Pocos tienen la oportunidad de conversar con un Sumo Pontífice. Más aún sobre temas controversiales. Pero Lucía Zegarra-Ballón, peruana y exalumna de nuestra casa de estudios, pudo hacerlo. En Nexos hablamos con ella sobre su experiencia en el documental “Amén: Francisco responde”.
Por: Nicole Mosquera
El proyecto ha causado controversia. Estrenado el pasado 5 de abril en Star+ y Disney +, ha dado la vuelta al mundo al tratarse de un documental que, además de mostrar un acercamiento entre el catolicismo y las nuevas generaciones, toca polémicas temáticas para la Iglesia, como la pederastia o la legalización del aborto. De ahí las múltiples reacciones a favor o en contra de lo abordado en el especial hecho para curiosos.
Perú también fue parte de esta historia. Lucía Zegarra-Ballón, psicóloga graduada de la Universidad de Lima, voló hasta Roma para reunirse con el Santo Padre. Sus vivencias como exreligiosa, junto con las experiencias de sus 10 compañeros de diferentes rincones del planeta, sorprendieron a muchos.
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¿Sabían desde un inicio que hablarían con el Papa Francisco?
No nos daban mucha información. No teníamos idea de que conversaríamos con él, menos que sería en Roma. Lo que me dijeron fue que estaban buscando 10 personas de diferentes nacionalidades para juntarse en una capital importante y reunirse con una figura pública, como Obama.
Tus compañeros tenían historias muy distintas, así como varias dudas controversiales para ser resueltas. ¿Qué significó para ti pertenecer a este grupo?
Me encantó. Personalmente me gustó mucho porque, al menos con la mayoría de ellos, hubo un intercambio y una conexión muy honesta. De hecho eso fue lo que más me agradó de toda la experiencia, el poder conocer a la mayoría de esas personas provenientes de contextos muy diversos, con quienes hasta ahora sigo teniendo contacto.
Muchos se preguntan cómo es que llegaste a ser escogida para participar del documental.
Fui elegida porque Josefina Miró Quesada, una amiga mía, me escribió para comunicarme que estaban buscando jóvenes entre los 20 y 25 años para un proyecto. Todos debían estar vinculados con temáticas como los derechos humanos, el aborto, la salud mental o la eutanasia. Luego, Christian Saurré, de El Comercio, me llamó y me hizo una entrevista en la que le solté que alguna vez había sido religiosa. Ese tema le interesó y, por eso, volvió a contactarme.
Durante la conversación con el Santo Padre haces una afirmación: la formación religiosa está basada en el abuso psicológico. ¿Poder hablarlo con el máximo representante de la Iglesia fue tu manera de visibilizar una realidad que viviste?
Sí, definitivamente. Y creo que es urgente visibilizarla porque, si bien se ha abordado la problemática del abuso sexual, también es importante comentar sobre este otro tipo de violencia que es latente. No digo que en todos los casos, pero en varios se trabaja a la persona, se le manipula o anula para que sea más difícil que denuncie o afronte, por ejemplo, las agresiones sexuales que puede sufrir.
Él te cataloga como un ejemplo de valentía por haberte alejado de toda la situación compleja que vivías en tu etapa como religiosa. ¿Cómo te sentiste con eso?
Fue bastante intenso, porque salí del convento hace 9 años. Fue un proceso muy doloroso que he tenido que sanar sola. Tuve que hacerme cargo de las consecuencias de la violencia que viví. Pero ‘‘ejemplo de valentía’’ no sé si lo soy. Es un poco chocante escucharlo, porque se puede malinterpretar como una romantización de lo sucedido.
¿Crees que para los jóvenes la religión sigue siendo importante o la fe se encuentra en otros espacios ?
En los que me desenvuelvo las personas viven una espiritualidad que considero más honesta, que no se trata tanto de la forma como se ha visto muchas veces dentro del catolicismo. Pero sí creo que hay cabida para la vivencia espiritual de distintos modos.
Desde tu experiencia, ¿Cómo crees que la institución eclesiástica podría llegar a un acuerdo con la sociedad en temas tan sensibles como los que se trataron?
No creo que se pueda lograr porque para conciliar habría que hacer una reparación de la deuda histórica que tiene la Iglesia con la sociedad. Para eso es importante reconocer la verdad. Si una persona la reconoce y pide perdón es para no repetir sus errores. No creo que ahora la Institución esté en el lugar de hacerlo.
Tras el lanzamiento del documental era de esperarse diversas reacciones, sobre todo en las redes sociales…
Recibí mensajes en los que muchas personas me felicitaban, otros se sentían identificados con mi situación. Algunos me agradecieron. Pero también hubo quienes se tomaron la libertad de mandarme al infierno.
¿Cómo lo tomaste?
Ya estaba preparada. Para mí es un tema muy importante de reconocer. Las personas se proyectan a sí mismas en los comentarios. Sé que no tiene nada que ver conmigo sino con lo que ellas llevan dentro; sé que puedo estar despertando heridas que aún están en proceso de sanación.
Pocos son los que tienen la suerte de sentarse a conversar con un Sumo Pontífice. ¿Qué te llevas de Francisco en cuanto a su personalidad?
Lo que me llamó más la atención cuando recién apareció fue la dificultad que tenía para sentarse porque, en ese momento, experimenté la sensación de humanizarlo. Es una persona de 86 años y venía a hablar tres horas con gente que no conoce. También me pareció increíble su acento argentino y su sentido del humor agradable, lo cual denota su inteligencia. Me pareció una persona muy simpática.