De todos los colores, diseños, estilos y formas, el pasado 14 de octubre los alrededores del Estadio Nacional fueron testigos de un curioso desfile de pijamas. ¿La razón? Esa noche, Morat deleitaría a su fanaticada con un show cargado de magia, sueños y canciones que curan el alma.
Por: Noelia Manrique
Un curioso juego de luces ilumina el cielo nocturno, una melodía hipnotizante lo acompaña y, cuando unas siluetas conocidas por el público aparecen en escena, el fervor se desata entre la multitud. Los gritos alcanzan su máxima intensidad mientras estas interactúan con los fanáticos en su camino hacia la tarima principal.
Allí, Martín Vargas se sienta frente a la batería, Simón Vargas toma el bajo, Juan Pablo Villamil se coloca el banjo sobre sus hombros y Juan Pablo Isaza, con guitarra en mano, se posiciona frente al micrófono. De repente, a las ocho y media de la noche todo se oscurece, el retumbar de la música hace vibrar el alma de todos los presentes, fuegos artificiales son lanzados al aire y con un potente ¡Hoy me pregunto qué será de ti! Morat da comienzo a esta mágica velada llena de sueños por cumplir.
Cuando nadie ve
Corrían las cuatro de la mañana del lunes 14 de octubre y, pese a las gélidas temperaturas limeñas características de esta época del año, Kati se asoma entre las rejas para comprobar cuánta más gente se ha formado en fila. Ella lleva desde el sábado durmiendo en las afueras del Estadio Nacional para ser la primera en ingresar al recinto. Es fanática de la agrupación colombiana desde hace cinco años y no se ha perdido ninguno de sus conciertos.
Detrás de ella, una colorida marea humana crece conforme llegan los primeros matices del alba. Una vez se hizo de día, el frío continuaba, pero a nadie parecía importarle. Para las ocho de la mañana, poco a poco la caótica Vía Expresa cobraba vida y los transeúntes miraban extrañados este desfile de pijamas que se congregó en la calle José Díaz. “¿Hay un evento?”, “¿Qué hacen vestidos así?”, “¿Quién se va a presentar?”, se les oía murmurar. Y es que ellos no lo saben, pero Lima sería testigo de la única presentación de la gira de conciertos Antes que amanezca – Los Estadios en Perú, espectáculo para el que este es el dress code elegido.
En este día, el bullicio clásico del claxon de los carros y los comerciantes que venden comida fueron reemplazados por los fanáticos. “¡Se están colando!, ¡Respeten!”, eran los reclamos del fondo de la fila que se entremezclaban con los de al frente, “¡Ellas acamparon desde ayer!”. A esta disfonía se sumó el llamado de los ambulantes que ofrecían diferentes productos inspirados en la boyband y las voces de otros seguidores que, para hacer más amena su espera, ya coreaban sus canciones favoritas.
Al mediodía, el sol subió a temperaturas abrasadoras y se escuchó un fuerte estruendo en el estadio, “¿Qué suena?” “¿Serán ellos?”, se preguntaban los enamoratos. Fueron las voces de Morat entonando su más reciente sencillo, Por si no te vuelvo a ver, que absolvió todas sus dudas y aumentó la emoción entre todos los que estaban en la cola. Especialmente de Dayreth, una pequeña de ocho añitos que ama al grupo con todo su corazón y estaba ansiosa por asistir al primer concierto de toda su vida. Finalmente, la prueba de sonido terminó y la tarde transcurrió sin mayores contratiempos. El cielo limeño volvió a su clásico tono gris y a las 4:48 pm, los guardias de seguridad dieron la orden que todos los presentes esperábamos: “¡Ingresen de uno en uno!”
A dónde vamos
En honor a su último EP, titulado como el tour Antes de que Amanezca, la agrupación de pop latino decidió crear un show cuyo concepto principal sean los sueños. Es así que, a través de las canciones elegidas, los admiradores se sumergieron en un viaje conceptual que atraviesa las diferentes etapas por las que Morat ha transitado. Pasamos por su clásico vestuario negro como las noches cuando dormimos hasta el comienzo de esta nueva fase mucho más colorida que simboliza el despertar hacia el nuevo sonido que están creando para su próximo disco.
El recorrido comenzó con himnos hacia aquellos amores que, cuando ya creíamos olvidados, de un día para otro regresan y nos demuestran que, realmente, nunca los dejamos ir. El ritmo apasionante de Cómo atreves generó que, desde el principio, el estadio se llene de vivacidad y todas las voces se unieran para cantar uno de sus más grandes éxitos. Para luego, con 506, llevar al público a un éxtasis de energía que alcanzó su clímax cuando los cañones del escenario disparan confettis y, tras un coro del clásico “¡Oh, oh, oh!” que caracteriza a la banda, las luces se apagaron nuevamente.
En ese preciso instante, en el que público estaba expectante, se escucha el redoblar de los tambores de Martín y, con un ensordecer “¡Les tengo una pregunta, Lima! ¿A dónde vamos?”, Isaza introduce una de las canciones más esperadas de la noche, aquella que narra la historia de los amores a primera vista. Y, conforme el sonido de la guitarra va aumentado su fuerza, llega el primer momento cumbre de la noche: Morat deja de cantar, Isaza toma la batuta y se convierte en el director de una improvisada orquesta compuesta por el público. Así, ellos aplauden y entonan “¡Hey!” como el grito de guerra que da pie para el épico solo de batería que precede a la última estrofa de la canción.
Inmediatamente, el ritmo cambia y se da paso a otra de las favoritas de la gira. Alegre, fresca y cálida, como los días de verano a los que te transporta Porfa no te vayas, los fanáticos se dan un pequeño respiro emocional antes de que llegue el momento de recordar lo valientes que somos con Sobreviviste. “Bienvenidos a nuestro concierto o, mejor dicho Lima, bienvenidos a nuestro sueño”, fue la frase con la que Isaza cerró la canción y, oficialmente, marcó el inició de este mágico espectáculo.
“Yo sé Lima que fuera de este lugar hay muchos problemas y prisas, pero que esta noche sea nuestra, así que, antes que amanezca, que mejor que comenzar por nuestro principio”, exclamó como preludio del clásico que los lanzó a la fama: Mi Nuevo Vicio, trayendo muchos recuerdos a la mente de quienes los apoyaron desde sus comienzos. “Perú estuvo allí presente todo el tiempo, cuando eran menos canciones, los lugares más pequeños y había menos producción”, confirmó Isaza muy agradecido.
Después, llegó el momento en que los corazones rotos esperaban para sanar las heridas. “Lo peor son los primeros cinco días”, entonó Villa para dar pie a Otras se pierden. Gritos y llantos llenaron el Nacional cuando la canción que prosiguió era una que ellos no incluían en su setlist hace mucho tiempo, pero que los fans pedían con todas sus fuerzas. Las luces tiñeron el recinto de azul, Villa volvió a tomar la palabra y, hablando desde su corazón para confesar que, realmente, ellos han vivido todo lo que han escrito, Morat tocó Mil Tormentas. Y, para cerrar con broche de oro este momento que el fandom denominó como su terapia, llegó Segundos Platos.
Por fa no te vayas
El concierto continuó con el clásico Cuando nadie ve antes de que llegará el solo de Martín. Hipnotizando al público para que aplaudiera al ritmo de su batería, las primeras notas de Mi Suerte y luces moradas envolvieron el recinto. “Cuando duermo sueño que estoy en el Estadio Nacional tocando para ustedes y, en un momento, el alma sale de mi cuerpo elevándose en el aire para verlos, oírlos cantar y sentir su energía. ¡Que Perú no pare! ¡Los amamos!”, manifestaba para que la gente lo siguiera y Simón, su hermano, con uno de sus típicos bailes improvisados cargados de energía, multiplicó la emoción.
“Por qué de haber sabido, probablemente la cosa habría sido distinta”, dijo Simón para dar pase a otra de las más esperadas por aquellos que aún anhelamos un último abrazo de ese amor perdido: Debí Suponerlo. Así, mientras el recinto la coreaba a todo pulmón, Morat se desplazaba hacia el segundo escenario en el que, con la voz temblorosa por la carga de nostalgia a la juventud que dejamos atrás a la que le canta la siguiente canción, Isaza tocaba junto a su piano Antes de los 30. Instante preciso en el que la fanática sorprendió a la agrupación iluminando el estadio con los colores de la bandera peruana y colombiana.
“Esta historia aparece cuando mi hermana de 10 años llegó a la casa diciendo que se había enamorado. Uno de esos amores inocentes al que le faltan caídas, costras y cicatrices”, narraba Simón para introducir una de las canciones más dulces de toda su trayectoria, una que nace de su sueño de que ella encuentre un amor que la quiera bien. Pues, tal como dice la letra, dejar de querer es quererse también. Date la vuelta nos recuerda que, en todo momento, lo más importante es amarnos a nosotros mismos.
Sin embargo, como no todo puede ser añoranza, la boyband le cantó a todas las parejas presentes el alegre himno de los que desean darle una vida llena de felicidad a su ser amado: Aprender a quererte. Luego, el público tomó el protagonismo y, por medio del color de sus pulseras, eligieron la siguiente melodía. Siendo vencedor el azul, llegó el momento de No hay más que hablar, en la que se desgarron la garganta todos los que necesitaban reafirmarse que no volverán a abrirle su corazón a esa persona que tanto daño les hizo.
Siguiendo con la temática de los amores que nos rompieron el alma, Morat entonaba una de sus canciones más tristes, Yo no merezco volver, con un magistral show de fuegos artificiales que seguía en lo que ellos retornaban a la tarima principal e Isaza se bajaba del escenario para cantar junto a su público Tarde. De ahí, el sonido de los instrumentos se tornaba más rockero con Feo.
“Nos hacía falta una frase simple pero contundente y se nos ocurrió esto: Quédate otra vez, quédate toda la noche, quédate más de las doce”, gritaba Isaza para introducir otro de sus más grandes éxitos: No se va. Mientras Simón se dejaba llevar por la música para bailar con total libertad, tanto Villa como Isaza recorrían la pasarela gritando “¡Qué lindo Lima!”. El espectáculo siguió su curso con Salir con vida y, de ahí, Villa anunciaba que el show ya llegaba a su fin destacando que a veces lo más difícil es luchar contra lo inolvidable.
“Porque lo más bonito es soñar acompañado”, era la frase que precedió a Enamórate de alguien más, esa canción en la que, con el corazón desgarrado y con mucho dolor, le pedimos a nuestro examor que, por favor, esté con otra persona más porque sino no lograremos olvidarlo. Y, para calmar la tristeza que inundó en el Nacional, Morat canta Por si no te vuelvo a ver, una melodía más alegre que nos recuerda a esos amores efímeros, pero intensos, de verano.
Luego, ya casi acabando el show, fue momento de inyectar en el público la mayor energía posible con sus canciones mucho más potentes: Amor con hielo, París, Llamada Perdida y, cómo no podía ser de otra, Besos en guerra. “Quiero que todo el mundo salte como si su vida dependiera de ello”, fue la señal de Isaza para que más confetti cayera del cielo, las luces golpearan con toda su furia y, tanto la agrupación como su público, dejarán el alma para entonar este clásico con su infaltable ““¡Oh, oh, oh!” cantado a viva voz.
Finalmente, la noche se terminó, en el Estadio el sol salió y, a las once de la noche, Morat volvía al escenario con un vestuario más colorido para advertirnos que ya había amanecido. Faltas tú fue la última que tocaron y con un, “muchísimas gracias, Lima”, se despidieron de sus enamoratos pidiéndoles que por favor nunca dejen de soñar, pues ahora ellos se van a hacerlo con los demás países que los esperan.