Alex Huerta Mercado, doctor en antropología, analiza el descontento de la ciudadanía y la ausencia de marchas en las calles del país. A más de un año y medio desde que Dina Boluarte asumiera la Presidencia de la República, la población se encuentra disconforme con su gestión, mientras que su credibilidad disminuye.
Por Alexandra Huerta Mercado Vivar
La presidenta Dina Boluarte no goza de legitimidad. Esto, en gran medida, se debe a la violencia usada por las fuerzas del orden durante las protestas desarrolladas entre diciembre y febrero del 2023 contra su gestión, el caso “Rolex” y el eterno silencio que tiene frente a la prensa. Según el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), el 86% de los peruanos desaprueba su gestión. Sin embargo, las calles están calladas. La ciudadanía, a pesar de su descontento y desilusión con la clase política, ha optado por frenar las manifestaciones masivas vistas en años anteriores. Por ello, conversamos con Alex Huerta Mercado, doctor en antropología por la Universidad de Nueva York para analizar este fenómeno.
¿A qué se debe esta falta de protestas? ¿Qué factores las limitan?
-No descarto que, en algún momento, haya protestas, porque no se puede predecir mucho en Perú. Es muy cambiante la situación. Efectivamente, estamos en un tipo de gobierno liminal de tránsito. La desaprobación es fuerte. También existe toda una discusión acerca del poder que tiene el Congreso. Eso junto a las cifras de pobreza y delincuencia son interesantes porque Dina [Boluarte] intentó que no salieran públicamente; sin embargo, salieron.
Pedro Castillo, ¿estuvo a la altura de su gestión?
Castillo demostró no tener la talla, pero era percibido como un presidente del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. El hecho de que lo hayan destituido es visto, por gran parte de sus votantes, como “Nos habían quitado al presidente que habíamos puesto”. Entonces, gran parte del sur [del Perú] quiere que se ponga a Castillo de vuelta. Mientras que los progresistas en Lima piden nuevas elecciones y exigen que el Congreso se vaya. Otro sector prefiere mantener a Dina. La situación está demasiado fragmentada y la izquierda ha perdido bastante legitimidad.
Y ¿por qué la izquierda no se manifiesta?
-Desde hace un tiempo, la izquierda ha tenido problemas porque el Perú se ha dividido entre fujimoristas y antifujimoristas. En los últimos tiempos, definitivamente, quien ha ganado las elecciones es, como quien dice, el “mal menor”. Esto es interesante porque esta ideología se ha unido a ese mal menor, cosa que ha venido haciéndose desde los outsiders, una vez que llegan al poder, dejan a la izquierda de lado.
¿Ese no es el único motivo?
-Los problemas económicos también son un factor. Es una crisis que, silenciosamente, nos ha calado mucho, sobre todo después de la pandemia, que lo que hizo fue desnudar un montón de cosas. Creíamos que estábamos en una bonanza; sin embargo, la gente vive del día a día. Una idea de supervivencia muy prevalente, que hace que sea muy difícil el compromiso político. Hay una idea de pragmatismo.
En el caso de Merino, a mitad de la pandemia, a pesar de los problemas económicos y de salud que atravesaba el país, la ciudadanía salió a las calles
–Fue interesante porque ahí ya se comenzaba a notar un debilitamiento de las convocatorias de los partidos de izquierda. Eran los tiktokers, influencers u otras tribus urbanas que se reunían a protestar. Pero también hay una suerte de decepción sobre la clase política. Hay una percepción muy común sobre que los políticos son una casta que roba.
Pero con Dina Boluarte, no es el caso, las calles están silenciosas, ¿a qué se debe?
-Hay un sentimiento de “Sacamos a Dina, pero ¿qué viene? Si lo que hubo después de Merino no fue mejor, incluso podría ser peor”. Hay una tendencia a no avizorar que haya un cambio, que haya un líder que articule las necesidades, etcétera. Dina es considerada como una transición permanente, como en realidad se percibe a lo que es la situación política peruana.
Ahora con tantas redes sociales y con tantos medios de comunicación, ¿la gente joven no se puede reunir a protestar en algo que tanto izquierda como derecha está de acuerdo?
-Las redes sociales lo que han fomentado es dos cosas en cuanto a la política en los jóvenes. La primera es la fragmentación del consumo, un individualismo bárbaro en el consumo. Por otro lado, siguiendo con eso, la individualización. Esto evita toda suerte de gestos de grupo. Asimismo, la discusión política e ideológica se ha empobrecido tremendamente.
¿Cuál es el motivo?
-La discusión política, que podría haber en Internet, se basa en funar, lo que se refiere a un “apanado mediático”. El Internet es una plantilla de “estás conmigo o estás en contra mía”, no responde a otra cosa más. No son espacios de diálogo como antaño.
¿Por qué la izquierda del sur, como la limeña, no se quiere juntar?
-Mientras que la izquierda progresista, clase media, está centrada en discursos de género, igualdad de derechos, minorías, que son muy necesarios, existe otra parte que lo que necesita es sobrevivir el día a día. La izquierda nunca ha tenido un consenso en el Perú. Nunca supo unirse. La esperanza era Verónica Mendoza, pero se volvió a fragmentar. Aunque han mantenido cosas muy importantes como son la lucha por los derechos sociales. Esto le ha dado mucho poder en los jóvenes.
¿La juventud peruana tiene cierta apatía hacia la política?
–Los jóvenes ya no leen Marx, ya no hay una ideología. Se han vuelto más emocionales y han tomado un sentido de frustración por el contexto en que se encuentran. Están en un estado de “sálvese quien pueda”, porque es obvio, tienen que sobrevivir.
La derecha tampoco quiere a Dina, ¿qué pasó?
Ya nadie se acepta como derecha general. Dicen que somos centros, liberales, que promueven una economía liberal de mercado y los derechos individuales. El problema es que, generalmente, la imagen que tienen ante la población es de empresarios egoístas. Son vistos como los malos de la película, entonces, emocionalmente también son percibidos así. Un problema en Perú es que no hay ideología, no hay participación política. Los jóvenes, realmente no están participando en política. No hay partidos políticos.
Y ¿los líderes políticos?
Se ha perdido totalmente la fe en ellos. Porque se han dado cuenta de que no tienen una base sólida. Generalmente, pueden apoyar a gobiernos que terminan siendo muy corruptos o muy torpes. Entonces, hay decepción de haber apoyado gente que después no dio la talla.
Si la ciudadanía está agotada y harta, ¿por qué no se usa esa misma energía para protestar contra este gobierno?
Porque queda muy claro que este gobierno es represor. Entonces, tampoco hay aliados dentro del gobierno, ni del Congreso. No existen estamentos en donde una protesta pueda tener intermediarios que lleguen al gobierno.
¿Es por las medidas que se tomaron?
Lo que hay es una suerte de policías represores. Hay muertos y nadie responde por ellos. Queda muy claro que, si los muertos no han sido en Lima, terminan siendo anónimos.
Esta situación ya cansa a los ciudadanos, ¿hay esperanza? No es que el peruano no quiera marchar, sino que no hay una vocación de organización de marchas. Hay una suerte de decepción con respecto a la política, incluso de la política que organiza las marchas. Y hay una tendencia a la supervivencia inmediata porque existe una pérdida de fe en los líderes políticos, incluso los rebeldes.