Desde hace 2 semanas, la quinta Heeren ha sido tomada por vampiros. Todos los sábados hasta el 28 de octubre, de 8 a 10 pm, los asistentes a la obra de teatro de terror-erótico vivencial podrán ser testigos de una escalofriante historia al interior de un recinto colonial, cuya construcción se remonta a finales del siglo XIX.
Por Fernando Delgado
En los sombríos tiempos coloniales, el diablo fue acorralado entre una peña y una multitud de fieles en el cruce de lo que hoy es el jirón Junín con Cangallo. Alzando en brazos el cuerpo de Cristo los devotos se le acercaban al demonio a paso firme. Hecho un infierno en llamas, este le abrió un hueco a la piedra para escabullirse y acto seguido soltó un suspiro fenomenal que dejó atónita a la ciudad. Esta noche, el iluso Azrael no ha sido capaz de replicar esta diabólica escena. Antes de poder escapar, los cazadores acabaron con su vida mientras él lloraba por su pérdida.
En la quinta Heeren, Barrio Altos, a la altura de la cuadra 12 de Jr. Junín, Azrael, el heredero del aquelarre, fruto de su amor prohibido por una mortal, se encuentra indefenso.
Son poco más de las 10 de la noche de un fúnebre sábado 23 de septiembre y el protagonista yace encima del cuerpo inerte de su amada, cubriéndola semidesnudo mientras se maldice por haberla herido de muerte. Es el clímax del estreno de la obra teatral de terror-erótico vivencial “El Vampiro de Lima” para la cual los asistentes pagaron 75 soles por persona con la finalidad de ser testigos de sacrificios humanos, muerte y erotismo.
Luego de 2 horas escalofriantes se percibe un ambiente sombrío. El bufido agonizante del protagonista opaca los gritos ininterrumpidos de su linaje y de los cazadores, quienes juntos le dan forma a un clima hostil y aterrador dentro del recinto que fuera edificado a finales del siglo XIX. La temporada está a cargo de las productoras “Historias de Medianoche” y “Calente” y, a partir de hoy, tendrá una presentación semanal todos los sábados a la misma hora hasta el 28 de octubre.
Viaje sin retorno
El reloj muestra las 7.55. “Apura amor, me avisaron que empieza a las 8 en punto”, le reclama Camila (28) a Mateo, su enamorado. “Habríamos salido más temprano si me hubieras avisado del dress code con anticipación”, le responde. Seguidamente la toma de la mano para cruzar la reja principal, que suele estar cerrada a toda hora. Parecen dos fanáticos góticos de “The Sisters of Mercy”, con la peculiaridad que en lugar de botas de cuero traen el último modelo de “Ultraboost” de Adidas.
Nada más entrar se cruzan con el piso de piedra de río, característico del recinto desde sus inicios. Al lado derecho se aprecian las casas del sector público de la quinta, todas de 6 metros por 20 de largo y con un estilo neoclásico francés. A su izquierda, una pared con columnas azules en las cuales se postran unos postes de luz cálida, símbolo de la ira y traición, premonitorio de lo que está por ocurrir en esta noche de sangre. Están por empezar un recorrido nocturno en el cual los anfitriones serán vampiros. A cada paso, el bullicio de la ciudad se mitiga, el silencio se oscurece y el desamparo los envuelve.
La pareja ingresa a la casona en la que hasta 1926 vivían el cónsul y los empleados de la embajada de Estados Unidos. En lugar de escritorios y oficinas, el salón principal de la casa está ambientado como una taberna en la que se ofrecen cócteles de todos los tamaños y colores. Una tenue luz blanca y otra azul le añaden frialdad a la escena. “Pasen, aquí tenemos las joyas de los vampiros”, proclama Zotz en tono seductor mientras señala la sala colindante a la cantina. Lleva lentes de contacto rojos y tiene un torso firme y descubierto.
El placer de la discordia
Los asistentes se saludan tímidamente, como mucho vinieron de a 4. De repente, se escucha una voz femenina y una masculina que al unísono forman un dueto maligno el cual se aproxima lentamente, así como el crujir de la marquetería del piso. Los sonidos se detienen de golpe, el público se acalla. “Okay, el objetivo está en la mira, tenemos que organizarnos”, advierte Joaquín, representante de la contraparte de esta representación, pues convierte a los espectadores en cazadores como él y los guía hacia el exterior.
“Deténganse”, murmura y los participantes acatan. Se paralizan al costado de la plaza principal, en el jardín de Afrodita, Ceres, Dionisio y Eolo, esculturas de mármol que representan las estaciones del año, inspiradas en las 4 estatuas del palacio Real de Génova en el siglo XVII. Joaquín es capturado y devorado por Orlok, general de los vampiros. “Acompáñenme queridos”, articula y guía a los cazadores novatos a las profundidades de su cueva. Los cofrades de su clan están por doquier, y vigilan atentamente cada movimiento del público.
La guarida vampiresca se ubica en un barrio de pequeñas casas rosadas construidas por Juan Pardo Heeren en el siglo XX, donde originalmente se ubicaba la primera caballeriza de la quinta. El líder de la herejía recibe a los presentes en la ceremonia de ascenso de Azrael, su hijo, en el linaje familiar. “La luna llena te bendice”, vocifera, mientras de la penumbra emerge su primogénito. “Bebe mi sangre”, le ordena y después de hacerlo el heredero se retuerce de dolor para luego levantarse con una furia endemoniada.
“Tengo dos obsequios para ti”, declara el jefe. Le hace una seña a sus seguidores y estos destapan un manto blanco que parecía flotar sobre un pedestal. Revelan una chica aterrorizada y desnuda de la cintura para arriba. Azrael acepta el regalo y la muerde. Al desvelar a Sirene, el segundo presente, el agasajado enloquece. “¡¿Por qué ella?!”, ruge desgarrado. Rechaza la ofrenda y recibe un repudio perverso de todo su estirpe. De pronto se escucha un estruendo tormentoso. Los cazadores irrumpen en el santuario, rescatan a la joven y liberan a la mitad de los concurrentes, entre ellos Camila, que poco y nada pudo hacer para no ser despojada de su amado.
Tierras malditas
Mateo y compañía son obligados a tomarse de la mano para formar la circunferencia de un pentagrama invertido y luego Mara, como sacerdote satánico, esboza una cruz de sangre en la frente de cada uno. “Así los licántropos no podrán matarlos”, recita Azrael, quien para demostrar su valía tiene que encontrar sigilos en el sector de la quinta en la cual, durante el siglo XX, vivieron el arqueólogo alemán Federico Max Uhle, el pintor Teófilo Castillo, el locutor Humberto Martínez Morosini, entre otros. El heredero, mirando fijamente a los capturados les promete fortuna si lo ayudan y los condena a muerte sino.
Por otro sendero, guiados por Amara, líder de los cazadores, el resto de los asistentes son llevados al cuartel, casa donde vivió el dueño de la quinta y en la cual, hasta 1926, ondeaba la bandera americana en la fachada. El lugar está maldito, están reunidos en el salón principal, al costado de la oficina donde Kitsutani había sido encontrado de cuclillas en un charco de sangre mirando al oriente en febrero de 1928. “Ayúdennos a acabar con esos monstruos”, manifiesta Amara. Sus camaradas alzan estacas de madera, les entregan algunas a sus nuevos aliados y luego se dirigen a la batalla.
Los cazadores se disponen a la defensiva en un jardín circular con árboles gigantescos en los que viven gavilanes y gallinazos. Por su parte, los vampiros, para atrapar a sus enemigos desprevenidos, ingresan sigilosamente por la reja de la quinta que solía separar la parte exclusiva de la pública. Se abalanzan desde las sombras y se enfrentan a muerte en una batalla sanguinaria. Amara, gravemente herida, ordena la retirada.
Consumación súbita
Los vampiros se reagrupan en la que supo ser la embajada de Francia hasta los años 30 y donde luego vivió el expresidente Jose Pardo y Barreda. “¡Se han ganado un lugar en el infierno!”, vocifera Orlok, mientras de fondo se oye un coro diabólico. El interior de la casa está sumido en la oscuridad, excepto por el salón principal. Se encuentra al final del pasillo y parece la mismísima entrada al báratro debido a su intenso alumbrado rojo.
Azrael ingresa furibundo a una sala adornada por tapizado de gobelino que recubre las paredes. También hay una consola de mármol con espejo, señales de la opulencia con la que solían vivir en la quinta. “Ganamos la batalla, señor”, le murmura Orlok al oído. La noticia esboza una sonrisa maligna en su rostro, pues ahora sí sería digno del trono que se le había negado al inicio.
Regresan a su guarida para la ceremonia de consagración. Los vampiros danzan y cantan a un mismo ritmo. “Hijos de la madre noche, la luna los bendice”, enuncia el líder. Le confiere su poder a hijo, quien lo honra con una reverencia. “¡Traidor!”, vociferan con rabia los demás miembros del aquelarre cuando, sediento de poder y sangre, Azrael se levanta repentinamente y mata a su padre. Sus súbditos lo atacan, pero son reducidos con facilidad. De entre las sombras surgen los cazadores y su intento de magnicidio fue aún menos fructífero.
Azrael les propone a todos una tregua que dure 7 lunas llenas, pues sólo quiere escapar con Sirene. Su oferta es rechazada ipso facto. Endemoniado, despoja de sus armas a los cazadores y se dispone a acabar con la vida de Amara. Sirene blande una estaca y se la incrusta a Azrael por la espalda. Este se da vuelta violentamente y lastima a su amada de gravedad. Falta poco menos de 2 horas para la medianoche y casi se puede palpar el pavor de cada espectador que ha participado. Todos se retiran con los pelos de punta del recinto.
Probablemente no exista el infierno, pero los nuevos anfitriones de la quinta se van a encargar de sumergir a los asistentes en un tormento que los marque por el resto de sus días. Malditos estarán aquellos que osen formar parte de las funciones venideras, pues Azrael y su aquelarre los perseguirán hasta el más profundo de sus sueños.