La travesía de cientos de fanáticos que se amontonaron diariamente en los exteriores de un lujoso hotel de la capital con la esperanza de, al menos por unos segundos, poder ver de cerca a su más grande ídolo.
Por Mauricio Berríos
Cuando el gris se comienza a transformar en negro y los decibelios aumentan en las calles principales, un limeño sabe que va a tener problemas para llegar a tiempo a su destino. “Maestro, me bajo acá; sino no llego”, dice un chico antes de abandonar su taxi en plena avenida Arequipa. Una vez sus pies tocaron el asfalto, estos no pararon hasta sobrepasar a todos los vehículos que se habían atorado en el tráfico. Corrió hasta el Kennedy y bajó al malecón por Larco. Se detuvo un segundo a revisar su celular en búsqueda de novedades, pero parece que aún estaba a tiempo. Tomó aire y empezó su última carrera, ahora con destino directo al Miraflores Park Hotel.
Al llegar, preguntó, casi gritando, al primer grupo que vio: “¿Todavía no llega?”. El sudoroso rostro del chico cambió la preocupación por alivio cuando le dijeron que Paul recién estaba por salir del aeropuerto. La información que había leído minutos antes en el convulso grupo de WhatsApp había sido solo un rumor.
Esto no sería más que una prueba gratuita del paquete completo que se le ofrecería a estos fanáticos de Paul McCartney durante las siguientes 60 horas. De día y de noche, sin moverse para ir al baño o comer, cantando y gritando. A veces ilusionados y en otros momentos perdiendo la esperanza. Lo único que estos fanáticos querían era poder ver a su más grande ídolo a pocos metros de ellos, mientras que algunos soñadores anhelaban poder tocarlo o conseguir un autógrafo. Sin embargo, no iba a ser fácil.
Día 1: La ansiada espera
La primera noche fue de vigilia. Las vallas que rodeaban el perímetro del hotel estaban totalmente abarrotadas de personas de todas las edades, quienes con el correr del tiempo cada vez estaban más ansiosas, pues “Macca” no debería tardar en llegar. La información, esta vez sí confirmada, era que ya había abandonado el Jorge Chávez.
El ambiente se fue encendiendo. En una esquina, un pequeño parlante hacía su mejor esfuerzo en mantener los nervios de la gente controlados. Temas tranquilos, como Blackbird o Yesterday, contrastaban con los gritos de dos amigos que actualizaban en tiempo real en qué parte de la ruta se debería encontrar Paul en ese momento.
Finalmente, unas sirenas se escucharon a lo lejos y dos camionetas con lunas polarizadas no tardaron en aparecer por la calle aledaña al hotel. El personal de seguridad empujaba para atrás a los seguidores que no dudaron en abalanzarse a los vehículos por más que no pudieran ver quién iba dentro. Los gritos y la emoción llegaron a su punto más alto cuando los miembros de la banda de Paul fueron descendiendo uno a uno del primer Chevrolet negro. Abe Laboriel fue el primero en salir, seguido de Brian Ray, Paul Wickens y Rusty Anderson. Sin embargo, McCartney no bajó.
Los fans aún aguardaban emocionados, quizá “Macca” estaba en la segunda camioneta. No obstante, la ilusión se derrumbó cuando uno gritó: “Entró por la puerta de atrás”, mientras mostraba el video que alguien había mandado hacía apenas unos segundos. Tan solo unos cuantos habían tenido el ingenio de esperarlo por la entrada trasera del recinto.
Aquellos de la parte delantera, aunque decepcionados, no se iban a rendir tan fácil esa noche. Por las siguientes horas, se armó una pequeña fiesta. Un megáfono, un par de parlantes y unas cuantas guitarras fueron suficientes para mantener viva la ilusión de poder motivar al exbeatle a asomarse, por lo menos, por el balcón de su habitación a saludar. Pero eso no pasaría ese jueves 24.
Día 2 (y 3): Un poquito de esperanza
Foto: Mauricio Berríos
Al día siguiente, el plantón comenzó desde temprano. A las 7 de la mañana ya había de vuelta gente apoyada en las vallas de seguridad y, para el mediodía, el número creció a varias decenas. “No te recomiendo que te vayas porque ahora sí o sí va a salir. Acaban de meter bicicletas en la camioneta y a él le gusta bicicletear”, le decía con seguridad un señor a su hija que, hambrienta, quería irse a comer algo. Ellos y el resto de su familia habían venido desde Arequipa solo por el concierto, al igual que otras personas de Cusco, Piura y distintas regiones del Perú que también preferían esperar a Paul en lugar de hacer turismo por la ciudad. “Ya sé, mejor pidamos un delivery y comemos acá”, propuso como solución la madre, y no fue la única con esa idea. Varios motorizados se acercaron durante las próximas horas para dejarle comida a los fans, quienes no pensaban irse a ningún lado por la posibilidad de que Paul saliera del hotel justo durante su ausencia.
Felipe Pazmiño no pudo aguantar la emoción cuando reconoció a Rusty, la primera guitarra de la banda de Paul, abandonando con relativa tranquilidad el Miraflores Park. Su vehículo salió sin resistencia de la mayoría de admiradores y Felipe persiguió el vehículo hasta conseguir que lo salude y le dé la mano. Lo mismo ocurrió con el tecladista “Wix” Wickens y hasta en el caso de los Hot City Horns (quienes tocan los instrumentos de viento en los conciertos de Paul), pues él logró conversar con ellos y sacarse una foto gracias a que salieron del hotel caminando.
No todos conocen a la banda con la que McCartney toca en vivo hace más de dos décadas. Claramente este no era el caso de Felipe, estudiante de economía de 20 años de la Universidad San Francisco de Quito, quien cuando se enteró que su ídolo no iría a su país, no dudó en gastar sus ahorros en entradas y pasajes para venir a Lima a perseguir al beatle, por más que tenga que hacerlo solo y lejos de casa. “Tenía 10 años cuando vino a Quito y no pude ir. Ahora estoy cumpliendo mi sueño”, contaba emocionado.
Otro caso curioso es el de Boo Pfeiffer y su hija Aurora. Ellas vinieron desde Nashville, la capital de Tennessee en Estados Unidos. Aurora cumplía 16 años tan solo dos días después del concierto y, cuando se anunció el Got Back Tour 2024, la familia no dudó en venir hasta Sudamérica para por fin ver a McCartney. “Vimos a Ringo dos veces, pero a Paul nunca y no viene muy seguido a nuestro estado. Conseguimos entradas para Perú y aquí estamos hace un par de días”, comentan ilusionadas madre e hija, quienes en lugar de Machu Picchu, prefirieron a McCartney.
El segundo día de vigilia acabaría apenas iniciada la noche, cuando después de varias horas cantando, el personal del hotel se acercó con un supuesto mensaje de Paul: “Él está muy agradecido de que estén aquí, pero no va a salir hoy”, fue lo que se anunció. Baldazo de agua fría y a disfrutar del resto en otra parte. Habiendo pasado el tiempo, no sería muy diferente. Mientras Rusty Anderson se dejaba ver al menos dos veces cada día, Paul no vio la luz del sol hasta el mismo día del concierto.
El mítico día: Con ustedes, Sir Paul McCartney
Finalmente, la espera tuvo su recompensa. Los fanáticos se volvieron a congregar afuera del hotel desde temprano la misma jornada del recital. Esta vez no fue necesario estar corriendo de la puerta principal a la trasera y viceversa, como había sido una constante en los pasados dos días. Todos estaban seguros de que saldría por el lobby del hotel con dirección al Estadio Nacional. Y así fue. Promediando las tres de la tarde, los gritos se hicieron ensordecedores. Por fin, luego de casi 72 horas, Sir Paul McCartney salía del Miraflores Park Hotel. Levantó las manos para saludar a los cientos de seguidores que ya se preparaban para asaltar el vehículo, y se subió al mismo. No fue tarea fácil para sus guardaespaldas y la seguridad del hotel apartar a la avalancha de gente que se tiraba encima de la camioneta. Paul trató de darle la mano a unos cuantos, pero finalmente subió la ventana por seguridad y avanzó raudo por las calles limeñas.
Así fue como Paul partió al Nacional, de ahí el resto es historia. El trascendental concierto arrancó con A Hard Day’s Night, quizá como un homenaje a los admiradores que estuvieron recreando su videoclip durante los últimos días en las inmediaciones de su hotel. La noche avanzó con sus éxitos de los Beatles, Wings y de su carrera solista. Nos hizo llorar a todos con Blackbird, Here Today y Now and Then, para luego levantarnos el ánimo con New y en una recta final majestuosa, hizo Band on The Run, Get Back, Let It Be, Live and Let Die y Hey Jude.
Ondeó una enorme bandera del Perú la misma noche en la que repitió su mítico “Viva el Perú, carajo” de 2011. Nos dijo “causas” y llamó “mi pataza” a John Lennon. Al final, un “ya me quito, chaufa”, justo después de acabar Helter Skelter, fue el anuncio de que el medley de Abbey Road serían las últimas canciones de la noche.
37 temas a sus 82 años. Fans extenuados en las sillas cuando “Macca” parecía que podía seguir tocando por otras tres horas más. Un “hasta la próxima” fue la última frase en español que soltó, antes de retirarse del escenario ante un Nacional rendido a sus pies. Y los beatlemaniacos le tomamos la palabra. Vuelva pronto, Sir Paul McCartney. El Perú ya lo está esperando.