La niña que no le gusta la sopa está de fiesta: ¡Felices 60 años Mafalda!

“¿Limpio todos los países o sólo los que tienen malos gobiernos?”, preguntaba esta curiosa niña a su madre. El humor, la sátira y la irreverencia que Quino reflejó en Mafalda la hicieron inolvidable para toda una generación, sobre todo para sus más grandes fanáticos.

Por: Noelia Manrique y Enrique Límaco

Corría el 27 de septiembre de 1964 cuando en todos los quioscos argentinos se publicaba una nueva edición del diario Primera Plana. Allí, en medio de su páginas, la tierra del tango fue testigo de la primera aparición de las tiras de una niña que revolucionaría nuestra manera de ver el mundo. Mafalda es un icono para toda una generación y, 60 años después, su legado sigue vivo.

En el sitio oficial de Quino, bajo temáticas específicas sobre el amor, el feminismo y el medio ambiente, se publica contenido sobre ella en países como Portugal o Rumanía. Mientras que, en Perú, el distrito limeño de Barranco tiene el privilegio de poseer una de las siete esculturas que existen de ella a nivel mundial. Usando un vestido amarillo, color caracteristico de la capital peruana, se suma a las tres estatuas de Argentina, dos en España y una en Venezuela.

Sin embargo, su vigencia, influencia y relevancia van mucho más allá de lo que se ve a simple vista. ¿Cuál es la magia que se esconde detrás de esta historieta que cuestiona a los grandes poderes de la humanidad desde la mirada inocente de una niña curiosa? 

Nace una revolucionaria

La década de 1960 estuvo marcada por todo tipo de transformaciones culturales y eventos históricos que cambiaron el panorama mundial radicalmente. En medio de la guerra de Vietnam, la revolución cubana, la segunda ola feminista y el apogeo del rock con The Beatles a la cabeza, una pequeña niña alzaba su voz en reclamo hacia la demanda social.

Un círculo, un cuadrado y un rectángulo concentraron por casi 10 años el humor y la crítica ácida de Quino, y para Óscar Quezada, autor del libro Mundo mezquino, su concepto va mucho más allá. “Mafalda representa a una niña singular que rompe un patrón, un paradigma y un código, pues el desarrollo intelectual y la potencia de su personaje tienen una fuerza alejada de lo común”, destaca.

Esta nena argentina de cabello crespo y desordenado se le pasa viendo las noticias, cuestionando y preguntándose tanto sobre el planeta como el accionar del ser humano. Pero lo que la hizo diferente fue que, aunque se la presentara como una niña de 6 años, sus dudas tuvieran tanta carga filosófica y social. Ella sueña con estudiar traducción y volverse intérprete en la ONU para hacer de este mundo un lugar mejor. 

Según el destacado escritor y exrector de nuestra casa de estudios, Mafalda sale del universo de la niña convencional por su manera de pensar, de ser y de actuar. Su personalidad contrasta totalmente con la del resto de sus amiguitos. Su grupo está conformado por el soñador Felipe, el emprendedor Manolito, la tradicional Susanita, el ingenuo Miguelito y la tajante Libertad. Entretanto, ella es una niña irreverente que siempre tiene algo por decir y que deja pensando a todo el que la lea.

Un gran ejemplo es la viñeta en la que Mafalda describe la cachiporra de los policías como “el palito de abollar ideologías”. O aquella de junio de 1966 en la que ella, en un primerísimo primer plano, exclama “entonces, eso que me enseñaron en la escuela…”, haciendo referencia al reemplazo de la democracia por el autoritarismo ante el golpe militar y el ascenso al poder del teniente Juan Manuel Onganía en Argentina.

Sin embargo, si bien durante su época de tiraje la censura estaba a la orden del día, Quino logró hacerle frente. Ante los ojos de los mandatarios, Mafalda era una inofensiva historia para niños, aunque la realidad es otra. Según Quezada, la genialidad del caricaturista para expresarse gráficamente le permitió protestar a través de sus ilustraciones.

Así, para las autoridades, aparentemente, no había nada peligroso, pero estos dibujos encierran un potente mensaje de reclamo. Óscar afirma que la perfecta simbiosis que el artista construyó entre su estilo satírico y beligerante para comentar situaciones nacionales e internacionales, así como su capacidad para simplificar temas complejos, fueron lo que le permitió a Mafalda sostenerse en el tiempo.

Conquistando mentes, alegrando corazones 

Julieta Villagarcía tenía 5 años de edad cuando se topó con la tapa colorida de un libro cuya portada tenía a una pequeña que la miraba fijamente. “Mafalda y digo yo” fue el primer contacto que tuvo con este icónico personaje y, a pesar de que en ese entonces todavía no sabía leer, quedó cautivada por las imágenes. Sin embargo, por cosas de la vida, el libro se perdió.

“Apareció después de años, cuando estaba en secundaria y ya sabía leer. Recuerdo pasar mi tiempo libre revisándolo mil veces y entendiendo mejor cada mensaje. Mi amor por ella era tanto que hasta tenía un póster en mi cuarto y uno de los regalos más lindos que me dio mi papá fue un compendio que contenía todas las tiras de Mafalda”, cuenta nostálgica.

Y fue por esta afición que, inspirándose en el espíritu emprendedor y trabajador de Manolito, su personaje favorito de toda la historieta, se dedica a vender productos licenciados de Mafalda aquí en Perú. Ella sabe perfectamente que no es la única que adora a esta nena rebelde. “Ella es idealista, sueña con mejorar el mundo, que haya paz, que nadie pase hambre y que el medio ambiente esté a salvo. El mismo ideal que todavía perseguimos. Por eso, ella y su forma de pensar continuará presente”, declara esperanzada.

Al igual que Julieta, César Loli, docente de Audiovisuales de nuestra facultad, también cree firmemente que la genialidad de esta viñeta es su atemporalidad. Las diferencias, el egoísmo y la falta de comunicación que ella tanto critica siguen siendo un problema actual. “Desde su mirada infantil e inocente, pero cargada de cuestionamientos, Mafalda hace una crítica a muchas problemáticas sociales, nos invita a reflexionar sobre nuestra naturaleza como seres humanos y se atreve a ser directa con lo que piensa”, denota mientras se le vienen a la mente los recuerdos de su infancia.

Desde antes que naciera, ya estaban en su casa los doce números de esta historia, como también diferentes colecciones. Su familia solía leérselas y, cuando él pudo hacerlo por sí mismo, nunca paró. Conforme crecía, encontraba nuevos mensajes ocultos que lo hacían releer para seguir descubriendo qué había detrás de esta niña preguntona, su familia y amiguitos.

Algo similar le sucedió a Miguel Bernal, profesor de Artes Visuales quien la conoció a los 9 años de edad cuando encontró en casa de sus tíos todas las tiras cómicas de Mafalda y así se volvió fanático de ella. Especialmente, porque uno de los chicos de la historieta se llama como él: Miguelito. “Un niño ingenuo que pensaba demasiado con el corazón y no de forma lógica, tal como yo a esa edad. Aunque también la timidez, actitud soñadora y hasta, debo admitir, que sus ganas de no ir al colegio de Felipe me identificaban bastante”, relata entre risas. 

Sin embargo, su conexión con esta viñeta va mucho más allá. Para Bernal, sus posturas políticas están influenciadas por Mafalda. Una visión sin extremismos, observando las cosas de manera pausada y tranquila, pero sin dejar de analizar y profundizar en el trasfondo de las situaciones. Para él, eso caracteriza la filosofía de Quino con la que tanto simpatiza.

“Nos enseña a pensar las cosas antes de decirlas en un mundo tan polarizado. Cuando uno la lee, se notan cosas muy bien estructuradas y una inmensa cantidad de conocimiento contenido en un ser tan chiquitito”, agrega emocionado. De esa manera, todo lo que habla Mafalda son problemas graves y sin tapujos, tal como lo haría una niña.

Perdurando en la memoria

Por esa razón, este personaje logra calar en los corazones de personas de todas las edades y de todas partes del mundo. María Gizelly, una joven brasileña de 25 años, tiene una cuenta en Instagram dedicada exclusivamente para Mafalda. Y, pese a que la conoció cuando se enteró de la muerte de Quino, esto no impidió que se enamorará de la viñeta.

“Quedé encantada con ella por su forma de mirar el mundo, pero también conecté muy rápido porque me veo a mí misma en los personajes. Mientras que ambas somos fanáticas de los Beatles, soy tan amante de los cómics como Felipe”, nos revela con una sonrisa de oreja a oreja. 

A pesar de no hablar muy bien el español, los mensajes de Mafalda resonaron profundamente en su mente. Desde frases como “la vida es linda, lo malo es que muchos confunden lindo con fácil” o la escena en que esta satírica niña le pregunta a su madre si para limpiar el globo terráqueo debe hacerlo con todos los países o solamente los que tienen malos gobiernos, Quino fue realmente un genio para Gizelly.

Lo mismo que piensa Lucía Valencia, estudiante de la facultad de 19 años que adora a este personaje con locura. No solo porque se refleja mucho en ella, sino también por ser el punto de unión con su mamá, quien desde siempre le comenta cuánto se parece a esta curiosa niña.

“A mi tampoco me gusta tomar sopa y nunca me quedo callada, pues eso es lo que aprendí de ella. También me enseñó a cuestionar, a quererme a mí misma y a no tener miedo de expresar lo que realmente pienso”, expresa conmovida. Ella encontró en Mafalda un ícono transversal que llama la atención por su humor y la semilla de empoderamiento que planta en cada uno de sus lectores. 

Sin embargo, para que siga vigente, es importante acercarla a las nuevas generaciones. En ese contexto, la labor de María Francisca Chunga es vital. Ella es profesora de jardín en la ciudad de Trujillo y, como también es seguidora de esta niña traviesa, le comparte a sus alumnos sus enseñanzas. “Les muestro cómo ella se comporta con su familia, cómo convive con sus amigos, sus diferentes formas de responder y hasta cuándo no cumple con las normas’, menciona. Pero el mensaje más importante para ella es el que le transmite a las mujeres sobre salir adelante, de estudiar y no quedarse ignorantes.

Por eso, aparte de su labor como docente, ella también se sintió motivada a crear su propio emprendimiento, Mafalda’s Boutique. Allí ofrece otras versiones de los productos que ella colecciona: cuadros, pinturas, polos, sencilleras, carteras y hasta decoraciones para cumpleaños, tal como las que utiliza para sus propias fiestas.

Por tales motivos, aunque ya esté por cumplir seis décadas, Mafalda es una niña que, a pesar del tiempo, la gente la quiere y la seguirá queriendo. Si su crítica ácida e irónica logró sobrevivir a la represión que hubo en Argentina durante los 60, no cabe duda de que su legado de amor, de hermandad y, específicamente, sus ganas de querer curar a este mundo enfermo seguirán repercutiendo por mucho tiempo.

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