Versos en tránsito: la poesía peruana entre lo digital y lo presencial

(Ilustración: Chat GPT/Marjorie Chauca)

A pesar de pernoctar aún en los formatos tradicionales, la poesía peruana enfrenta un nuevo desafío: abrirse paso entre la era digital sin dejar la relevancia e importancia de lado.

Por Marjorie Chauca y Paolo Velita

“Un poema no alimenta, pero salva. A veces ríe, arde y clama ante golpes como el odio de Dios”.

Cada 15 de abril se celebra el Día del Poeta Peruano en memoria al fallecimiento de nuestro poeta universal, César Vallejo. La fecha, instaurada hace más de cuatro décadas,  busca valorar, visibilizar y promover la obra de quienes cultivan el arte del verso, incluso en condiciones adversas.

Aunque rara vez ocupan titulares, la voz de los poetas sigue abriéndose paso en medio del ruido: en redes sociales, ferias, clubes de lectura y editoriales independientes. Frente a la falta de apoyo institucional y el limitado acceso a medios tradicionales, crean desde los márgenes. La poesía, lejos de desaparecer, muta y encuentra nuevos territorios donde germinar. ¿Cuáles son las voces que la sostienen? ¿Qué caminos recorren para seguir escribiendo en un país que no siempre escucha a sus poetas?

Entre páginas y vínculos

La poesía ya no está en un ecosistema de antaño, donde el papel y los libros eran su único hábitat donde permanecían los versos y prosas en cada página. Sin embargo, con el paso del tiempo, la tecnología abrió las puertas a la digitalización y, sobre todo, a las redes sociales. De acuerdo a la última Encuesta Nacional de Lectura emitida por el Ministerio de Cultura en 2022, el 82,7% de la población consultada consume contenidos por medios sociales, correo electrónico y/o páginas web, consolidándose en primer lugar por encima de los formatos tradicionales impresos, como los libros y diarios.

Es inevitable reflexionar sobre la influencia que, a corto y largo plazo, tendrán estas plataformas en nuestras vidas, de manera parcial o total. En épocas de conexión e inmediatez, ¿la poesía debe atemorizarse por el futuro que le espera? Para la poetisa Andrea Cabel, perteneciente a la Generación del 2000, el entorno digital está lejos de ser una amenaza para la creación literaria; por el contrario, es una plaza de oportunidades para la exposición y reconocimiento tanto para artistas experimentados como contemporáneos al nuevo milenio.

De acuerdo a las declaraciones brindadas a este medio, “el entorno digital ha permitido que los jóvenes puedan involucrarse de manera más amigable, rápida y fácil” con la poesía, obteniendo una mayor cercanía a las diferentes propuestas y temáticas que cada escritor desea plasmar y exhibir al público internauta, descubriendo las corrientes más clásicas y reconocidas, hasta las más modernas y estilizadas.

Sin embargo, Cabel sostiene una cosa clave: la inmediatez de la sociedad actual, adicta a consumir el mayor contenido posible en el lapso de tiempo más reducido, puede deteriorar la inmersión a las obras literarias. Es decir, si bien el alcance va aumentando, la profundidad de lectura en cada lector puede verse menguado, sin entrar de lleno a los detalles y la riqueza de la narrativa.

Para la poetisa, “Terminar de leer un libro implica un proceso de reconocimiento con una textualidad que es más compleja y es más extensa que la que proponen las redes sociales”. En ese sentido, considera que las redes sociales, espacios de mayor continuidad y rodaje de diversos escritos, necesitan prepararse para acoger estos textos, de modo que el lector —o espectador ocasional— trascienda el simple vistazo y acceda a los libros por genuino interés.

Métricas del presente

La vida siempre está llena de desafíos, sobre todo si eres poeta. Así como existen numerosos lugares donde nace la poesía peruana, también existen perfiles de lectores y autores que se adaptan a la naturaleza que demanda el ambiente en el que conviven. En una nación rica en cultura, no hay un solo perfil de autor, pero sí una constante común entre la población: una nueva generación de poetas que, sin renegar del pasado, busca dialogar —o romper— con las formas tradicionales de hacer y difundir poesía.

Fernando Cuya, poeta de la generación del 2000, es uno de los pocos que sigue publicando libros de manera constante y que, además, ha optado por experimentar con herramientas como la inteligencia artificial para dar nueva voz a sus poemas.

“¿Cuántas personas leen poesía en el mundo? La respuesta —y las editoriales lo saben— es que no son muchas, en comparación con quienes leen novelas o cuentos”, comenta Cuya. Pero donde la lectura no alcanza, el oído encuentra una oportunidad. “Una cosa es leer poesía, pero otra cosa es escucharla. La canción me permite llegar a un público más general de diferentes edades y distintos idiomas”, recalca.

Para él, la IA se trata de una herramienta complementaria, no un reemplazo de la creación humana. “Yo encontré un nuevo camino que es a través de la música. Un poema íntegro no lo altero; lo que hago es transformarlo en una canción con ritmos modernos, para llegar a un público más joven, a las nuevas generaciones”, explica.

Con esta apuesta, ha traducido y musicalizado poemas propios al inglés y al coreano, logrando difundirlos en plataformas como TikTok, Spotify e Instagram. Una de sus canciones, Pienso en ti, fue trasladada a dicho idioma asiático y utilizada por habitantes de ese país en redes sociales. Pero su trabajo no se detiene en sus propios textos: Cuya también ha llevado al terreno musical los poemas de otros autores peruanos como César Vallejo o Marco Martos. “El poema El Perú, de Martos, lo convertí en una canción pop coreana, en su idioma. El maestro se sorprendió y se alegró mucho”, cuenta.

Pese a su exploración con nuevas formas de contenido, Cuya reconoce que la conexión con figuras canónicas como Blanca Varela, José María Eguren o José Watanabe sigue presente en su generación. No obstante, considera que aún no se ha producido una ruptura real con la tradición literaria, como la que en su momento impulsó Vallejo. La poesía contemporánea, dice, todavía mantiene un diálogo con sus antecesores.

En este nuevo ecosistema, el poeta ya no solo escribe: gestiona su obra, establece redes, crea visibilidad y traza estrategias para llegar a los lectores. En tiempos de influencers y plataformas sociales, Cuya considera crucial que los escritores desarrollen un “marketing personal” que les permita posicionarse y sostener su propuesta. “Esto de las editoriales, la feria del libro y todo, es un negocio donde todos ganamos. Las editoriales quieren que se vendan los libros, el autor quiere ser conocido, entonces todos ganamos. Pero todos tenemos que poner también de nuestra parte”, destaca.

El bastión tangible de las letras

Los caminos están construidos con la consigna de que algún día se ramifiquen y creen nuevos senderos. Sin embargo, a pesar de la innovación y progreso, la base se debe mantener intacta. En el caso de la poesía peruana, esta yace en las calles y espacios públicos, es propio de la gente que detalla con sentimiento y elegancia sus periplos y delirios más profundos. Sin el factor comunal, no existiría el bagaje que leemos y conocemos al día de hoy.

Si bien la capital y el país está creciendo a un ritmo vertiginoso, la existencia de lugares designados para la creación y difusión de la cultura de cada ciudad o región no puede quedarse atrás. El papel protagónico se lo han adjudicado los numerosos talleres y ferias de lectura o poesía, quienes brindan charlas, exposiciones y recitales gratuitos para quienes compartan sus escritos sin restricciones. Esto demuestra lo que la poesía es en esencia: un arte de crítica y catarsis.

Para Cabel, la poesía no pierde vigencia ni importancia. “La poesía sigue vigente porque siempre falta algo en la vida. Siempre queremos decir algo que nos falta”, menciona. Así, incluso sostiene que esta reside en la vida cotidiana; sin embargo, el verdadero reto es percibir y retratarla, con “ojos de poesía”, elevando un discurso de ausencia o carencia detectada en algún factor o hecho, por ejemplo.

Más allá de la elección de la temática, escribir poesía también implica educar la sensibilidad del lector, de modo que florezca una mayor diversidad de expresiones y se logre conectar con el público joven de una forma más natural, abriendo paso a “universos cognitivos que te amplían imágenes” a través de cada obra. Por último, la poetisa comenta que el ejercicio de la poesía, sea en la composición como en el consumo, no se restringe en un simple acto vago de lectura por aburrimiento o descarte. Para ello, destaca el factor educación como vía sustancial para que el público empiece a interesarse por la poesía en sus diversos formatos de hoy en día. Aunque los medios cambian, la poesía continúa siendo una herramienta vital para la reflexión, el sentimiento y el choque de significados. Y, como dice Cabel, “leer poesía es como descubrir el fuego; genera luz y transforma nuestro entendimiento”. La poesía está en todas partes, solo necesitamos los ojos adecuados para verla.

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