Cada 14 de octubre, Día Mundial de la Donación de Órganos, Tejidos y Trasplantes, destaca la lucha de familias que necesitan trasplantes para salvar vidas. Las bajas tasas de donación en nuestro país evidencian la urgente necesidad de fomentar una cultura solidaria que brinde una segunda oportunidad a quienes lo requieren.
Por Cynthia Carmen y Daniela Ramos
Las enfermedades no eligen a quién atacar, ni respetan edad, salud o sueños. En esos momentos de vulnerabilidad, la donación de órganos puede ser un rayo de esperanza, transformando la vida de un paciente y devolviéndole la capacidad de soñar. Danitza, madre de dos pequeñas, vivía feliz junto a su familia, hasta que su hija Kiara, con tan solo dos años, fue diagnosticada con leucemia. La vida de esta familia dio un giro inesperado, enfocando todos sus esfuerzos en salvarla. Con el paso del tiempo, los riñones de Kiara fallaron y se hizo necesario un trasplante.
Cuando los médicos sugirieron la posibilidad de un trasplante, el protocolo exigía verificar la compatibilidad de los padres. Sin embargo, ambos resultaron contradictorios. La hermana mayor de Kiara también fue evaluada, pero no era una donante viable. Desesperados por salvar a su hija, mientras la leucemia y el fallo renal persistían y la lista de espera no avanzaba, la familia exploró otras opciones. Las células madre extraídas del cordón umbilical de un futuro bebé podrían aliviar las afecciones de Kiara.
Al nacer su nuevo hermano, Alejandro, las células madre extraídas de su cordón umbilical permitieron probar un ensayo médico en Kiara. Hoy, con 13 años, ella sigue luchando y desafiando las expectativas médicas, a pesar de haber sido declarada desahuciada en varias ocasiones. Pero, ¿qué hubiera pasado si hubiera existido un donante compatible desde el principio? La realidad es que muchos pacientes, como Kiara, dependen de algo más que el esfuerzo de sus familias: necesitan un sistema de salud y una red de donantes que les ofrezcan esperanza en el momento justo.
Un salvavidas ausente
A nivel internacional, son distintas las realidades que enfrentan los distintos países en torno a la donación de órganos y trasplantes. Mientras algunos países europeos como España, Portugal y Croacia han liderado en la creación de sistemas eficientes de donación gracias a sólidas políticas gubernamentales y campañas de concienciación pública, países latinoamericanos han mostrado un descenso en sus tasas de donación entre los años 2019 y 2020, según la Organización Mundial de la Salud.
Los países enfrentan desafíos desiguales entre sí, especialmente aquellos que carecen de la infraestructura médica adecuada y de los recursos necesarios para implementar programas de donación de órganos. En muchas regiones de Latinoamérica, la insuficiencia de recursos y la limitada concientización pública dificultan los esfuerzos por aumentar las tasas de donación. Además, las fallas en los sistemas de salud y las largas listas de espera son obstáculos adicionales para que los pacientes accedan a trasplantes que pueden ser vitales para su supervivencia.
Por el contrario, las naciones con sistemas de salud más desarrollados, respaldados por la colaboración entre gobiernos, hospitales y organizaciones no gubernamentales, han logrado facilitar un acceso más equitativo a los trasplantes. En ese aspecto, se destaca la relevancia de implementar políticas nacionales y realizar inversiones estratégicas para salvar el mayor número de vidas posible. En el caso peruano, el año 2023 cerró con 561 trasplantes, siendo las córneas y riñones los mayormente realizados. Los más complejos, como los de corazón y pulmón, solo se realizaron 8 y 1, respectivamente.
Aunque las cifras parecen positivas, la realidad es que detrás de estos trasplantes hay aproximadamente 6,800 personas en lista de espera, esperando que una donación les salve la vida. Estadísticamente, el gobierno peruano reportó que hay 1.9 donantes por cada millón de habitantes, lo cual es alarmante en comparación con otros países de la región y del mundo. Refleja no únicamente la falta de conciencia de la población sobre ser donante, sino la necesidad de políticas efectivas que fomenten la cultura de donación en nuestro país.
Historias de coraje
La vida de una familia puede cambiar en tan solo un instante en la fría sala de un consultorio médico, sobre todo cuando son informados de que uno de sus integrantes necesita un trasplante de algún órgano para salvar su vida. Esta noticia transforma la rutina en una lucha diaria, llena de incertidumbre por encontrar un donante. El primer equipo que se presenta ante esta dificultad es la familia; el protocolo indica que se debe verificar la compatibilidad de los padres y hermanos.
Carlos, el más pequeño de los Arata, tuvo la suerte de que su hermano mayor, Piero, fuera compatible para la donación de médula ósea que necesitaba para salvarse de la leucemia. Tras permanecer internados varios días en habitaciones separadas, se llevó a cabo el esperado trasplante que salvó la vida del ahora adolescente Carlos.
“Perdí varias semanas de clase entre la preparación y el proceso de recuperación del trasplante. Me pusieron en cuarentena en el hospital para que no me enfermara, pero sabía que no importaba con tal de que Carlos se mejorara”, comenta Piero. A pesar de ser un niño cuando ocurrió este hecho, él recuerda que a su corta edad sí comprendía la magnitud de la enfermedad que atacaba a su pequeño hermano y la necesidad de ayudarlo.
“Recuerdo que mis papás me llevaban mis juguetes al hospital, ellos se esforzaban por hacerme feliz aunque mi vida pasaba por peligro en ese momento”, indica Carlos. El apoyo de los padres fue indispensable para que ambos hermanos enfrentaran la dura realidad que les tocó vivir. La presencia constante de su familia le brindó no solo la fortaleza emocional que necesitaba, sino también una sensación de normalidad en medio de la adversidad. Hoy en día, él vive tranquilo tras varios años de la donación de médula que le dio su propio hermano.
Al igual que Carlos, la historia de Rocío Saboya tiene un final feliz gracias al apoyo incondicional de un familiar. Todo comenzó con lo que parecía ser un simple examen de rutina, pero los resultados revelaron una realidad devastadora: se encontraba en la etapa 5 de insuficiencia renal. A pesar del impacto emocional, ella no tuvo tiempo de procesar lo que estaba ocurriendo, pues en cuestión de días ya estaba recibiendo su primera sesión de diálisis. A partir de ahí, comenzó una carrera contra el reloj para estabilizar su condición mientras esperaba la posibilidad de un trasplante renal.
En Perú, acceder a un trasplante de riñón puede ser un proceso largo y complicado, y Rocío sabía que había dos opciones: encontrar un donante vivo, preferentemente un familiar cercano, o ingresar a una larga lista de espera. Afortunadamente, Guillermo, su hermano mayor de 31 años, se ofreció como donante. “Sin pensarlo dos veces, me dijo: ‘yo tengo dos, te puedo dar uno’”, recuerda con una sonrisa nostálgica.
Aunque el trámite fue largo y lleno de incertidumbre, ambos resultaron compatibles tras varios exámenes exhaustivos. Un año después de su diagnóstico, Rocío recibió el trasplante que necesitaba. Ella comenta que ya no es la misma de antes y que ahora es consciente de la importancia de tener una cultura de donación. “Si hubieran más Guillermos en este mundo que tuvieran toda esa predisposición de poder ayudar al prójimo, muchas personas podrían tener una nueva vida, volverían a nacer, como a mí me pasó, que volví a nacer”, relató.
Un cambio que salva vidas (desafíos de donación de órganos y cambios de la ley)
Un solo donante puede salvar hasta 9 vidas; sin embargo, la falta de una cultura de donación de órganos en nuestro país dificulta la reducción de la angustiosa lista de espera. Una de las barreras principales para el aumento del porcentaje de donaciones era que la decisión final sobre estas a menudo recaía en los familiares del fallecido. Esto podía resultar en situaciones donde ellos deciden no proceder con la donación, incluso si el potencial donante había manifestado su deseo en vida.
Es en mayo del 2023 que aparece una aparente solución a este problema. La ley N° 31756, que establece la presunción de donación de órganos en todos los DNI que están siendo renovados o tramitados por primera vez, es decir, ahora todos los ciudadanos son considerados donantes a menos que expresen lo contrario. Inspirada en el sistema de donación regido en España, el cual maneja una gestión eficaz y rápida en la red hospitalaria cuando se identifica a un posible donante, su aplicación en el territorio nacional puede no estar del todo establecida.
En los pasillos del hospital en el cual estuvo numerosas veces, Rocío Saboya revela lo que el personal de salud enfrenta día a día. “La realidad es que, para un paciente cadavérico, siempre y cuando el familiar acepte que se haga la donación de órganos, se realiza. De lo contrario, no procede, aunque en tu DNI diga que sí”, explica.
Lo cierto es que aún queda un camino largo por recorrer en materia de políticas que favorezcan la promoción de una cultura de donación. Juan Almeyda, director general de donaciones, trasplantes y banco de sangre del Minsa, expresó para el diario El Comercio que, a pesar del camino esperanzador de esta ley, su éxito depende de otros factores claves como la educación, concientización y eliminación de ciertos mitos y creencias que acompañan.
Desafiando mitos para regalar vida
Aunque las recientes políticas que modifican la condición de donantes en Perú han cambiado desde el 2023, es importante reconocer que gran parte de la responsabilidad para aumentar la tasa de donación sigue recayendo en la población. Dentro de la sociedad peruana, existen ciertas creencias y mitos que dificultan el proceso de donación de órganos. Uno de los más comunes es la creencia de que, si estamos gravemente enfermos, los médicos podrían dejar de hacer lo posible por salvarnos al saber que somos donantes de órganos.
Esto es incorrecto tanto a nivel nacional como internacional. El Código Internacional de Ética Médica de la Asociación Médica Mundial y la Ley General de Salud de Perú (Ley N.º 26842) establece que la atención médica debe ser imparcial y centrada en preservar la vida del paciente. El protocolo para considerar la donación de órganos solo se activa una vez que se ha declarado el fallecimiento o se han agotado todos los recursos posibles para salvar la vida del paciente.
Este mito es perjudicial porque mina la confianza en el personal de salud y en el sistema de donación de órganos. Es crucial que la ciudadanía comprenda que la ética médica y las leyes garantizan la protección de la vida del paciente por encima de todo.
Una segunda creencia bastante difundida es considerar como potenciales donantes solo a personas jóvenes. En realidad, no existe un límite de edad para ser donante, pues lo que prevalece es el estado de los órganos y tejidos. Antes de proceder a la donación, se realiza una evaluación médica minuciosa para examinar el estado funcional de cada órgano y tejido, con el fin de garantizar que sean aptos para el trasplante, independientemente de la edad del donante.
Incluso si los órganos de una persona mayor no son aptos para trasplante, tejidos como las córneas, la piel y las válvulas cardíacas pueden ser idóneos, mejorando así la calidad de vida de los receptores. Cada caso es evaluado de manera individual para identificar la mejor oportunidad para los pacientes que necesitan un trasplante “Entiendo que pueda haber temores o creencias alrededor de la donación, pero lo más importante es pensar que podemos salvar a una persona. En mi caso, salvé a mi hermano; era lo que debía hacer”, comenta Piero Arata.
Por otro lado, la fuerte conexión de la sociedad peruana con la religión católica se refleja en la negativa de algunas familias a aceptar la donación de órganos, a menudo fundamentada en creencias religiosas. No obstante, es fundamental aclarar que, en contraste con esta perspectiva, la mayoría de las religiones, incluyendo el catolicismo, el islam y el judaísmo, apoyan la donación como un acto de caridad y generosidad. Por ejemplo, la Iglesia Católica alienta a sus fieles a ser donantes, considerándolo un acto noble y altruista.
“Durante todo este camino, siempre nos hemos sentido protegidos en la fe en Dios (…) Esto no se ha acabado, seguimos luchando por Kiara. Son muchas las familias que se verían beneficiadas con tan sólo 1 donante”, declara Danitza Motta, madre de Kiara.
Comprender la realidad detrás de los mitos sobre la donación de órganos y tejidos es esencial para fortalecer nuestro sistema de salud, haciéndolo más justo y eficiente. Cada persona tiene el poder de marcar una diferencia en la vida de otra al convertirse en donante. Al compartir el regalo de la vida, no solo estamos salvando vidas, sino también sembrando esperanza en nuestra comunidad. Ser donante es un acto de generosidad que trasciende lo individual; es una oportunidad para expandir la vida y el bienestar de quienes nos rodean, creando lazos de solidaridad que perduran.