El Lugar de la Memoria: un recorrido obligatorio para reflexionar sobre nuestra historia

Foto: Micaela Ríos
Foto: Micaela Ríos

Para visitar el LUM, museo que alberga la historia de un periodo lleno de violencia, solo debes acercarte con tu DNI en mano. A los más grandes, los transportará a un viaje en el tiempo lleno de nostalgia y a los jóvenes los llenará de conocimiento.

Trabajo realizado para Taller de Crónicas

Por Micaela Ríos 

El silencio se va adueñando del Lugar de la Memoria con cada paso que se da en el museo, todos los presentes se ven inmersos en el recorrido y la historia que están por descubrir. Gloria, de 45 años, se olvidó por completo del alrededor mientras admiraba una línea de tiempo ubicada en el primer cuarto de Lugar de la Memoria. “Mira hijo, aquí te enseña quienes fueron nuestros presidentes”, señala la mujer  tomando la mano de su hijo Nicolás, de 7 años, quien solo mira a todos lados como si buscara a alguien. Mientras que sus hermanos, Marcos y Nora, de 9 y 12 años respectivamente, también se adentraron en la memoria del espacio por cuenta propia.

La memoria y la tecnología

“Puedes tomar fotos, pero sin flash por favor”, te explica Fabiola en la recepción mientras te inscribes para ingresar. Sin embargo, la tecnología no es ajena al lugar, pues los guías han sido reemplazados por códigos QR que te otorgan audios y complementan lo expuesto en las paredes. Francisco, de 47 años, se acompaña por sus audífonos durante su recorrido. Poco a poco su expresión demuestra incomodidad y tristeza al verse frente al mapa que explica la cantidad de muertos y desaparecidos.

Otra divisa de modernidad son los testimonios puestos en celulares gigantes, los cuales reproducen las historias de víctimas, familiares o protagonistas de variados eventos que sucedieron durante el siglo pasado. José y Carla, dos jóvenes en sus veintes, se acercan a uno de estos dispositivos y escuchan la historia de Roger, quien al ser miembro de la comunidad LGBTQ+, junto a su hermana Francois, una mujer trans, fueron violentados e incluso ella fue asesinada en Tarapoto en 1990. José se mueve tanto que llega a sentarse en las sillas presentes frente al personaje que narra el hecho, Carla lo consuela mientras ella intenta mantener la compostura ante el impacto del relato. 

Otra de las historias más conmovedoras es la del escritor José Carlos Agüero, hijo de padres militantes en Sendero Luminoso, quien reflexiona sobre el rol de sus progenitores y la crianza que recibió. Claudia, de 30 años, se para frente a él y lo escucha con calma, poco a poco siente empatía y pena por el joven, la manera en que expresa cómo sus padres le contaron lo que hacían y su vida familiar se mantuvo normal para su definición. Segundos después, narra la captura de su padre, las visitas a la cárcel, su muerte en El Frontón en 1986, la brecha con su madre por diferencia de pensamientos y su deceso de la misma en una playa de Chorrillos en 1992.

La clausura y sus teorías

“Un cierre con tintes políticos”, se leía en las redes sociales cuando el 28 de marzo de este año se divulgó que la Municipalidad de Miraflores había decidido clausurar el museo. La razón oficial que se extendió a los medios fue la falta del certificado de inspección técnica de seguridad en edificaciones. No obstante.  días después, se hizo público que en el mismo distrito seis establecimientos similares funcionaban sin este documento al momento de los hechos. 

Por este hecho, empezó a circular la teoría de una censura por parte del alcalde de Miraflores Carlos Canales y su partido Renovación Popular. En esa misma línea, el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, en la juramentación del mismo Canales afirmó lo siguiente: “Basta de estos lugares de la memoria y reconciliación que no tienen nada de esto. Allí ponen a la policía y Fuerzas Armadas como agresoras, cuando solo cumplieron su misión de defender a la patria”, comentó. Por su parte, Canales también declaró que “la historia no se puede contar con una sola vertiente”.

Recopilación y presentación de la historia

Algunas de las críticas más acérrimas sobre este lugar es que el mismo solo narra un punto de vista de la historia. Magda, de 65 años, era una de las portantes de dicho pensamiento. “Yo no sé porque me traes sí ya sabes lo que pienso”, decía en su ingreso. No obstante, cuando se vio frente a los testimonios de los sacerdotes y victimas de violación por parte de militares expresó: “No imagine que iban a contarte esto”, exclamó.

Adriana, con 50 años, se conmovió al estar frente al mural en honor de desaparecidos, su esposo e hijo también sintieron lo mismo. “Mira este era un niño, este de acá tenía tu edad, toda esta gente no ha regresado y tal vez los hayan matado”, repetía entre sollozos. Una vez en el segundo piso, divisa las bancas y toma asiento al lado de su familia, su esposo Luis la envolvía en un abrazo mientras voceaba su opinión, “me gustó, pero quisiera que fuera más interactivo”,

Andrea, entendiendo la duda de Luis, la resolvió explicando que “es casi imposible que la exposición se modifique”. Pero sí hizo referencia a que el visitante debe estar atento a la web oficial, ya que allí se actualizan sobre las presentaciones temporales que se exponen en el museo.

Juventud a la orden del día

Uno pensaría que a estos lugares asisten mayoritariamente turistas o personas contemporáneas a los hechos retratados; sin embargo, son los jóvenes quienes encabezan la lista. Andrea explicaba que muchos de estos visitantes no llegan por mera curiosidad, más bien asisten con un solo objetivo, conseguir las fotos e información requerida para sus trabajos académicos. “¡Ma, estoy por aquí tomando fotos!”, exclamaba Nuria de 14 años mientras retrataba el mural de los desaparecidos, por su detrás llegaba Marta, su madre, preguntando cómo se estaba sintiendo con lo que veía.

“Se siente raro, me da demasiada cólera saber que hubo muchas injusticias, creo que llegando a la casa voy a investigar más”, expresaba mientras se apoyaba en su progenitora a manera de darle fuerza. “Hija no te imaginas lo difícil que fueron esos años, pasaron tantas cosas y toda esta gente hizo tanto daño, pero no por eso debemos no hablar de esto, es necesario que ustedes lo conozcan para que no se repita”, comentaba la madre mientras intentaba controlar sus emociones. 

Al final del recorrido sales a la vista del circuito de playas. Allí el silencio sigue, pero se convierte en una manera para reflexionar sobre lo aprendido. La familia de Adriana y Luis sigue con la conversación de sus percepciones personales mientras admiran el horizonte y toman fotos tanto personales como juntos. Esperemos que el LUM se mantenga en pie y logre atraer a una mayor cantidad de personas, para que nunca se olvide nada de lo que pasó y no se vuelva a repetir.

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