El mercado de los animales, incluyendo a especies forasteras, sigue creciendo en el país, al igual que la controversia sobre los establecimientos que las exhiben y venden. Mientras sus defensores destacan su rol educativo y un correcto cuidado, sus críticos advierten que fomentan la comercialización de fauna y afectan su bienestar.
Por Igor García y Luciana La Torre
Detrás de cada animal exótico en cautiverio se esconde una historia confusa: entre promesas de educación y el peso de la explotación sin un lugar claro de procedencia. Por un lado, especialistas en comportamiento animal alertan sobre los riesgos de las interacciones con humanos; por otro, algunos cuestionan si estos centros son simples actores del mercado lucrativo.
En Perú, existen 68 establecimientos autorizados para la tenencia de vida silvestre, entre ellos recintos de rescate, conservación y zoológicos, según el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y Fauna Silvestre (Osinfor). Estos espacios operan bajo un marco legal que les permite exhibir y vender especies, argumentando que contribuyen a la concientización y la lucha contra el tráfico ilegal de animales. Con acreditaciones y permisos en regla, defienden su existencia como una alternativa regulada para la interacción con la reina animal.
Sin embargo, más allá de la legalidad, persisten las dudas sobre el verdadero impacto de estos centros. ¿Realmente fomentan el respeto por la biodiversidad o refuerzan la idea de que los animales exóticos son mercancía? Sus promotores destacan su función pedagógica, pero los críticos sostienen que normalizan la comercialización de especies que no están adaptadas a la vida en cautiverio. En un contexto donde la demanda de estos seres vivos sigue creciendo, es necesario preguntarse: ¿estos espacios priorizan la educación o el beneficio económico?
¿Educación o estrés?
La exhibición de especies exóticas en confinamiento genera un debate ético que enfrenta dos visiones opuestas. Por un lado, expertos en comportamiento animal advierten que el constante contacto con humanos y la falta de estímulos propios de su hábitat natural pueden provocar altos niveles de estrés en estos seres cautivos. Este tipo de vida altera su comportamiento natural y, en algunos casos, puede generar problemas de salud derivados del encierro y la interacción forzada con visitantes.
En contraparte, Moisés Paredes, fundador de Artrotheca, un centro autorizado de exhibición y venta de animales exóticos, sostiene que las especies que se encuentran en espacios permitidos reciben cuidados adecuados y que muchos de estos replican sus hábitats naturales. “El impacto positivo que tiene el proyecto es bastante grande. Las personas realmente se quedan fascinadas con poder tener acceso a ellas y conocerlas más de cerca. Además, no sufren estando en cautiverio porque se les da una calidad de vida incluso mayor a la que podrían haber tenido en su entorno nativo”, explica. Desde esta perspectiva, los centros no solo garantizan bienestar animal, sino que también ofrecen una experiencia educativa que fortalece la conexión del público con la fauna.
A pesar de ello, las críticas persisten. Muchos señalan que, en la práctica, la actividad de estos lugares prioriza la atracción turística y la comercialización de fauna exótica en lugar de una real concienciación ambiental. “Existen establecimientos que no cobran ni aceptan visitantes regularmente, pues se enfocan en el cuidado y bienestar de los animales rescatados”, menciona Olivia Conrads, directora y cofundadora del Centro de Rescate Esperanza Verde. Para Conrads, la diferencia entre un centro de rescate y un zoológico radica en el propósito: mientras el primero busca rehabilitar a los animales, el segundo los mantiene en exhibición, lo que, según ella, perpetúa una visión del ecosistema animal como mercancía.
Desde otra perspectiva, Paredes defiende que los locales de exposición y venta de animales exóticos cumplen una función clave en la lucha contra el tráfico ilegal. “Cuando las personas saben que pueden comprar un animal de manera legal en un centro autorizado, dejan de recurrir al mercado negro. Ya no buscan por Facebook o en espacios clandestinos, donde muchas veces los animales han sido capturados ilegalmente”, señala. Además, destaca que estos establecimientos ofrecen información detallada sobre el cuidado adecuado de las especies, garantizando una tenencia responsable.
Sin embargo, el desconocimiento sobre los distintos tipos de centros de cautiverio es otro punto que contribuye a la controversia. Mientras algunos albergan fauna rescatada sin fines de lucro, otros operan con permisos de exhibición y comercialización. Según el portal Actualidad Ambiental, más de 118 mil animales rescatados permanecen en sitios especializados, pero no todos cumplen con los estándares adecuados de bienestar. “El centro les da una segunda oportunidad de vida. Estamos acá para ayudar a los animales, no para hacer una colección para mostrar a la gente”, recalca Conrads, resaltando la importancia de los espacios que prioriza la rehabilitación sobre la exhibición.
Por otro lado, Mariana Pérez, bióloga y guía en Artrotheca, asegura que la interacción con la fauna en centros legales está debidamente regulada para evitar estrés en los animales. “Nosotros manejamos guías especializados que supervisan las interacciones. Desde el momento en que la gente llega, se les explican las reglas: no gritar, no tocar de manera inadecuada al animal, respetar su espacio. Nos encargamos de que cada visitante interactúe de una manera adecuada”, afirma. Desde esta óptica, el acercamiento a la fauna silvestre no solo es posible, sino que también puede realizarse de manera ética y controlada.
En este contexto, el debate sigue abierto. Mientras los críticos cuestionan si estos espacios realmente educan o simplemente perpetúan la comercialización de animales exóticos, sus defensores insisten en que cumplen un rol clave en la conservación y en la lucha contra el tráfico ilegal. La pregunta central sigue siendo la misma: ¿priorizan la educación y el bienestar animal o responden, ante todo, a un modelo de negocio lucrativo?
El decálogo de lo exótico
A inicios de 2016, entró en vigor en el Perú la Ley de Protección y Bienestar Animal [N°30407], una normativa histórica que reconoce a los animales como seres sensibles. Su principal objetivo es proteger la vida y la salud de todos los animales vertebrados, tanto domésticos como silvestres mantenidos en cautiverio, y prevenir el maltrato y la crueldad, ya sea de forma directa o indirecta, por parte del ser humano. Además, establece sanciones de hasta tres años de cárcel por delitos de crueldad y abandono animal.
A mediados de 2021, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) aprobó los lineamientos para autorizar a personas naturales la tenencia de especies nativas y exóticas. Para obtener dicha autorización, el solicitante debe demostrar que cuenta con las condiciones adecuadas para el mantenimiento y bienestar del animal, el cual no podrá ser reproducido ni utilizado para fines distintos a la posesión.
Según Carlos Calvo, médico veterinario zootecnista e investigador en conservación de la biodiversidad, los animales exóticos —aquellos que no son originarios del Perú— deben ingresar al país únicamente por vías legales, con certificados sanitarios emitidos por el Servicio Nacional de Sanidad Agraria (SENASA) y perteneciendo a una lista de especies estrictamente regulada por el SERFOR, en coordinación con el Ministerio del Ambiente y el Ministerio de Agricultura.
“Una vez que los animales entran al país de forma legal, deben estar a cargo de una persona natural o una empresa, siempre y cuando cumplan con las condiciones necesarias para su mantenimiento”, explica Calvo. Además, señala que, para adquirir un animal exótico en Perú, las opciones legales son la importación directa o la compra en una cadena de comercio certificada, proveniente de un criadero autorizado.
Sin embargo, es pertinente mencionar que el modus operandi de la fauna en el país aún presenta desafíos. “Actualmente, hay tres organismos a cargo de la regulación de animales exóticos: el SENASA y el SERFOR, del Ministerio de Agricultura y Riego y también, en cuestiones de bienestar animal, tenemos al Ministerio de Salud”, resalta Calvo. Con ello, el médico sugiere que lo ideal sería unificar criterios y competencias en un solo marco regulador para una gestión más eficiente, debido a que la dispersión de responsabilidades puede generar contratiempos o vacíos de fiscalización y control.
Un dilema sin cierre
Hoy en día, el debate sigue abierto y el fin no parece estar en la mira. De acuerdo con Paredes, el futuro pasa por tener más sedes similares a Artrotheca, especialmente especializadas y grandes, para fomentar la conciencia sobre la conservación de la vida silvestre y prevenir un escenario aún más crítico para los animales. “Si las autoridades no hacen nada respecto a la fauna, no vamos a tener este tipo de acceso a estas especies porque sus hábitats están siendo destruidos por la deforestación y el uso excesivo de pesticidas”, afirma.
Por otro lado, Conrads sostiene que la exhibición de animales responde a un modelo basado en la comercialización, algo que no debería ocurrir. “Estos lugares reúnen animales para mostrarlos al público, mientras que las instituciones de conservación buscan brindarles una segunda oportunidad de vida”, indica.
Los centros de exhibición y venta de animales peculiares han ganado mayor presencia en el país en los últimos años, lo que ha generado un creciente debate sobre su ética. Mientras algunos los consideran una herramienta para educar y sensibilizar sobre la conservación, otros cuestionan el impacto que tienen en el bienestar animal y su papel dentro del comercio de fauna. En un contexto donde la relación entre humanos y animales está en constante cambio, es fundamental reflexionar sobre el verdadero propósito de estos espacios. ¿Acaso siguen siendo una alternativa válida para una sociedad que cuestiona cada vez más el trato hacia los animales?