Entre risas y charlas animadas, rodeados de flores de cerezo, los clientes vestidos de sus ídolos del anime disfrutan de la pegajosa melodía del j-pop mientras son cautivados por la gracia de unas camareras transformadas en adorables sirvientas con orejas y colas de gato. Pero, también, surgen voces que critican la cosificación en las jóvenes meseras, poniendo en el centro del debate al único Maid Café permanente en el Perú.
*Texto realizado para el curso Crónicas y Entrevistas
Por Igor García
Starbucks afirma que ofrece una experiencia única y diferente como café, pero ¿qué tan distinta es? En el oasis de los otakus ubicado en el Centro Comercial de Arenales en Lince, una marea de almas devotas a la animación japonesa deambula por los pasillos. Son las 6 pm de un sábado y, bajo el resplandor de luces artificiales, un local destaca como un faro en la noche, atrayendo a sus fieles seguidores. En la antesala de “Mew Mew Coffee”, una multitud se alinea como si fuera un desfile hacia las puertas del Edén. Una vez dentro, cada uno de ellos son transportados a su mundo de ensueño, donde las meseras atienden a los comensales a través de un servicio personalizado, con bailes y juegos, mientras el j-pop resuena con alegría en las entrañas de cada asistente.
El anime en Lima
El crepúsculo, con su encanto hipnótico, entra en la escena limeña desplegando sus pinceladas doradas sobre la ciudad. Mientras algunos se rinden ante su atractivo, otros ignoran su llamado, adentrándose en un imponente laberinto, el Centro Comercial de Arenales, donde el anime indiscutiblemente toma el rol protagónico, un vasto océano en el que los corazones de los aficionados navegan entre los puestos como islas de fantasía. Desde libros, mangas y videojuegos que te sumergen a otros mundos hasta cosplays y prendas de vestir con temática de aclamadas series que se convertirán próximamente en la piel de muchos amantes del anime.
En lo más alto de la torre, en el quinto y último piso, el patio de comidas ofrece diferentes tipos de banquetes. En su cercanía, ubicado en el local 5-11, se encuentra Mew Mew Coffee, el cual atiende de martes a jueves de 1 p.m. a 8 p.m. y de viernes a domingo de 1 p.m. a 9 p.m. Un Maid Café inaugurado en el año 2021 con la siguiente temática: meseras denominadas “maids”, vestidas con trajes tradicionales de sirvientas inglesas del siglo XX que adoptó la cultura japonesa, quienes deben tratar a cada cliente como si fuesen parte de la nobleza, colmándolos de atenciones.
El local surgió debido a la fiebre otaku, una pasión que ha ido aumentando a lo largo de los últimos años. Tal fervor queda demostrado en la tendencia de los Maids Café, que sembraron sus primeras semillas en Perú alrededor del 2012 con dos emprendimientos: Lovely Maid Café y Wakai Sekia. Desde entonces, nuevos brotes germinaron, entre ellos Mew Mew Coffee, cuyo peculiar nombre nació del amor por los felinos de los dueños del lugar, pues uno de sus gatos lleva el mismo nombre.
Al estilo otaku
Desde las afueras del local, la curiosidad se desliza entre los transeúntes que detienen su paso para echar un vistazo al café temático. Las paredes de cristal dejan entrever los destellos de una realidad alternativa. Un cartel colosal divulga el menú gastronómico y, a su lado, un cartón a tamaño real de una encantadora personaje de animación vestida de la misma forma que aquella joven con traje de sirvienta y rasgos animalescos que espera en la entrada invitando a entrar a las personas mientras baila al ritmo del j-pop.
Al entrar, la sensación de haber atravesado un portal mágico se desata, emergiendo en un mundo empapado de tonalidades pasteles y vivaces, similar a una paleta de un cuadro infantil. Las paredes están adornadas con cuadros de personajes de anime que emanan la misma energía que las célebres maids. A su vez, flores artificiales de un rosa pálido actúan como una ilusión al representar las flores de cerezo, plantas emblemáticas del país del sol naciente, dándole un toque más de la esencia japonesa a la atmósfera.
Hamburguesas, salchipapa, crepes y platos característicos de Japón como katsus, gyoza y ramen que rondan entre los 15 a 20 soles es lo que ofrece el Maid Café, una dimensión culinaria que combina lo peruano con lo japonés. De bebidas, teas japoneses, frozens, sparklings y postres como frappes o helados que cuestan entre 12 a 15 soles son néctares que despiertan los sentidos de los comensales. Y para aquellos que buscan una experiencia que va más allá de lo terrenal, cuentan con la joya de la carta a 40 soles, una copa de vodka.
Un pequeño grupo de adolescentes entra al café tarareando la música que reproduce el local, la más reproducida de Spotify en Japón del pasado año, el opening del anime Oshi No Ko del grupo musical Yoasabi. Las jóvenes se sientan en cómodos sillones, mientras observan lo que brinda la carta. “Todo se ve tan kawaii”, exclama Dana, quien recibe el apoyo de sus acompañantes. Las delicias servidas en el local son más que simples platillos, en ellos se pueden encontrar lienzos de gatos, conejos y perros a base de cremas que cobran vida como si fuesen criaturas salidas del anime. También, detalles como corazones y nubes que adornan el festín, satisfaciendo el placer visual de los clientes.
Un servicio diferente
En este rincón secreto de la ciudad, las maids son las protagonistas incuestionables. Estas enigmáticas damas, que suelen encontrarse entre una y dos atendiendo a la clientela, son sirenas que hipnotizan a los navegantes urbanos con su característico vestuario. Sus faldas y pantis cautivan a su público objetivo. Sus pies danzan en zapatos negros, mientras que las orejas, colas e incluso “manitas” de animales de peluche complementan el curioso outfit que visten.
Pese a que las maids brillan como astros a los ojos de los otakus, en realidad son unas simples jóvenes de entre 19 a 26 años que deben poseer cualidades específicas para ocupar un lugar en este cosmos imaginario. Antes de convertirse en estrellas, es necesario atravesar por un riguroso casting, donde se evalúa su capacidad de trato y atención al cliente, en el que se debe mostrar amabilidad y cercanía con el comensal. El desenvolvimiento en la pista de baile con música J-pop también es crucial para entretener a la clientela y la habilidad de maquillaje no se queda atrás, cada detalle cuenta para lograr la transformación ideal de una verdadera maid.
El momento en el que un cliente cruza la puerta, una maid lo acoge con un tono de voz suave, le asigna un asiento y le presenta la carta. Una vez elegido el festín, la maid registra su pedido y lo envía a la cocina donde el banquete tomará forma. “Veo que estás solo, ¿te gustaría jugar conmigo?, exclama la maid Momoko a un solitario huésped, ofreciendo su cálida compañía. Como parte del servicio, las maids exhiben tres juegos de mesa a escoger: Jenga, Uno y Poker, invitando a los comensales a sumergirse en la diversión mientras esperan sus aperitivos, especialmente cuando llegan en manada. Y cuando un explorador se aventura sin nadie, la maid se ofrece como compañera para este viaje lúdico. Sin embargo, a cambio de embarcarse en una odisea de entretenimiento, se requiere entregar el documento de identidad que será devuelto al término del juego, cuando el cliente esté satisfecho.
El gyoza, listo para deleitar a aquel comensal, fue servido en la mesa por la maid, quien le informó que para que el sabor sea mejor, realizarán un ritual encantado. “Furi furi, shaka shaka, moe moe, nya nya, pio pio, baku baku, doki doki, oishiku nare, ¡moe moe!”, recitaba la maid mientras con sus manos bailaban haciendo gestos de gato y finalizaban formando un corazón. El cliente, cautivado por el hechizo, repitió el conjuro con ella y, al concluir, ambos se rieron, como dos cómplices que acaban de compartir un secreto encantado.
La lista de música reproducida en el local alcanza una canción emblemática para los otakus: “Chika Dance”. En el instante que la maid escucha los compases iniciales, se para en medio de las mesas e informa a los presentes que bailará al son de la melodía. Algunos comensales sacan sus celulares para captar el momento, mientras que otros prefieren contemplar los pasos de la maid, fascinados por sus movimientos. Una vez terminado el baile, la maid, entre los aplausos del público, agradece con una reverencia y le recuerda a la clientela que pueden poner las canciones que deseen para disfrutar mejor de su estancia en el lugar.
Aficiones, cuestionamientos y peligros
Ahora me encuentro sumergido en el mundo alterno de Mew Mew Coffee, sintiéndome como un intruso en un sueño ajeno. A mi alrededor, personajes arrancados de animes realizan sus pedidos en una atmósfera que para ellos es familiar. Mientras tanto, vestido de manera casual, intento encontrar mi lugar sin suerte, aunque aquí todos seamos compatriotas, existe una diferencia entre mi realidad y la suya. Los clientes, peruanos y mestizos, como yo, han adoptado una segunda piel que los transforma en reflejos de sus aspiraciones japonesas, acercándolos a su lejano ideal, a su deseo de formar parte de una cultura distante a ellos.
“Ellas están siendo sexualizadas, me sorprende cómo permiten esto”, comenta Paolo, un joven ajeno a lo otaku, quien asistió por primera vez al local. Tras ver la manera en la que eran vestidas las maids, una preocupación creció en su interior. Criticó la cosificación por la que pasan estas jóvenes cosplayers. En un ambiente en el que se debería celebrar el amor por el anime y manga, no desaparecía la sensación de que había capas ocultas de sexualización y fetichismo.
A pesar de que la gran mayoría asistentes en el café son seguidores del anime, entre las sombras acechan depredadores con ojos de lujuria, que ponen su atención en las maids. Entre ellos, se identifican figuras como un hombre de edad avanzada y un padre de familia que arrastró a su pequeña hija al local, quienes, con miradas de deseo, demuestran sus malas intenciones. Por ello, para proteger a las doncellas, el café estableció un cartel de reglas que sirve como escudo, el cual indica “no tocar a las maids, no stalkearlas y no pedirles información privada”. Pero, lamentablemente, incluso con dichas precauciones, el ambiente no está totalmente libre de tensión por el acoso de estas personas, lo cual significa un problema del día a día de las jóvenes maids.