas a crear confianza, llámese el intercambio de prisioneros, la ayuda humanitaria para los sectores más afectados o el no ataque a centrales eléctricas o nucleares. Eso debe ser a lo que apuntaban los acuerdos de Trump.
¿Y después?
Se podrían abordar temas mucho más profundos sobre la situación en territorio ucraniano. En mi opinión, ambos países tienen derecho a contar con zonas seguras. Si Ucrania se incorpora a la OTAN, la influencia de Occidente llegaría hasta las fronteras rusas. En ese contexto, Rusia también tiene motivos legítimos para exigir un espacio de resguardo y garantías de que no se desplegarán armas de largo alcance en suelo ucraniano, ya que eso comprometería seriamente su seguridad.
Por esa parte le doy toda la razón a Rusia que merece también un país seguro, pero no a costa de invadir o apropiarse de territorios, eso es un asunto distinto. Lo que se necesita son espacios de diálogo que hoy no existen por la profunda desconfianza entre ambas partes.
Los 355 drones lanzados este fin de semana en tierras ucranianas ponen todo nuevamente como al inicio, ¿por qué el gobierno del Kremlin ha decidido tomar estas acciones?
Lo que se está haciendo es una manifestación de fuerza porque la economía rusa ya está resintiéndose por la guerra. El ingreso de un aliado como Corea del Norte significa que los recursos de Rusia son limitados. Se está convirtiendo en un conflicto impopular dentro de la población de Putin y esa es la principal preocupación, porque las guerras no se pierden en el frente de batalla, sino en la opinión pública de cada país.
¿Entonces la amenaza de subir los aranceles a Rusia que ha dado Trump se debe tomar más en cuenta?
Primero vamos a ver si se realiza y por cuánto tiempo duraría. No creo que sea permanente. Prueba de ello es lo que ha sucedido con su máximo competidor, China, al que amenazó con aranceles del 145% para el producto chino. Los mismos estadounidenses luego estaban pidiendo bajar ese número porque ya comenzaron a afectar no solamente la industria, sino el nivel de confianza acerca de Estados Unidos. Son muy coyunturales, “hoy le aplico y mañana le quito”.
¿Qué papel tiene China dentro del escenario?
Congratularse con el Kremlin. Ellos están dispuestos a poder absorber gran parte del mercado al que no le permiten acceder los productos rusos. Por otro lado, aunque eso está en debate, China estaría apoyando militarmente a Rusia, pero no abiertamente como sí lo hace Corea del Norte.
¿Y Trump qué busca en medio de ello?
Gran parte de su política exterior justamente es romper esa relación. Queda claro que Estados Unidos tiene como enemigo a China y una de las decisiones que toma es precisamente romper una de las mejores fortalezas que tiene el gigante asiático.
¿Existen intenciones de encontrar una salida pronta a esta guerra?
Sí, pero los medios no. No han madurado. Encontramos dos posiciones que son sumamente contrarias. “Si yo gano, tú pierdes. Si tú pierdes, yo gano”. Creo que se requieren otro tipo de incentivos para poder romper esa barrera. Por ejemplo, que la comunidad internacional ofrezca una bolsa para beneficiar a ambos países de inversión en desarrollo fronterizo.
Tendría Occidente que comprometerse a no ingresar a Ucrania en la OTAN, que es una aspiración de muchas décadas. También se deberían levantar sanciones de todo tipo. Creo que eso es lo más debatible.
¿Cuál es la palabra que define esta guerra?
Incertidumbre. No se sabe lo que pueda pasar. Y esto debido a que los actores, principalmente Estados Unidos, no tienen un comportamiento permanente. Cambian de posiciones a cada rato. Por parte de Rusia hay una constante. Es mucho más predecible.
No se aceptará otra cosa más que anexar los territorios, que ya los hizo a nivel constitucional, pero de una forma ilegítima para la comunidad internacional. Ahora, el Kremlin puede decir tranquilamente por qué deberían respetar los acuerdos, si Estados Unidos no lo hace tampoco. Los tratados comerciales no los respeta. Eso alimenta justamente la posición de Rusia.
¿Qué es lo que queda?
Ucrania, como un actor mucho más débil entre las potencias, que depende del respaldo europeo para resistir. Sin embargo, sin el apoyo de Estados Unidos, su permanencia en el campo de batalla será mucho más difícil. A pesar del incremento de ayuda militar de países como Francia, Alemania, España e Italia, el ejército ucraniano sigue siendo un grupo mucho más pequeño, mientras que sus cementerios son cada vez mucho más grandes.
