El streaming golpea fuerte: ¿Cuál es el futuro de las salas de cine?

El mundo digital ha cambiado la experiencia de ir a ver una película. El panorama parece gris, pero el secreto podría estar en recuperar la “magia” de la pantalla grande, aquella que cautivó a todos en el pasado.

Por Matías Saíto

En las últimas décadas, la relación entre el público y las salas de cine ha cambiado drásticamente. Antes, ir al cine era una especie de ritual para muchas personas; hoy, la asistencia a las salas está disminuyendo, y cada vez es más común escuchar que el cine podría estar en “peligro de extinción”. Aunque es fácil culpar a las plataformas de streaming, la situación es mucho más compleja, con varios factores en juego y soluciones no tan claras.

La baja asistencia a las salas se debe en parte a la economía actual y a ciertos cambios culturales que fueron acelerados por la pandemia. Si esta va mal, la gente no va al cine. La inestabilidad económica y los temores post pandemia han empujado a muchas personas a preferir la comodidad y la seguridad de sus hogares, desplazando a los cines como opción principal de entretenimiento.

No obstante, el auge del streaming y la piratería han transformado por completo la forma en la que la gente consume contenidos. Hoy, con una suscripción mensual, uno puede ver lo que quiera sin salir de casa y por el precio de una entrada de cine, provocando que muchos prefieran quedarse en casa a ver algo, en lugar de pagar por la “experiencia” de ir al cine.

La economía del cine y el impacto de las grandes cadenas

El crecimiento de las grandes cadenas afectó a los cines pequeños e independientes que solían ofrecer precios accesibles y una experiencia diferente. “Los cineclubes y cines de barrio, cuyos cobros eran razonables, han ido desapareciendo”, comenta Rodrigo Hitoshi, crítico y analista de cine. Esto, sumado a los altos costos de los snacks y las bebidas en los cines comerciales, ha convertido la ida al cine en un lujo, y muchos optan por el streaming como alternativa económica y flexible.

Por otra parte, Marcelo Paredes, también crítico y experto, refuerza esta idea, destacando que, entre el precio de la entrada, la comida y otros gastos como el estacionamiento, ir a cualquier sala se vuelve muy caro, especialmente para el espectador ocasional. Este tipo de público, que antes iba al cine como una actividad común, ahora se refugia en el streaming

Esto no solo ha cambiado la economía del entretenimiento, sino también ha hecho que muchos usuarios evalúen el valor de la experiencia de ir al cine. Con un control remoto que permite ver estrenos en casa y contenidos a la carta, la pantalla gigante ha dejado de ser el lugar exclusivo para ver las “grandes películas”. Esta especie de “democratización” del contenido permite que más gente acceda a muchas películas desde casa, algo que antes solo era posible con la piratería. “El streaming le ahorra tiempo y dinero al espectador, y le ofrece más comodidad”, destaca Paredes.

Ambos críticos también coinciden en que el tipo de contenido disponible en los cines ha perdido atractivo. Como detalla Paredes, actualmente las salas están dominadas por franquicias y producciones de alto presupuesto, mientras que las películas independientes o de menor perfil –pero con más fondo y estética, muchas veces– tienen cada vez menos espacio. Esto ha generado una desconexión porque las producciones en general están diseñadas para una audiencia global, dejando de lado los gustos de los espectadores atípicos. “Los cines parecen no entender que el público busca variedad, y que no siempre se conecta con las mismas historias de antes”, sostiene.

¿Hacia dónde va el cine?

A pesar de estos desafíos, Hitoshi y Paredes ven la actual situación de las salas como una oportunidad de adaptación. Hitoshi cree que la industria puede reinventarse, tal como lo hizo cuando surgió la televisión o el video casero. “El cine sobrevivió esos cambios y encontró su lugar”, afirma, aunque reconoce que las plataformas digitales constituyen un desafío mayor.

Paredes, por otro lado, es más decisivo. Aunque cree que el cine evolucionará, menciona que la industria parece estancada en fórmulas seguras, sin explorar alternativas realmente innovadoras. La crisis actual es también una crisis de identidad: el cine, que debería ser un espacio de novedad, depende cada vez más de la nostalgia y de las franquicias. Aun así, cree que esta situación podría llevar a un renacimiento, con un cine enfocado más en propuestas auténticas y menos en el éxito comercial inmediato.

Ambos expertos concuerdan en que los cines deberían adoptar nuevas estrategias, pero los descuentos y las promociones han sido útiles para atraer al público. Ante ello, Hitoshi señala que permitir el ingreso de comida comprada fuera de la sala, algo impensable hace unos años, ha funcionado bien para captar una audiencia más amplia. Hoy se están apoyando en influencers y en redes sociales para llegar a los jóvenes, aunque esto suele enfocarse en películas específicas y no en la experiencia en sí. Pero se cree que estos esfuerzos son temporales y que los descuentos solo generan un aumento puntual en la asistencia.

El cine: ¿Una experiencia en transformación?

La baja en la asistencia refleja cambios profundos en los hábitos de consumo cultural. Si bien el cine ya no es el principal lugar para ver películas, todavía tiene el potencial de ofrecer algo que las plataformas digitales no pueden replicar: La experiencia colectiva de disfrutar de una película en una pantalla gigante, en un ambiente diseñado para desconectarse de la rutina y del estrés.

Con la perspectiva de ambos críticos, la clave para la supervivencia del cine es recuperar esa “magia” y redefinir su valor en un mundo cada vez más digital. Pero esta transformación no será rápida ni fácil: dependerá de que la industria logre adaptarse a las necesidades de un público cuyos hábitos ya han cambiado.

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