Entre lo auténtico y lo falso: El emporio comercial que lucha contra lo “ilegal”

Gamarra, lugar donde la extorsión y la piratería abundan. Un espacio donde muchos emprendedores luchan, cada día, por ofertar sus originales productos, mientras que los comerciantes “piratas” venden similares diseños a precios atractivos para los clientes. 

Por Gerard Gorrio

Un bosque de cemento y cables, vestido en las telas más finas de Lima. Un bazar que es testigo del emprendimiento peruano, no solo por una tarde, sino en cada ocaso y alba que cubre sus grises paredes al año. Edificios y tiendas cubiertos por el aire cargado del aroma del algodón, el ceviche, el sudor y el polvo. Un nido de trabajadores legítimos y “falacios”.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

Una enredadera de ladrillos, cobre, vidrio y neón prevalece en el distrito de La Victória, donde muchos buscan el favor de la promesa que guarda el nombre. Esta decrépita lonja, dudosa de favor a primera vista, guarda el favor de la moda y la belleza en las prendas más únicas del mercado limeño. Sin embargo, esta genialidad original se ve opacada por otro negocio. Uno menos glamoroso, pero no menos laborioso, la piratería.

Gamarra es, prácticamente, sinónimo de la venta de lo ilegítimo. Las copias “cien por ciento peruanas”, son la razón por la cual el corazón de este circuito de mercaderes y bienes, sigue latiendo con fuerza hasta el día de hoy. No obstante, este es también su principal talón de Aquiles, debido a que la piratería desgarra más del 60% de los ingresos del emporio. Esto provoca pérdidas millonarias a la Asociación Empresarial Gamarra Perú, representada por Susana Saldaña, pero las personas van más allá de simples números y porcentajes.

Los muchos y los pocos

“Acá competimos con la piratería, todos los días”, dice Samuel, más conocido como el “Tío Sam” por sus vecinos comerciantes y amigos cercanos, lejanos, auténticos y falsos. Alza su voz para que esta no se vea perdida en el ir y venir de los vendedores y compradores, mientras que con un pañuelo se seca el sudor de su piel café brillosa y de su barbita negra y húmeda. Un emprendedor de un outlet de Gamarra, ubicado en Jr. Sebastián Barranca 1556, en el edificio “Paraíso de Gamarra”.

Este curtido vendedor cuenta con más de 10 años de experiencia en el juego del mercado de prendas y hasta el día de hoy el mismo problema perturba su progreso. La venta informal. “Lo original sale lento, mientras lo bamba y barato sale rápido. ¿Cómo podemos competir con un mercado que vende sus productos al 10% de su precio original?” Para Samuel, la piratería siempre se ha presentado como un mosquito persistente y molesto que perturba su paciencia y espíritu. Su negocio es una barcaza delicada y fina en un turbulento mar de mentiras y copias.

“Antes jodían más, pero ahora al menos se quedan afuera” agregó Alanís, mientras nos mostraba sus lentes más cristalinos y finos de su tienda. La ubicación era la misma que la de Samuel. Ambos son vecinos que día a día se saludan con fraternidad y apoyo. Al igual que el tío Sam, ella se gana la vida ofreciendo una idea auténtica en un mercado de mentiras.  Su tienda, pequeñita y cuadrada, está en el quinto piso del edificio comercial “Paraíso de Gamarra”, donde las ventanas revelan una vista gris, invadida por el asomo de carteles y neones que se empinan sobre el tráfico de personas, ambulantes, vendedores, artistas, desamparados y amparados.

Todos chocando, ninguno frenando, todos en movimiento.  Alanís, poniéndose de puntitas para llegar a los cajones superiores, seguía listando los vidrios de sus lentes que llegaban en los paquetes de sus proveedores. Ella tampoco paraba en ningún momento mientras contestaba las preguntas. “Ahora no es el cielo en la tierra, pero si hay un poquito más de orden que antes. Menos ambulantes dentro de los edificios al menos y los piratas ahora deben estar moscas con las pasadas de la municipalidad. No es mucho y ni cagando que la vaina se resolvió, pero algo es algo.”

La música se colaba entre las roturas de la ventana. Afuera del lugar, una banda local tocaba música criolla, mientras la gente los rodeaba, sin detenerse. Casi todos cargaban ropa o algún tipo de tela en sus hombros. Las veredas estaban conquistadas por vendedores de Puma, Nike, Adidas, Converse. Todos falsos, por supuesto, pero a la clientela no parecía importarle y ¿por qué debería? Lo que se compra es la imagen no la calidad. “La competencia es brutal acá con tanto pirata” dijo Alanís, mientras alistaba los últimos lentes de la repisa. “Acá la ropa es un mercado bien complicado, a la gente le encanta vestirse con ropa de marca bamba 100% peruana. Esos conchudos te lo dicen así encima, te lo venden bamba, pero al menos es un bamba peruano, huevadas”

Inversiones de doble filo

“Esto no saldrá en nada así de importante ni nada por el estilo o en la tele, no?” Me preguntó la vendedora al ver mi rostro poroso y mi cámara de quinta. 

El edificio la “Reina”, ubicado en Jr. Sebastián Barranca 1565, no era muy diferente al “Paraíso de Gamarra”. La circulación del aire era menor y todo era más… caliente. “Pensé que eras de Latina que a veces vienen por acá a hacer noticias. Los solemos evitar porque muestran nuestras caras y nuestros negocios. Después llegan gente que nos ofrecen préstamos de negocios y joden, joden y joden” No sabía porque eso era malo, pero la emprendedora pronto iluminó mi ignorancia. “Son extorsionadores, hijo”.

La extorsión es otro problema que afecta a los emprendedores de toda Gamarra. En la navidad pasada del 2023, todo el bazar fue tomado por mafias nacionales y extranjeras que extorsionaban a trabajadores formales e informales por igual. Susana Saldaña recalcó en una entrevista con Infobae Perú que la delincuencia ha retomado todo el control de Humboldt, del Damero B, desde hace tres semanas. Los comerciantes informales aducen que ya las mafias extorsivas le han cobrado 1000 soles a cada uno por puesto o espacio en la calle de Humboldt y 500 soles por la zona de Garibaldi. Según las confesiones de Sofía, la situación no ha cambiado para bien

“Yo estoy bien nerviosa con esos asuntos. Hay gente que viene y deja sus tarjetas con contactos, te prometen 1000 y hasta 2000 soles en préstamos. La mayoría los evitamos, pero hay gente que está muy desesperada y acepta la plata. No conozco de casos que hayan pasado a mayores, pero si se que una vez a mi papá le dejaron una bala acá en nuestra tienda” Una mala decisión guiada por la desesperación puede siempre terminar siendo más caro. No es justo, pero en el mundo de lo ilícito nada lo es.

La caótica situación del emporio y su realidad no hacen más que poner más y más barreras frente a la gente que busca hacer su vida aquí. “Emprendedores llegan de todos lados, jóvenes y viejos. Invierten lo poco que tienen para sacar sus negocio adelante, pero con los piratas, extorsionadores y con todo un mercado que competir acá es muy, muy difícil. Uno se puede fácilmente quedar estancado en un lugar toda su vida si no tiene cuidado” 

En la navidad del 2023, Susana Saldaña le pidió al ministro de interior Victor Torres que acudiera personalmente al emporio para que fuera testigo del caos y criminalidad que hay en el. Hasta la fecha, ninguna visita se ha llevado a cabo, ningún apoyo ha sido presentado. Más balas son dejadas en diferentes puestos.  

Desde lo más bajo a lo más alto

Muchas vidas fueron erguidas en telas y prendas dentro del bazar de Gamarra. Varios empezaron afuera en la exposición del asfalto y escalaron hasta la certeza del concreto y el ladrillo que dio forma a sus primeros negocios y emprendimientos. “Mi padre empezó como ambulante acá en Gamarra, sufrió mucho para llegar a donde está ahora y viendo como es todo ahora y lo difícil que es crecer aquí. Es simplemente nada corto de un milagro”. Dijo Alejando Castañeda, hijo de Sebastian Castañeda, dueño de la marca Osiris, con más de 15 años de experiencia en el mercado textil.

El negocio se encontraba en el quinto piso del edificio de “Paraíso de Gamarra”. Un vecino glamoroso que sobresalía por su tamaño y estética. “Cuando la pandemia llegó tuvimos mucho miedo de perderlo todo, de empezar otra vez desde cero. Acá solo o te levantas, o te sacan la mierda. Todos quieren espacio, todos quieren vender”. Alejandro conoce la realidad hambrienta del mercado, sabe lo que demanda y ofrece a cambio del sacrificio de la inversión “Acá fue cada uno por su cuenta, nos estamos recuperando ya que terminó la cuarentena. Ha cambiado bastante el emporio. George Forsyth, el antiguo alcalde de acá en la Victoria, nos ayudó bastante, sacando a los ambulantes, ahora hay menos” La palabra “menos” resulta un poco relativa, la vista de las alturas revela una realidad muy diferente en lo más bajo.

Alejandro hablaba con esmero y cariño sobre el esfuerzo de su padre y sobre su sacrificio y lucha en un ambiente inhóspito y hostil hacia el nuevo talento. Donde poner un negocio significaba la inversión de una vida a cambio de una incertidumbre bien vestida. Los años pasan, las monedas cambian, pero la dificultad del progreso permanece, ahora con el rostro de 10,000 dólares de acuerdo a las palabras de José Luis Muñoz, presidente de la Unión Nacional de Empresarios Textiles. El precio mínimo necesario para dar el primer paso hacia lo incierto.

La pirateria, los extorsionadores y los ambulantes no se formaron a base del polvo de la ausencia, ellos crecieron en la tierra fértil de la necesidad. Estos negocios de lo ilícito, que se presentan como un cáncer comercial, están llenos de personas hambrientas de éxito y oportunidad. Sebastian Castañeda, quien empezó como ambulante en esta metrópoli cubierta en seda, es prueba de ello.

Un mar de emprendedores hambrientos, vendedores alertas, artistas ambiciosos y clientes modestos y ostentosos. Los observo mientras me despido y busco mi camino fuera de este castillo de tela, vistiendo nuevas galas, frescas y auténticas.

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