A pesar de que en la actualidad los amantes del anime forman una de las comunidades más consolidadas del país, esto no siempre fue así. Aquella pasión que puede llevarlos, incluso, a caminar por las calles vestidos de sus personajes favoritos estuvo silenciada por prejuicios y estereotipos durante mucho tiempo.
Por: Valeria Soto y Julio Andía
“¿Eres otaku?” Hace unos cuantos años atrás era muy complicado para una persona aficionada por la cultura japonesa responder a esta pregunta, y más cuando decir “sí” significaba tener que enfrentar burlas y rechazos por parte de la sociedad. Entre chistes y bromas pesadas, muchas veces lo único que quedaba era esconder aquella pasión que hacía vibrar sus corazones.
Diana Pareja conoce bien esta historia. Ella empezó a introducirse en este animado mundo en el 2016 y, aunque hoy es una de las coordinadoras del Círculo de anime de la Universidad de Lima, convivir con esta afición no siempre fue fácil.
“En el salón me percibían como la rarita porque veía estos dibujos que creían que eran chinos o coreanos, pero que en realidad son japoneses. No les gustaba que hablara de este tipo de cosas y me hacían sentir menos”, recuerda.
En aquel entonces, el anime y el manga eran vistos como algo extraño e inusual en nuestro país. Pocos entendían de qué se trataba, por lo que miraban con extrañeza a ese pequeño grupo de “frikis” que llevaban camisetas con dibujos animados que, para muchos, eran incluso infantiles.
Para Carlos Llerena, creador de contenido conocido como “Cemi” en las redes sociales, este gran estigma “se debía a ciertas cosas por las cuales el anime se hacía conocido como, por ejemplo, el fanservice”. “Hay personas que dicen ‘no quiero que sepan que veo esto porque van a pensar que soy un pervertido o que soy aniñado’”, agrega.
Sin embargo, el panorama ha ido cambiado con el pasar de los años hasta convertirse en un fenómeno que está marcando tendencia en nuestro territorio y en el mundo, otorgándole un nuevo comienzo a esta comunidad.
“Hoy en día se ha vuelto bastante popular y ya mucha gente no tiene tanto miedo de hablar de esto. Incluso puedes socializar con las personas sobre el tema”, cuenta Thomas Rios, otro de los coordinadores del Círculo de anime de la Universidad de Lima.
En el 2019, Crunchyroll, una de las páginas de entretenimiento más conocidas de distribución de animaciones japonesas, publicó un listado de las mejores audiencias del rubro. Perú se encontró entre los primeros diez países que más los consumían en todo el globo, demostrando la gran demanda que existe.
“Te das cuenta de que se ha vuelto parte de la cultura popular, ya no es un nicho. Ahora no solo los otakus pueden ver anime, sino es algo que todos pueden apreciar”, explica Cemi, influencer que tiene una comunidad de más de 33 mil seguidores en Instagram y 160 mil en TikTok.
Trazando el camino del otaku
El “boom” de la industria llegó en la década de los 90, cuando series icónicas como Dragon Ball, Sailor Moon o Super Campeones conquistaron millones de corazones, generando que muchas personas se sintieran atraídas por lo japonés. Es así como los otaku empezaron a crecer en número, aunque había una gran parte de ellos que prefería mantenerlo en secreto o simplemente no querían aceptarlo.
Esto se debe a que, años atrás, era incluso más complicado para la sociedad comprender aquellas ‘caricaturas’ que venían del otro lado del mundo. Ante la novedad de una subcultura que, poco a poco, empezó a sumar adeptos, la indiferencia y el desprecio resultaban la salida fácil.
“Cuando era pequeño ni siquiera sabía lo que era ser otaku. Tenía un compañero en el colegio con el que nos compartíamos animes y nos veían como los ratitos del salón. Al comienzo se hacía de una manera muy despectiva, una forma de decir que eres un freak raro porque te gustan los dibujitos japoneses”, comenta Cemi.
Tras el lanzamiento de las primeras plataformas digitales, estos fanáticos empezaron a crear foros e invadir diferentes sitios webs para comunicarse con millones de personas alrededor del planeta. Intercambiaban ideas, se recomendaban nuevas series y, de esta manera, la comunidad fue saliendo de las sombras para mostrarse con orgullo en la luz del día.
Japón invade la televisión y el internet
La evolución de la industria del anime ha tomado un papel crucial en la difusión de la cultura del entretenimiento nipón a nivel mundial. Hace años, en el país, algunos canales de televisión transmitían capítulos de series populares dobladas al español que, aunque no siempre se presentaban en orden cronológico, era lo más accesible en la época.
Este éxito llevó a Cartoon Network a agregar este contenido a su catálogo de programación. De este modo, series como Naruto, Dragon Ball Z, Pokémon o Los Caballeros del Zodiaco terminaron formando parte de la infancia de millones de niños que las veían atentamente sin saber que estaban consumiendo anime.
Sin embargo, con la masificación del internet apareció un gran número de páginas piratas que presentaban amplios catálogos de géneros totalmente gratis. De la misma forma, los mangas irrumpieron las webs, aunque en este caso, era aún muy difícil encontrarlos traducidos en la región.
Con el pasar de los años, la industria se popularizó cada vez más hasta alcanzar plataformas mundialmente populares como Netflix o Prime Video. Esto, sumado al éxito de Crunchyroll, el medio de entretenimiento de anime más importante del continente, propició que sean cada vez más accesibles.
Una Lima más nipona
Otro de los factores claves en la gran popularización de esta comunidad fueron los espacios físicos que, en poco tiempo, han ido aumentando significativamente en la capital. Desde restaurantes temáticos hasta tiendas de colección, las experiencias a la que estos fanáticos pueden acceder son muy variadas.
Dentro de este marco, si existe un lugar que ha sabido cautivar los corazones de cada fiel admirador de esta cultura, ese es sin dudas el Centro Comercial Arenales, también llamado “el templo de los otakus”.
Allí es posible encontrar mangas, figuras coleccionables, peluches y una gran variedad de vestimentas, así como también áreas de comida propias de ese lado del mundo. Algunas incluso buscan recrear los “Maid Café”, puntos de alimentación en donde las camareras se disfrazan de sirvientas.
Para Fabrizio Sánchez, coordinador del Círculo de anime de la Universidad de Lima, este sitio los conecta con el país del Sol Naciente. “Es un espacio en donde podemos sentir de más cerca lo significa la cultura otaku, pero sacada desde el propio Japón”, comenta.
En el corazón de este peculiar mall, se organizan varios eventos para la comunidad. Actualmente, uno de los más populares es el Art Gallery, organizado por el artista Ness is Sans. En este se presentan una gran variedad de stands de artistas independientes, acompañado de actividades como la competición de cosplayers, juegos, conversatorios, sorteos y mucho más.
“Arenales parece una atracción turística, pero hay quienes van por la experiencia de ver cómo funciona este sitio. Su existencia es importantísima porque encontramos un espacio donde podemos sentirnos cómodos y ver cosas que nos gustan”, cuenta el creador de contenido Carlos Llerena.
Tras las líneas del fan art
De la misma manera, los ilustradores han desempeñado un papel fundamental en el crecimiento de la industria. Crean piezas gráficas que, en muchas ocasiones, terminan viralizándose en internet.
Para realizar su arte, a menudo suelen inspirarse en el estilo de dibujo de distintos animes o mangakas, los expertos que ilustran mangas. Así, sus obras se convierten en una clara referencia a la propia cultura japonesa.
“Puede suceder que, en una red social, ves el dibujo de un personaje que realmente no conoces, pero te gusta su arte, así que buscas acerca de la serie en donde aparece. Esto ayuda tanto a su difusión como a su apreciación”, explica Cemi.
Una pandemia bastante otaku
¿Cómo pasaste tu tiempo durante el confinamiento por COVID-19? Mientras algunos se dedicaron a los estudios o descubrieron hobbies, hubo una gran cantidad de personas que, en medio de largas horas de aburrimiento, encontraron en las animaciones japonesas un nuevo interés.
“La pandemia tuvo un gran rol en la evolución acelerada de la distribución del anime porque todos, al estar encerrados durante la cuarentena, comenzaron a formar parte de comunidades virtuales. ¿Y quiénes son los que siempre han estado en el internet? Los gamers y los otakus”, reflexiona el influencer Carlos Llerena.
A partir de ese momento, el mercado siguió expandiéndose en el Perú. Tal como cuenta Augusto Venegas, docente de la Universidad San Ignacio de Loyola y director de animación, en una entrevista con la revista La Cámara, la coyuntura propició el surgimiento de entre 130 y 150 nuevos negocios dedicados a este rubro.
Tres años después, las mascarillas desaparecieron, pero los fanáticos del anime se quedaron firmemente instalados en la cultura popular. Después de mucho tiempo celebrando detrás de bambalinas, por fin pueden ser protagonistas de su propia historia.