Gente con esquina

Malabaristas, vendedores ambulantes, limpiallantas y demás se reúnen entre los cruces de las calles para ganarse su trabajo del día. Pero a raíz del asesinato de un taxista a manos de un limpiaparabrisas, las lunas de los autos ya no bajan con tanta frecuencia.

Por: Paula Alpún

5 … 4… 3… 2… 1… la luz roja se enciende y aparecen, desde rincones y esquinas, un grupo de personas que se hacen dueñas de la pista en busca de un objetivo común: que las lunas de los autos bajen, los brazos se extiendan y les den unas cuantas monedas a cambio de un caramelo, una compleja pirueta, el baile que repiten con cada cambio de semáforo o la limpiada del parabrisas. Es el cruce de la Avenida Paseo de la República con la Avenida Angamos y esta dinámica implica una carrera contra el tiempo, con descansos de 47 segundos que el árbitro, también conocido como la luz verde, dicta. 

Todos por un mismo objetivo

Después de que Carlos ‘Techito’ Bruce, actual alcalde de Surco, prohibiera el servicio de limpiaparabrisas en el distrito a raíz del cruel asesinato de un taxista el 6 de abril, todo el acto casi teatral que se desarrollaba una vez que los autos esperaban al semáforo se vino abajo. Es más, limpiaparabrisas ya no se ven en esta esquina. “No, aquí ya no están. Somos los que somos”, se apresura a decir un vendedor de kekes antes de que un carro le tocara su claxon para comprarle su marmoleado a un sol.

A un costado de la estación Angamos del Metropolitano se escucha un canto. “Lleve cargadores, lleve audífonos, pregunte señor, compre baratito nomás”. Y, aunque parezca que el vendedor se encuentra solo, al cruzar hacia el otro lado, cerca a un baño municipal clausurado, se encuentra una familia compuesta por 3 venezolanos.

Son casi las 5:15 de la tarde cuando sale de la boca de Liliana, la madre, decir que “en un ratito nos vamos amor, corre el aire y nos puede entrar el frío”, mientras acomoda la delgada y sucia casaca de su hijo. Ellos han llegado a las 7 de la mañana y ahora se preparan para estar listos cuando la luz indique el inicio de la carrera que dura 137 segundos. De una bolsa de rafia sacan más ‘globo pops’ para rellenar la bolsa de chupetines y la caja de variadas botellas de agua y gaseosa que llevan encima. Comienzan los gritos y las muecas para llamar la atención de los conductores.

Esquina segura

Daniel y Carlos, dos limpiallantas que parecen estar uniformados por el polo piqué blanco y los pantalones negros que llevan, se acercan a la baranda que los protege de la Vía Expresa. Mientras Daniel recuesta su espalda y se seca el sudor, Carlos cruza la barrera y se acerca al pasto en donde están sus cosas para buscar alguna herramienta que necesita.

Tras más de unas largas 10 horas de trabajo, el cansancio empieza a hacer efecto y los ánimos ya no son los mismos. Pero darán todo para poder tener una buena jornada y ganar más de 60 soles. Carlos cuenta que llega más o menos a la misma hora que la familia venezolana, como a las 7 de la mañanita. Solo que él se va un poco más tarde a la espera de que unos cuantos soles más entren a su bolsillo.

Cuando el mar de carros avanza y ambos limpiallantas regresan a la vereda para estar a salvo, cuentan que este cruce es tranquilo. “Entre todos nos conocemos, algunos rotan y pues no siempre están pero aquí todos chambeamos”. Sin embargo, los niveles de delincuencia en Surquillo han aumentado en los últimos años. 

Según el plan de acción distrital de seguridad ciudadana 2022, en el año 2019 más del 85% de la población mayor de 15 años percibió que en un futuro cercano podría ser víctima de algún hecho delictivo. Para junio del 2021, se registraron 6 137 denuncias en Surquillo. Aún así, es probable que el aumento de estas no represente el incremento de delitos, sino que puede demostrar una mayor cobertura del Estado para el registro de los casos.

En cambio, para nuestros protagonistas los villanos de la cuadra son los trabajadores municipales, encargados de echarlos de la zona, más rápido que inmediatamente. “De vez en cuando vienen y nos sacan, pero es por eso que muchos no estamos todo el día aquisito. También pues, se acercan por los venezolanos. Ellos siempre hacen problema, son los que nos dejan mal y no nos dejan trabajar”, menciona Daniel antes de avisarle a su amiga que un carro pide agua.

Esta frase muestra la xenofobia que existe en nuestro país hacía los migrantes extranjeros, problemática que se ha fortalecido a raíz del homicidio que cometió el limpiaparabrisas. Ahora se generaliza, son mal vistos y discriminados no sólo por los conductores y choferes, sino por las mismas personas de su entorno con quienes trabajan día a día.

Hecho inesperado

Como si de un milagro se tratase, una conductora hace señas y le pide a un vendedor de pizarras mágicas que saque un cooler de la maletera del auto. Él se lo pasa y  ella empieza a regalar medio litro de helado. Entre todos se comienzan a avisar para que puedan disfrutar de la buena voluntad de la señora.

Pero esta situación tan idílica no se suele repetir con frecuencia. Más arriba, en donde la misma Avenida Angamos se cruza con Aviación, los ambulantes no suelen correr con la misma suerte que sus colegas.

El atolladero de autos característico de las 7 de la noche, una de las horas punta en nuestra Lima, hace que todo el mal humor se concentre en las calles. Entre gritos y bocinas, el instinto de supervivencia es clave. El semáforo limita muchísimo el tiempo para lograr la gran hazaña de vender, bailar, limpiar y demás.

“A esta hora ya casi no hay muchos ambulantes”, comenta Johny, quien ofrece también diferentes aguas y gaseosas que ya no están heladas por el calor que, gracias al Fenómeno El Niño, estofa estas últimas semanas a las ciudades costeras. 

Gracias a que más municipalidades distritales como la de Barranco o Chorrillos se quieren sumar a la iniciativa de erradicar la actividad de los limpiaparabrisas, incluso sabiendo que la misma Municipalidad de Lima, dirigida por Rafael López de Aliaga, quiere solicitar eliminar este trabajo en toda la capital, el apoyo por parte de los conductores a Johny, Carlos, Daniel y la familia venezolana ya no es el mismo. 

¿Las razones que alegan? Los índices de violencia en las calles limeñas son altos. El diario La República informa que solo en 2021 se registraron en el Callao 149 asesinatos por armas de fuego y 305 heridos. Mientras que, en Lima metropolitana hubo 506 personas muertas, de las cuales 219 fueron por sicariato. Según el balance de InSight Crime el Perú tiene una tasa de 4,3 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

Quizás, el caso que se recuerde de mejor manera es el de la familia que mataron al frente del mall Plaza San Miguel. Pero es solo uno de los miles que ocurren en nuestra ciudad. No obstante, es importante tener claro que no todos buscan delinquir para obtener unas monedas para sobrevivir.

El sol ya ha desaparecido del escenario y la luna toma su relevo. El mar de autos ha bajado considerablemente. Es hora de cerrar la oficina e irse antes de que el lugar ya no sea amigable. Mientras recogen sus cosas, la gente pasa por sus costados como si ellos no existieran o fueran cualquier persona, sin darse cuenta de que son los reyes de las historias que las pistas albergan.

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