A diez años de su partida, la influencia de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, continúa vigente en diversas generaciones. Entre factores diferenciales y polémicos, sus personajes y palabras conviven en la actualidad, en un balance de herencia y consciencia.
Por Igor García, Paolo Velita y Enrique Límaco
El 30 de noviembre del 2014, dos días después de su fallecimiento, se congregaron más de 40 mil personas en el Estadio Azteca para rendirle homenaje al genio mexicano, creador de personajes y situaciones cómicas que le valieron para consagrarse como un ícono latinoamericano.
La muerte de Roberto Gómez Bolaños dejó una huella imborrable en las generaciones que crecieron con las historias de la vecindad, con el Chapulín Colorado combatiendo contra los tipos malos a su estilo y con la genialidad del genio de la televisión para el humor blanco.
El comediante destacaría como guionista por su hábil pluma en la década de los sesenta, donde se ganaría el apodo de Chespirito al compararlo con el dramaturgo inglés William Shakespeare. En 1970, obtuvo su propio programa llamado Los Supergenios de la Mesa Cuadrada, acompañado de Ramón Valdéz, Ruben Aguirre y Maria Antonieta de las Nieves. Tres años después, empezaría su mundo ficticio con su obra maestra, el Chavo del 8.
Lo hizo intencionalmente
Los componentes más importantes que permitieron el auge e impacto cultural de las creaciones de Gomez Bolaños fueron sus historiales globales para que el público se identifique con ellas. Entre estos, se encuentran sus arquetipos de personajes como El inocente (el Chavo del 8) o El héroe torpe (el Chapulín Colorado), explotados de manera tan cálida y entrañable, además de su comedia familiar y sin malicia.
Para José Cabrejo, semiótico y docente de la Facultad de Comunicación, la influencia de Chespirito en la cultura popular pasa por las estructuras y narrativas universales en sus ficciones. “Roberto Gómez Bolaños creó mundos similares, que tienen la facilidad de adaptarse a la realidad de distintos países”, comenta, pues la capacidad de sus series para adaptar escenarios y situaciones de la vida real en un set de televisión fue un factor clave para su arraigo popular.
Personajes como el Chavo del 8, el Chapulín Colorado o el doctor Chapatin también son fundamentales para entender la popularidad de los programas del “pequeño Shakespeare”. Y este aspecto esencial recae, aparte de la brillante escritura de estos, en la misma personificación de Gómez Bolaños. “Chespirito no podría ser otro actor porque todo el personaje, la interpretación y la creatividad está tan conectada con su rostro que, cuando lo hace otra persona, es raro”, confiesa el actor y cómico Armando Machuca.
El tercer punto crucial que forma parte de este fenómeno cultural es el humor blanco. “Es un humor cercano y original el de Chespirito”, afirma Cabrejo. El uso del slapstick o comedia física, o los juegos de palabras y las frases inteligentes, integran el estilo narrativo que logró conectar con públicos de todas las edades y contextos socioculturales.
Un nuevo lenguaje
“Fue sin querer queriendo”, “se me chispoteó” o “la chiripiorca” no fueron solo algunas de las frases y términos icónicos de los personajes que interpretaba Roberto Gómez Bolaños, sino que también lograron integrarse al léxico cotidiano de miles de personas. Estas expresiones, cargadas de humor e ingenio, no se limitaron al ámbito mexicano, sino que trascendieron las fronteras mexicanas e, incluso, generaciones, siendo adoptadas en diferentes países de habla hispana en general.
“Así como Chespirito tenía personajes entrañables, también mantuvo ciertas palabras que demostraban su maestría de él como guionista, como dramaturgo”, afirma Machuca. A ello se le debe sumar la especificidad y el carácter lúdico de esas expresiones, elementos que las hacen fácilmente reconocibles y memorables. Según el experto, este detalle no es casual, sino un recurso intencionado que evidencia el cómico mexicano en cada creación.
El lenguaje que nos ofreció este personaje también se ha convertido en una herramienta útil para expresarnos en ciertas ocasiones. Según el productor de televisión y profesor Luis Ortega, las frases de Chespirito han perdurado porque nos facilitan la comunicación en momentos donde no sabemos cómo compartir algo sin que suene inapropiado o brusco. “Sus expresiones son sutiles y, al mismo tiempo, graciosas, lo que nos permite evitar caer en groserías o términos ofensivos”, señala Ortega, destacando el ingenio lingüístico del comediante.
Además, el impacto de este lenguaje trasciende lo meramente humorístico, pues ha contribuido a la creación de un código cultural compartido en el que sus palabras funcionan como un puente generacional y social. Frases como “¡No contaban con mi astucia!” o “Eso, eso, eso” no solo evocan nostalgia, sino que también fomentan un sentido de comunidad entre quienes crecieron viendo sus programas. Ello demuestra cómo el trabajo de Chespirito fue capaz de trascender la pantalla y convertirse en parte del imaginario colectivo, manteniéndose vigente en conversaciones cotidianas y referencias culturales.
Un recado a corregir
Con un estilo simple, pero innovador a la vez, Gómez Bolaños ha sabido crear un producto que ha conseguido propagarse a través de los años hasta la actualidad. Sin embargo, esta vigencia también ha venido acompañada de cambios sociales y culturales periódicos en nuestra sociedad, como la lucha contra la discriminación o la denigración de la persona sea por factores físicos o psicológicos.
En ese caso, si se estrenara una nueva versión del Chavo para las nuevas generaciones, ¿qué tipo de correcciones debería tener en cuenta?
El profesor Luis Ortega comenta que su estilo de humor es uno de los puntos que se debe tratar con pinzas en la actualidad. La sociedad ya no ve gracioso burlarse o hacer comentarios negativos a una persona por su peso, altura, características físicas o cualidades, como lo era timar al Señor Barriga, Quico o el Profesor Jirafales. Con el paso del tiempo, este pensamiento se ha ido convirtiendo en una mayoría que probablemente no vea con buenos ojos los capítulos de aquel entonces.
Si bien no ve necesario volver a realizar una nueva versión de El Chavo del 8, en caso se deseara dar, Ortega propone que esta producción adopte un nuevo enfoque de humor junto al tratamiento de temas tecnológicos o digitales de moda para intentar introducir los personajes de Chespirito a la nueva sociedad. Otro punto a tener en cuenta es la pérdida de inocencia de la audiencia. Anteriormente, los temas tratados en la televisión eran los únicos que podrían ser debatidos y adoptados, ya que era junto a los medios tradicionales las únicas fuentes de información y reflexión sobre ciertos problemas o casos.
Con un público consumidor de contenido variado, inmediato y no necesariamente correcto moralmente, la sutilidad con la que se manejaba los temas sociales en las series de Gómez Bolaños no ocasionaría la misma nivelación de impacto que en el pasado, ya que existen diversas formas de consumir humor en el presente junto a la corriente de Chespirito, como también una mucho más alejada de aquella.
En ese sentido, Machuca sostiene que la crítica ha estado ligada siempre a la comedia, para bien o para mal. No obstante, esta puede ser un aliciente para poner sobre la mesa distintas problemáticas que pueden llevar a la recapacitación de la población, “cambiar el chip”.
Huellas en un barril
Un ejemplo de ello son las acciones que Machín y Wendy, protagonistas de Pataclaun en la TV, hacían en sus escenas al discutir o pelear, coqueteando con la representación machista de la época, pero más satirizado. Antes podría ser pasado por alto, pero luego de un análisis a través de las épocas, estas escenas pueden llevar a la reflexión para un cambio, directo o indirecto, en nuestra población.
“Una obra o producción obtiene valor cuando los espectadores se llevan una reflexión al acabar el show, tal y como se tratara de un cuento, tal y como los capítulos de aquel niño con tirantes que vivía en su barril, donde la moraleja venía explícita en ciertas ocasiones”, relata Armando Machuca una frase que podría encajar en el presente de los contenidos humorísticos actuales.
La dicotomía seguirá en curso, pero una combinación de estos dos mundos puede ser la herramienta de despegue y redescubrimiento que Chespirito y sus series podrían adoptar. Las épocas pasan, pero el aprendizaje y la creatividad van de la mano, innovando desde las huellas que dejaron los pioneros para reinventarlas de acuerdo al contexto.
El legado de Roberto Gómez Bolaños es invaluable, incluso a diez años de su fallecimiento. Un tipo que con dotes shakesperianos logró alcanzar varios rincones del mundo desde un estudio de televisión pequeño en su natal México. Tal vez sea difícil igualar o superar aquella marca que dejó con sus personajes, pero mientras existan maneras de llevar su esencia, carisma y espontaneidad a más, continuará presente en el corazón de grandes y chicos. Después de todo, su astucia fue la que lo llevó hasta aquí.