Alberto Ísola: “El teatro es el semillero del cambio”

Señoras y señores, por favor una ovación de pie para nuestro siguiente invitado. Por el Día Mundial del Teatro nos dimos el gusto de conversar con el director, dramaturgo, actor y docente Alberto Ísola sobre cómo este arte vivo personifica las fortalezas y debilidades de la humanidad.

Por: Stephano Jiménez y Melannie Gustavson

Shakespeare dijo que el mundo entero es un teatro. Ciertamente, lo parece entre cada acontecimiento que surge para darle un giro a nuestra historia. A veces en tono de comedia, a veces de drama. Como un arte que nos acerca a nuestra realidad y que también nos permite escapar por unas horas de ella, continúa vigente por los siglos de los siglos. Celebrando el Día Mundial del Teatro, tocamos la puerta de un referente de las artes escénicas del Perú: el director, actor y docente Alberto Ísola.

Con su sonrisa bonachona que nos acompaña a lo largo de la entrevista, conversamos con él sobre los altos y bajos de la dramaturgia peruana en los últimos años, así como sus experiencias a lo largo de su carrera.

En los últimos meses hemos atravesado un contexto político y social muy convulsionado. ¿Cómo el teatro nos otorga una mirada crítica de estas situaciones?

Creo que es muy importante la labor de este arte para expresar dudas, preguntas, posibilidades e interrogantes. Pero también tiene una función trascendental en el espacio de la formación de  nuevas generaciones con otros valores e ideas que van a hacer que el país cambie. Como dice mi amigo Alfonso Santistevan, “nosotros ya no lo veremos”, pero yo estoy abocado a eso.

Así como es un reflejo de nuestra realidad, es una forma de escapar de la misma…

Sí, y a veces hay que hacerlo. Por ejemplo, si bien no puedo empezar mi día sin leer los periódicos porque hay un lado de mí que siempre quiere estar informado, tengo también a veces ganas de solo desconectarme. Esa es la magia del teatro: la gran mayoría de obras tienen que ver con lo que está pasando, o te transportan a otro universo. Además, es un espacio de vida, de afirmación, de solidaridad, de sentirte junto con otras personas acompañado.

Esa esencia propia de este arte se ve también en su función educativa. ¿Crees que el teatro peruano la cumple?

Sí. Lo veo en dos aspectos: lo que transmite y lo que enseña. En este momento, hay 3 Facultades de Artes Escénicas en Lima, espacios muy importantes de comunicación y creación. Siempre la reacción del público es muy cálida porque lo reconocen como un arte vivo dirigido no solo hacia el entretenimiento, sino al encuentro y el aprendizaje.

Viviste en Europa en la década de los setenta y conociste muy de cerca las  puestas en escena del Viejo Continente. ¿Qué crees que nos diferencia?

Allá el teatro es subvencionado por el Estado. Hay toda una estructura que tiene que ver con una política cultural que aquí, en Perú, aún no tenemos. Se trata de tener una visión de las artes escénicas y plásticas como parte de la formación y cultura de cualquier lugar. Es complicado; tienes que buscar auspicios, si es que hay. El teatro en Europa es parte de una mirada de la cultura mucho más compleja, rica, que es reconocida como una parte fundamental de los seres humanos. Existe inversión y presupuesto.

Más allá del escaso apoyo del Gobierno, ¿nuestro teatro ha mejorado en los últimos años?

Hubo una ascensión muy grande. Tenemos un excelente teatro. A pesar de la pandemia que nos afectó, estamos volviendo con fuerza. Contamos con gente de primerísimo nivel. Lo que quizá nos falta es publicitarnos. Este arte sigue siendo visto por un público pequeño. Te dicen siempre que “es muy caro” o que “es para otra gente”. No, incluso hay días en los que las funciones son más baratas que el cine. Eso es algo que tiene que cambiar y, para que esto suceda,  me parece fundamental la formación en los colegios.

Hablaste del momento crítico del COVID – 19, uno que nos hizo reflexionar a todos sobre el futuro. Entonces, ¿cómo ves el panorama para las artes escénicas peruanas en los tiempos que vienen?

Tiene que haber un recambio de generaciones. Nuestro trabajo es ayudar a que los jóvenes tengan una visión distinta, mejores valores. Si nosotros logramos eso a través del arte, este país va a avanzar. A pesar de que soy una persona pesimista, quiero pensar en la posibilidad de una transformación; pero no va a nacer de la nada. Debe venir de la educación, el diálogo de respeto y la tolerancia.

Y tú estás siendo partícipe de eso…

Lo fundamental es modificar desde la raíz. Más que nunca es importante enseñar, escuchar, conocer y abrirse. Desde el año pasado tengo un proyecto en el que cada año voy a trabajar a una ciudad del país con un grupo teatral de la zona. Lo hice en Arequipa y pronto van a venir al Gran Teatro Nacional. Me parece vital que a ellos se los conozca también. De esa manera estoy tratando de contribuir.

Estas nuevas generaciones vienen también con avances tecnológicos que muchos opinan que transgreden la naturaleza de las artes. Con el teatro ya en plataformas de streaming, ¿cómo sigue teniendo vigencia la puesta en escena presencial?

Cuando vas a ver una obra, no sabes qué va a pasar, ni siquiera si es que la van a terminar o no. Puede haber un temblor o puede sucederle algo a un actor. Es la cercanía de lo vivo. Por ejemplo, si estás en el teatro, siempre estás pensando. Pero hay que reconocer que fue muy importante la pandemia porque nos tuvimos que acostumbrar a ella. Rescato cosas positivas: la cantidad de gente que veía las funciones era mucho mayor y eran personas que, en su mayoría, las veían por primera vez.

 Hablando un poco más sobre tu experiencia, ¿por qué elegiste este arte?

Creo que lo que más me gustó del teatro es que es un espacio en el que puedes combinar todas las artes. Crecí escuchando ópera. A los 6 años mi nona (abuela) me regaló un disco con los coros de las óperas de Verdi. Por otro lado, mi abuelo José Antonio apoyaba mucho a todas las iniciativas para rescatar nuestra cultura. En realidad yo quería ser músico, siempre tuve esa fascinación. Quería ser investigador musical pero al final no se pudo.

¿Hay alguna anécdota que resaltes de tu carrera?

Cada puesta en escena es un regalo y una oportunidad. Rescataría la obra española que hicimos en 1989: Ay Carmela, que habla sobre dos actores en medio de la guerra civil. En un inicio, nos decían que no iba a vender y que nadie la iba a entender. Sin embargo, se convirtió en una obra sobre la presencia del arte, la necesidad de conectar con el mundo que te rodea. 

En ese pasado existía la idea de que ser actor no era rentable. Muchos conservan aún esa perspectiva.

Ahora cualquier profesión es difícil. Es muy complicado vivir del teatro. Yo vivo de enseñar pero, si me dedicara solo a la taquilla, mi vida no sería muy fácil, sería inestable. En realidad, depende mucho de uno. Si haces arte, debes ser consciente de que vas a tener que moverte a varios niveles y no te puedes quedar solamente en una cosa. Tienes que desterrar de tu cabeza esa visión de “me van a llamar para alguna escenificación”. Eso no existe, sobre todo en un medio como el nuestro donde se hacen audiciones. Creo que es relevante tener iniciativa, una mirada autogestionaria y andante.

Esta vida de artista muchas veces está acompañada de soledad. Los ensayos y funciones pueden alejarte de tus seres queridos por meses. ¿Cómo lidias con ello?

No me siento solo. En un día normal, estoy en la universidad dictando desde las 7am hasta las 2pm. De ahí me voy a ensayar y luego voy a hacer alguna función. Interactúo con muchísimas personas durante el día y el teatro también te acerca mucho a ellas. Antes odiaba los domingos y ahora me encantan, porque en ese tiempo me puedo desconectar, hacer otras actividades y ver a mi familia y amigos.

Cerremos con una pregunta cliché pero importante. ¿Qué es el teatro para ti?

Un espacio de encuentro indispensable de personas, sensibilidades, ideas y sentimientos. Es como cuando la gente se reúne frente al fuego, cuentan historias y cantan. Es mi vida, me apasiona. Pero, sobre todo, es un espacio de magia y conexión que debemos conservar. Creo que el teatro es el semillero del cambio.

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