Si le preguntas a un niño, ¿qué quieres ser cuando seas grande? Te dirán veterinario, policía y astronauta, pero una de las respuestas más repetidas seguro será “bombero”. Vestirse de rojo, combatir el fuego y manejar un camión tocando la sirena emociona a cualquiera. Sin embargo, ¿cuál es el sentimiento de aquellos que lograron su sueño de pequeño?
Por Carlos Alcalá y Luciana La Torre
Cada 5 de diciembre se celebra en nuestro país el Día del Bombero Peruano, una fecha para rendir homenaje a todos esos hombres y mujeres que, día a día, dan su tiempo y su energía, incluso a veces su vida, para ayudar a los demás sin recibir nada a cambio. En el Perú, cada año se gradúan entre 280 y 400 alumnos de la Escuela Básica de Bomberos (ESBAS). Estos se reparten entre las 208 compañías a nivel nacional y se suman a los más de 12,000 miembros que tiene actualmente el Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú (CGBVP).
A pesar del número, las ciudades en crecimiento constante y la centralización han generado un déficit de cuarteles que puedan servir a la población, sobre todo en provincias y zonas rurales donde los jefes departamentales tienen que idear rutas para llegar a los distintos poblados por atender. Pero este no es su único problema, pues la falta de equipos y los camiones malogrados muchas veces dificultan su labor. Sin embargo, esto no detuvo a Rodrigo Tello y Mia Lezcano, dos alumnos de la Universidad de Lima que en sus tiempos libres cambian los libros de psicología por equipos de protección personal y cascos con su apellido.
Cuando era niño
“Desde chico siempre tuve ese espíritu, esa emoción, esa adrenalina y esas ganas de querer ser bombero. Siento que siempre fue un sueño y que crecía cada que veía pasar los camiones”, nos dice Rodrigo mientras se sienta delante de la escala telescópica de la Compañía de Bomberos Cosmopolita 11 de San Borja o, como él le dice, “Benemérita, Centenaria y Heroica Compañía Nacional de Bomberos Cosmopolita 11”.
Él es estudiante de 11vo ciclo de la carrera de Psicología en la Universidad de Lima y es bombero desde hace 2 años, cuando se graduó luego de 12 meses siendo aspirante. Tello no sabía que había una compañía en San Borja, pero cuando vio la convocatoria no dudó en entrar a pesar de estar a mitad de carrera en 6to ciclo. “Desde que postulé, y ahora que ingresé y ya tengo dos años de bombero, estoy realmente enamorado de esto”, menciona ilusionado.
Mia Lezcano, alumno también de la misma facultad en la de Lima, pero de 4to ciclo, tuvo una inspiración diferente. “Mi papá también es bombero y desde pequeña me traía acá y me enseñaba varias cosas. A mí me gustaba bastante ver esa vocación de servicio que él tenía, esa motivación para venir todos los días y salvar vidas. Eso fue también lo que a mí me motivó”, agrega con entusiasmo con su casco en la mano.
Con el apoyo de sus padres, Mia empezó en la ESBAS a los 16 años, graduándose tiempo después para empezar a salir a emergencias desde que tiene 18. Ella es parte del 37% de las mujeres integrantes del CGBVP, pero recalca que eso no es impedimento alguno. “En ciertas ocasiones puede observarse que de repente a mí no me piden que haga algo tan demandante, pero igual todo en la compañía es bastante equitativo”, comenta Lezcano.
Doble vida
Ser bombero por sí solo es un sacrificio de admirar, pero combinar esa vocación con la vida estudiantil supone un reto aún mayor. “Para poder venir entre los días de semana, ordené mi horario para los martes tener una clase a las 7 de la mañana que acababa a las 9 y así tener prácticamente el resto del día libre. De ahí, los fines de semana son los días donde me quedo a guardias nocturnas”, dice Rodrigo.
“Es bastante complicado la verdad, pero es cuestión de organizarse. Tienes que poner a la compañía por delante de muchas oportunidades que se te presentan. Ahorita a mí se me dificulta aún más poder venir porque también estoy trabajando, pero ahora que ya salí de vacaciones voy a tener más tiempo para venir”, menciona Mia, quien justo llegaba a vestir de rojo luego de una jornada laboral.
Como psicólogos, el impacto de una emergencia es muchas veces mayor para ellos. Tello nos comenta que hay bastante carga emocional en el sentido de que muchas veces, cuando las personas te llaman a una emergencia, es porque están pasando el peor día de sus vidas. “Llegar a una emergencia es una situación de estrés donde hay mucha gente gritándote, la policía, el serenazgo, el familiar. Es difícil en el sentido de tener que mantener la calma, concentrarte y estar enfocado. Entonces, hay bastante control mental”, reflexiona Rodrigo.
Ser un héroe
Aunque no es una institución castrense, ser bombero implica disciplina, entrenamientos, trabajo físico y capacitación constante, pero esto no detiene a nadie cuando la pasión te mueve. “Me encanta salir, la adrenalina, la pasión, el ambiente. Estar en los bomberos es justamente como tu segunda familia. Porque aquí es donde pasas la mayor parte del tiempo cuando no tienes nada que hacer en casa”, dice Rodrigo mostrando el cuartel emocionado.
Con esa misma emoción, Tello invitó a más jóvenes a ser bomberos y a no rendirse si verdaderamente sueñan con eso. “Si realmente tienen la pasión, la energía, las ganas de querer hacerlo, postulen a la compañía más cercana de sus casas. Es cierto que el horario puede ser demandante, pero realmente al final es hermoso e increíble ser bombero”, agrega Rodrigo recordando sus primeros días.
“Luchen bastante por lo que quieren. Es algo muy bonito ser bombero y poder aportar de una manera inmensa en la sociedad y en tu país. Es algo por lo que vale la pena seguir esforzándose”, cierra Mia justo antes de que suenen los altavoces que alertaban de una emergencia.
Corriendo, ambos fueron por sus trajes, que estaban colgados bajo los cuadros de los héroes “Plumereros”, unos bomberos que murieron en acción durante un incendio en la calle con el mismo nombre allá por el año 1931. En cuestión de segundos, se subieron al camión que, haciendo sonar su sirena, salía del cuartel pintando las paredes de rojo, como el corazón que los movía a cumplir una misión más.