De la seriedad a la burla: ¿protestas legítimas o memes virales?

En un mundo cada vez más digitalizado, el derecho a la protesta se encuentra en un nuevo escenario. Tanto en los medios tradicionales como en las plataformas digitales, el tratamiento de las manifestaciones a menudo no permite adentrarse en las verdaderas causas que motivan una movilización, pero ¿por qué sucede esto? 

Por Nicole Vilca

Un tranquilo paseo en la calle Alcanfores 1190 en Miraflores  se convirtió en un escenario de protesta, donde decenas de manifestantes se congregaron para alzar su voz en contra del maltrato animal. Todo esto a raíz del arrebato de una vecina del distrito contra el actor Andrés Wiese, mientras él paseaba a su mascota por la acera. En medio de insultos y agresiones físicas, una amenaza alarmante resaltó: la mujer advirtió su intención de poner veneno en la vereda. Todo esto registrado en cámaras de Wiese. Al compartirlo en redes sociales, la indignación por parte de los ciudadanos frente al hecho ocasionó que se convocara una protesta pacífica en el lugar del incidente. Sin embargo, la burla sobre el hecho no quedó atrás. 

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Cientos de personas realizaron un plantón contra agr3sora de Andrés Wiesse y su mascota 🐶 en miraflores. #alcanfores #andreswiesse #plantón #protesta #perritos #dogs #perros #miraflores

♬ Lucas – 6 Voltios

La movilización de aquel fin de semana fue una de las expresiones ciudadanas del derecho a la protesta. Este derecho humano involucra otros aspectos explícitos de nuestra constitución como la libertad de expresión, el derecho a la asociación, entre otros. Su importancia radica en su capacidad, según la Defensoría del Pueblo, para “reafirmar nuestra condición de ciudadanas y ciudadanos activas/os frente a los asuntos públicos”. Las protestas manifiestan el descontento de la población con la finalidad de llegar a las autoridades pertinentes y así lograr un cambio significativo. 

No obstante, las manifestaciones, desde los incidentes que las motivaron hasta los días posteriores, a menudo se ven eclipsadas por el entorno digital actual. Este está caracterizado porque compiten no solo entre los medios de comunicación tradicionales por captar la atención de las audiencias (que consumen y generan información), sino también con la inmediatez de las redes sociales. 

De la seriedad a la trivialización

Si bien gracias a la tecnología y a la diversidad de plataformas existentes nos encontramos cada vez más interconectados, la labor de los medios de comunicación, de seleccionar aquello que resulta más relevante para así transmitirlo a través de distintos canales como la televisión, el periódico, la radio o las redes sociales, no solo tendría que ser basarse en tener un mayor alcance entre la audiencia, sino informar sobre la veracidad de los hechos. Más aún cuando se trata de una situación como una movilización social legítima. Por eso, resulta incoherente el tratamiento que algunos medios nacionales otorgan a las protestas, ya que como señala la periodista Jimena Ledgar la cobertura mediática de una manifestación se suele tratar priorizando “la forma” y no “el fondo”. 

A menudo, somos testigos de cómo los medios nacionales enfocan el tema en el comportamiento de los manifestantes, en los estragos como resultado de la movilización; sin embargo, muy pocas veces se profundiza en las causas y las posibles soluciones de la problemática expuesta por la protesta. Esto fue lo que sucedió durante las protestas contra el ex mandatario Manuel Merino, cuando los medios de comunicación otorgaban un mayor protagonismo a los cajeros automáticos antes de realizar un seguimiento a los manifestantes y/o a las fuerzas del orden. 

Ledgard advierte que muchas veces esto se hace con la intención de cuestionar la validez de la manifestación. Esto porque en lugar de ahondar en la problemática detrás de las movilizaciones (para generar un espacio de debate con la finalidad de que la opinión pública obtenga las herramientas necesarias para así poder defender su postura), se reduce el razonamiento a juicios emocionales. Ella concluye que “en el Perú, existe una tendencia mentalmente desalentadora que afecta el diálogo democrático y obstaculiza el avance de posturas democráticas al poner excesivo énfasis en el comportamiento, las formas y la espectacularización, lo que conlleva a ridiculizar y estigmatizar las protestas.”

De movimientos a memes

En el espacio público no solo se encuentran los medios de comunicación tradicionales, sino que también están las redes sociales. Como aclara Mateus, profesor e investigador de la Universidad de Lima, estas redes (o, en general, las plataformas) no han sido pensadas para generar un espacio de debate, sino para compartir emociones. Pero si las redes sociales tienen el mecanismo de viralizar lo afectivo ¿es esto conveniente para que la problemática que provoca una manifestación sea solucionada? Pues, en un principio, sí, según el entrevistado, el “hacer viral” una causa contribuye a que esta se ubique dentro de la agenda pública, y por lo tanto llegue más rápido a las autoridades.  Sin embargo, lejos de que el público se enfoque en la lucha contra el maltrato animal, el panorama de las redes sociales luego de lo sucedido en Miraflores estaba plagado de memes, parodias y outfits para Halloween imitando a los actores involucrados en el enfrentamiento. 

El propio formato de las redes sociales no contribuye a la profundización de una problemática; no obstante, no todo es malo. Como recalca el especialista en Educación Mediática, si bien se crean memes que desvían la atención de una problemática y, posteriormente, ocasiona que se olvide la búsqueda de una solución, “en la teoría del Estado de derecho y de la democracia, las opiniones de las mayorías y las minorías son la fuente de la discusión pública, de manera que todos ganan haciendo públicas diversas causas, así se desvirtúen en el camino”. 

Profundizar para solucionar

Entonces, si las redes sociales no pueden ser directamente las culpables de no profundizar en la seriedad de una protesta porque no han sido creadas con un fin serio, la responsabilidad recae sobre los medios de comunicación, ya que ellos se deben a la sociedad y no solo a las visitas. Y esta responsabilidad radica en la importancia de, como afirma Ledgard, “no tomar la forma como único punto a discutir o cubrir de una protesta, sino también tratar de entender el fondo”, ya que las protestas son temas muy complejos que llevan a discusiones álgidas que se deben tratar de una manera idónea para no convertir la protesta social en algo que simplemente se puede criticar y descartar, porque la protesta es una manera por la cual los ciudadanos pueden hacer valer su voz y más en un país donde muchas veces no existe un canal democrático e institucional para hacerlo o dónde grupos no se sienten representados por los políticos o autoridades que deberían canalizar sus demandas y convertirlas en legislaciones o en proyectos. 

Sin embargo, como menciona Mateus, los medios de comunicación tradicionales (en concreto, los programas periodísticos) no buscan soluciones o consensos, sino buscan entregar una narrativa que responde a su agenda y a un propósito determinado. Es decir, si vemos a los medios de comunicación tradicionales como empresas podemos esperar que muchas veces estos no cumplan su deber de profundizar en la información, debido a que cuentan con intereses propios o simplemente esto no genera la suficiente viralidad para satisfacer sus necesidades económicas. Por lo tanto, como ciudadanos tenemos que exigir mejores coberturas y/o tratar de consumir distintos contenidos en nuestras redes sociales. Y no solo quedarnos con los memes o las parodias, ya que, aunque sean normales, muchas veces estas debilitan el mensaje, ocasionando que el apoyo y la comprensión del público acerca de la problemática disminuya. 

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