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Día Mundial del Ballet: un baile eterno

El ballet, con su legado de siglos, se erige como un pilar fundamental de la danza. Es la disciplina que exige la perfección en cada plié y la elegancia en cada arabesque. Pero, ¿puede ser la base sobre la cual todos los danzantes, sin importar su estilo, construyen sus sueños?

Por: Paula Alpún

El Día Mundial del Ballet representa una doble celebración: es una ocasión para rendir homenaje a este arte, y al mismo tiempo proporciona a sus amantes la oportunidad de presenciar el deslumbrante trabajo de las principales compañías.

Este acontecimiento especial vio la luz en 2014 como un fruto de la colaboración entre destacadas compañías de danza a nivel global, entre las que se incluyen el Ballet Bolshoi, el Royal Ballet, el Australian Ballet, el San Francisco Ballet y el National Ballet de Canadá. Cada una de estas compañías aprovecha este día para abrir sus puertas de forma virtual y compartir con el público sus enseñanzas, actuaciones y bastidores.

Cada año la fecha varía, y en esta temporada se escogió el 1 de noviembre. Ayer, miles de bailarines rindieron homenaje con el respaldo del Royal Ballet, el Australian Ballet, el San Francisco Ballet y otras 60 entidades. A lo largo de la última década, este evento anual ha brindado a espectadores de todo el mundo la oportunidad de sumergirse en las clases, ensayos y preparativos para las actuaciones, gracias a transmisiones en vivo mediante las redes sociales.

Puntas que sostienen 

La danza clásica es un arte de elegancia atemporal que trasciende fronteras y épocas, capaz de relatar relatos a través de movimientos agraciados. Patricia Cano, antigua prima ballerina del Ballet Municipal de Lima y maestra en la Escuela Nacional Superior de Ballet y Estudanza, la considera más que una simple forma de expresión: es un lenguaje universal que complementa una variedad de otros estilos, desde el neoclásico y contemporáneo hasta el folclórico.

Por su parte, Derek Castañeda, docente y bailarín, reflexiona sobre cómo en el pasado se sostenía que constituía la piedra angular para cualquier forma de danza. Sin embargo, a lo largo de su trayectoria, ha conocido a talentosos individuos que nunca han tenido contacto con esta y que destacan en sus respectivos géneros. No obstante, estas diferencias en la formación se vuelven evidentes a medida que avanzan en sus carreras.

Es así como, ambos expertos concuerdan en que este proporciona herramientas fundamentales para mejorar la técnica y aumentar la comprensión de su propio cuerpo. “El ballet te ayuda a crear un foda, pues así conocerás lo que puede hacer tu cuerpo y lo que no, a saber tus fortalezas y tus debilidades. Además también ayuda mucho en el tema de disciplina”, afirma Derek.

Asimismo, él subraya que es más que un lenguaje corporal, es también una herramienta intelectual, pues abarca todos los aspectos, desde la elección de vestimenta para la clase hasta la asimilación de las recomendaciones del profesor.

Control, gracia y disciplina

Aunque parezca un baile rígido, Patricia considera que no lo es en su totalidad. Si bien, la principal diferencia con las otras danzas es el uso de la barra y la postura correcta, la gracia y flexibilidad siempre deben estar presentes. “A pesar de que algunos puedan percibir el contemporáneo o neoclásico más liberado, las considero igual de desafiantes. Las primeras requieren controlar el cuerpo tanto en el suelo como en el aire y mantener posturas que a menudo se alejan del eje y es ahí en donde considero crucial la formación de lo clásico.”

El docente subraya que la técnica no se limita únicamente a la ejecución exitosa de los movimientos, sino que también se refiere a la forma saludable en que se realizan. Este enfoque en la salud del cuerpo es un pilar fundamental del ballet, en contraste con otros estilos de danza donde la importancia de este aspecto no es tan acentuada.

“Por ejemplo, para hacer un sauté (salto en ballet) primero tengo que flexionar las rodillas, luego me elevo y al caer vuelvo a flexionar. Entonces, este enfoque dinámico garantiza que el cuerpo se mueva de manera saludable, proporcionando amortiguación y permitiendo a los bailarines disfrutar de una carrera más longeva y satisfactoria”, comenta.

A la par, otra diferencia entre los diversos tipos de danzas es la proyección de los movimientos. “No es lo mismo bailar en un teatro que quizás en un evento social donde la gente te ve de cerca”. Por ello, Derek considera que las consideraciones del bailarín clásico logran que su presencia en el escenario sea verdaderamente imponente.

Es así como esta danza se posiciona de una forma más analítica y equilibrada. Aunque Derek señala que muchos maestros instan a sus alumnos a “sentir”, él defiende que, en realidad, es un acto de cerebro tanto como de corazón. Esto debido a que bajo su punto de vista este enfoque es esencial para los bailarines que aspiran a un rendimiento excepcional en cualquier estilo de baile.

“El ballet no concibe horas interminables de práctica, sino que se ejecuta de forma inteligente. Mientras que en los demás te mueves con el corazón, en lo clásico revisamos la estructura, aspecto que es esencial para cuidar nuestro cuerpo, que al final del día es nuestra herramienta de trabajo.” 

¿Límites de edad?

Hace una década o más, Derek Castañeda habría afirmado con seguridad que era imposible empezar a bailar a una edad más avanzada. “Tenías que comenzar con el ballet a los 3 o 4 años, o simplemente no había manera”. 

Sin embargo, en la actualidad este pensamiento ha cambiado. Patricia sostiene que la edad óptima para aprender ballet está en torno a los 8 o 9 años. En este punto, los niños ya tienen una comprensión básica de sus cuerpos, lo que facilita la adquisición de habilidades en la danza clásica. Incluso menciona la existencia de clases de “baby ballet” a partir de los 3 años.

Para la experta, la continuidad en el estudio de la danza desde una edad temprana es esencial. A los 9 años, los jóvenes pueden explorar repertorios clásicos y consolidar una base sólida. No obstante, la perspectiva cambia para aquellos que desean abordar el ballet después de la adolescencia.

Derek reconoce que aprender ballet más tarde en la vida puede ser desafiante. A los 18 o 19 años, los aspirantes a bailarines se encuentran en una situación diferente en comparación con aquellos que comenzaron su formación en la infancia. El cuerpo, la musculatura y la movilidad son distintos, lo que puede hacer que la adquisición de habilidades sea más difícil.

A pesar de ello, ambos especialistas explican que, aunque es poco probable que los adultos lleguen a ser bailarines clásicos en toda regla, aún pueden alcanzar un alto nivel de técnica y habilidad. La adaptabilidad y la determinación pueden llevar a un aprovechamiento máximo del potencial de cada individuo. Así que, si bien es cierto que es menos común ver adultos en puntas en el escenario, aprender ballet no solo se trata de actuaciones públicas, sino de disfrutar de la danza y sentirse bien consigo mismo.

Terapia para el cuerpo y alma

Más allá de sus deslumbrantes actuaciones y movimientos gráciles, esta disciplina es una fuente de bienestar tanto físico como mental, de modo que sus beneficios van más allá de la expresión artística.  Patricia es un testimonio viviente de cómo puede transformar vidas, pues relata cómo ha tenido alumnas que enfrentan condiciones de salud, como la artritis y con paciencia y cuidado, el ballet les alivió los dolores y mejoró su calidad de vida. A la par, comenta que el hecho de simplemente escuchar la música y concentrarse en los movimientos a realizar, el estrés del día a día se diluye y da paso a un estado de relajación.

Derek, por otro lado, vuelve a resaltar el hecho de que se baila con la cabeza, cuidando cada articulación del esqueleto. Bajo su punto de vista, esta danza ayuda a quienes se han entrenado de manera descuidada, a menudo resultando en lesiones permanentes. Para él, el ballet es un manual de soluciones: un recurso confiable para abordar cualquier fallo técnico o error. 

Por su parte, el médico traumatólogo, Edgardo Velarde, se une a la conversación para respaldar las afirmaciones de Patricia y Derek. Explica que el ballet ejerce un impacto positivo en la salud, ya que activa el sistema cardiovascular y mejora el sistema osteomuscular. A medida que los bailarines ejecutan movimientos elegantes, su postura se mejora notablemente.

El doctor también se adentra en los beneficios terapéuticos del ballet. Desde la rehabilitación hasta la prevención de lesiones, el ballet se revela como un recurso valioso. Para los pacientes en proceso de recuperación, el ballet promueve la estabilidad, el tono muscular y el rango de movimiento. Incluso en la prevención de lesiones, el ballet fortalece músculos, huesos y tendones para resistir el impacto de la actividad física.

De esta manera, en un mundo donde las luces del escenario a menudo se desvanecen, el ballet emerge como una luz eterna. Esta forma de arte va más allá de simples movimientos gráciles, trascendiendo el tiempo y el espacio. No solo se destaca como un espectáculo escénico; es una fuente de inspiración y transformación. Ofrece beneficios que van más allá de la salud física, impactando las vidas de quienes lo practican al permitirles superar desafíos tanto físicos como emocionales. Su influencia perdura en la vida de los bailarines y en el mundo de la danza en su conjunto, sirviendo como recordatorio de que la pasión y la disciplina tienen el poder de superar cualquier obstáculo, sin importar cuán desafiante sea el camino.

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