Antes de que inicien los ‘claxons’ estridentes, los gritos de los ‘jaladores’, los saludos en la oficina o las clases pesadas, se necesita energía. En una ciudad tan exhaustiva como Lima, eso es complicado de conseguir, a no ser que te acerques a una carretilla de emolientes.
Por Nicolas Ballon Perea
Son las seis de la mañana, y la ciudad aún no despierta. Sin embargo, entre neblina y oscuridad aparece Emilia, una trabajadora de emoliente Santy, histórica carretilla que desde hace 20 años prepara contundentes y energéticos brebajes para un desayuno rápido y ‘maceta’ en el cruce de la vía expresa Paseo de la República y Angamos. Ella trabaja hace 15 años en este local, que, si bien en un inicio comenzó como algo improvisado, se consolidó con los años como un negocio redondo, que incluso, tiene sus hinchas.
Cada mañana, en Santy venden entre 100 y 150 emolientes, según lo que comenta Emilia y su compañero, Bryan. “Si hay buen día, hasta 200 fácil”, nos dice. Por más sorprendente que suene, no cuesta mucho creerle, pues en apenas 15 minutos en donde conversamos con ellos vendieron más de 10. La demanda se entiende, al ser el emoliente una bebida tan energética y natural. Si bien la mezcla de macerados y hierbas es lo que la hace un ‘levantamuertos’, Emilia nos dice que la receta suele variar respecto a cómo ve a sus clientes. “Mi papá me enseñó, pero siempre me dijo que el punto final lo colocaba yo. A veces las hago como quiero, si veo al cliente cansado lo acomodaré para que se despierte en una”, nos detalla entre risas.
Resulta particular, pues uno crece ‘sabiendo’ que el emoliente se prepara de ciertas maneras, pero parte del misticismo en la bebida está dentro de su preparación y cómo esta puede ir variando. “Las hierbas son fundamentales, en ella se concentra el punche”, añade Bryan, mientras mezcla nuestra bebida entre una jarra de metal y un vaso de plástico descartable. ¿Qué es lo que tiene lo que se ingiere? Más allá de la hierba luisa, la cola de caballo y otros aspectos generales que debe contener para el concentrado, en Santy nunca sabrás exactamente qué contiene la delicia que tomas. Pero, ¿Qué debe contener un emoliente más tradicional?
¿Tradición hecha franquicia?
Sucede algo muy distinto con Obdulia Panuera, que tiene un local con su nombre ubicado en pleno corazón de Barranco, pero que lleva años consolidado en este negocio de los emolientes. Pudimos conversar con ella, y nos sorprendió revelando que su historia inició a los 15 años, cuando dejó Abancay y llegó hasta Lima para estudiar enfermería. La vida tiene cambios extraños, pero dejar tu carrera a un año de terminarla para emprender un negocio desde cero, es otro nivel. Tan sorprendente como su creación resulta el sabor del emoliente que vende, que según la propia dueña del recinto, es diferente al de los demás.
“Lo que nos hace especial es que la maderación de la linaza y nuestras frutas están más concentradas, por eso te va a llenar. Es más contundente”, nos relata. Llama mucho la atención porque en Obdulia también ofrecen brebajes medicinales, derivados del emoliente que según afirma Panuera, permiten hacer más llevadera una gripe en pleno día laboral. “Los medicinales tienen diversas hierbas en verdad, no te van a curar de un resfriado pero lo harán más llevadero”, comenta.
Algo que llama la atención de Obdulia y su local es que adoptaron el estilo de su carretilla inicial a un concepto más empresarial, donde incluso venden por delivery, pero sin perder el sabor y su receta original. “Nosotros agarramos el concepto de la carretilla y lo refinamos con mejores ingredientes”, añade la dueña y creadora de una franquicia ya consolidada. Muchos podrán decir que la ‘experiencia carretillera’ del emoliente se pierde totalmente en lugares como estos, pero también uno debe reconocer que la mística de la bebida va de la mano con su evolución.
¿El tamaño sí importa?
Es conocida ya la contundencia del emoliente, pero algunos locales o puestos lo llevan a otro nivel, como José, que cuenta con una carretilla ubicada en la calle Carlos Arrieta, en Barranco. Este lugar congrega a cientas de personas cada mañana, pues su primicia de venta es algo verdaderamente particular, pues venden emolientes de un litro.
¿De dónde nació esta particular idea? Según el propio José, estaba cansado de que sus clientes siempre pidieran “yapa”, por lo que no tuvo mejor idea que empezar a vender vasos de un tamaño mucho mayor al normal. José ganó esta idea emprendedora desde muy pequeño, cuando su gusto por la medicina natural lo llevó a experimentar con recetas de emoliente, llevando a perfeccionar su receta con los años, utilizando diversas variedades de frutas y plantas. “La mayoría vende de a sol, pero mi gordito, de un litro, es más consistente y va más cargado”, comenta.
Sin punche nada levanta
No todo se trata de la receta, el tamaño, o los ingredientes. El emoliente de Claudio, ubicado en el mercado del barrio de San Roque, en Surco, es conocido por ser ‘maceta’. Según el propio dueño del local -entiéndase, se llama Claudio por algo-, su receta es tradicional, pero se reforzó a base de una desobediencia cuando era más joven. “Uno de mis tíos me enseñó a preparar emoliente, pero siempre me mandaba a la mierd* porque me pasaba con las frutas y los insumos”, nos dice soltando unas carcajadas. Resulta que el distintivo sabor de su local, que atrae a decenas de ‘hinchas’ de este brebaje, se hizo popular por un accidente. “Un día, le robé sus tragos a mi tío, y metí una combinación brava, pero bien malcriada. Pensé que no le iba a gustar, y cuando lo tomó me dijo que estaba buenazo”.
“Siempre le pongo harta linaza e insumos, para que se mantenga contundente. Ya tu sabes, tiene harto punche, sin eso no te levantas”, agrega. Claudio entiende muy bien que más allá de seguir una receta establecida, esta debe tener una dosis de poder adicional. El sabor de sus emolientes es sumamente intenso, y el concentrado resulta fuertemente agradable. De hecho, si se puede describir a Claudio y su sazón con una palabra es justamente “contundencia”.
Nosotros nos disponíamos a retirarnos en conjunto con nuestro equipo, pero el emolientero tenía algo más que decir. “Les tengo que revelar mi ingrediente secreto”. Claramente, ante algo así, no podíamos irnos. “Este emoliente está lleno de esfuerzo y cariño, por eso te sabe buenazo”, señaló. Esto impresiona, pues nuevamente concentra los valores del preparador de esta bebida, que más allá de entregar energía y poder, acumula las buenas intenciones desde un trabajador a otro, conociendo las necesidades, y sobre todo, lo que significa ser un ‘chambeador’.
Lo cotidiano siempre vence
Si bien uno pensará que la esencia del emoliente -entiéndase, fuera de su receta,- se concentra de forma más intensa en algunos de los lugares más conocidos para tomar esta tradicional bebida, probablemente nos estamos equivocando. El emoliente nació, creció y pertenece a las calles. Eso nos comenta Hernán, quien tiene su puesto de emoliente en la esquina de la avenida Ariosto Matellini con Paseo de la República, frente a la estación central del Metropolitano. “Llevo más de 8 años aquí, siempre vendiendo toda la producción”, nos detalla mientras nos prepara su emoliente. “Te veo cansao’ compare, le meteré más granadilla”, comenta entre risas. Al igual que en Santy, en la carretilla de Hernán los brebajes responden a la necesidad del consumidor.
“Mi viejita me enseñó a preparar esto, ella siempre me decía que le ponga harta fruta, así se concentra más”, precisa, mientras observamos pedazos de piña y lo que parece ser durazno deslizándose por el borde de nuestro vaso descartable. Probar la mezcla de Hernán es toda una experiencia, pero ¿Por qué no es tan conocido como los lugares mencionados? Seguramente la respuesta irá dirigida hacia que es un ‘emoliente de barrio’, uno genérico, sin ‘nada que lo haga particular o especial’, y es justamente esto último lo que lo hace más especial aún.
El emoliente, siendo una bebida tan tradicional y cimentada en la cultura peruana, concentra su misticismo en la cotidianidad. Es ese brebaje al que recurres para despertarte, para relajarte, o para hacer más ligero tu organismo, pero al mismo tiempo, al que llegas por su contundencia y sabor. Esa esencia, la identidad del emoliente, se concentra no en sus ingredientes, sino en su preparación, y es aquí donde los ‘maestros emolienteros’ ganan terreno.