Cada 2 de febrero las calles de Puno solían inundarse de energéticos danzantes que festejaban en honor a la Virgen de la Candelaria. Pero, por tercer año consecutivo, la Mamacha no ha salido a las calles.
Por: Paula Alpún
Las múltiples polleras y los trajes cuyos cascabeles resuenan con cada salto no se moverán al ritmo de caporales, la morenada y diablada este febrero. Todos las asociaciones de bailarines y la población cuya devoción a la Virgen se refleja en esta celebración ancestral escucharon desde Pachamama radio cómo se informaba la aprobación por unanimidad de la suspensión de la Festividad en honor a la Virgen de la Candelaria 2023.
Es así como las calles de Puno no albergarán la marea de color y música que reunió a más de 60 mil turistas en el verano del 2020, previo a la pandemia. Sin embargo, la esperanza recae en las actividades religiosas, las que fueron confirmadas en RPP Noticias por Héctor Venegas Guevara, quien es miembro de la Junta Transitoria de la Hermandad. Aunque esto no es del todo seguro debido a la convulsión social que vive el país. De hecho, RPP informó ayer que los manifestantes interrumpieron la veneración personal de los fieles, en la que se hace entrega de ramos de flores y se realizan oraciones a la Virgen.
Aún así, no poder bailar en honor a esta divinidad deja con la miel en los labios a todos los que se estaban preparando. Su dedicación y constancia hace que se pongan en marcha para el año siguiente pocos meses después de festejarla. Lalo Aguirre, presidente y director artístico de la asociación cultural El Gran Bloque Candelaria, señala que los ensayos empiezan entre abril o mayo, tiempo en el que se abren convocatorias para todo aquel que desee participar. “Vemos este escenario como una prueba de fe porque el centro no es solamente ver presencialmente a la Virgen, sino es ella como símbolo de devoción que está en nuestro corazón”.
Por otro lado, Sonaly Tuesta, periodista, conductora de televisión, viajera de corazón y exalumna de nuestra casa de estudios, reflexiona sobre la solidaridad de los puneños reflejada en Candelaria. “La reciprocidad prevalece ante todo. El año pasado compartiste conmigo y este año voy y comparto contigo. Entonces se da el ayni, que no es solo una práctica festiva sino también se da en lo cotidiano”. Y es que las tradiciones son también un medio para hacer el bien, lo que Tuesta recalca como algo trascendental ya que las personas son un depósito de costumbres, hacedores de cultura.
Cornucopia para el Perú
La festividad, según nos comenta Sonaly, está relacionada con el lago, el rayo y su asociación con la Pachamama o Madre Tierra. No solo se ha convertido en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, sino que ha trascendido al ser una de las celebraciones que alberga a más visitantes en el Perú.
La dinámica de Candelaria no es tan compleja: los honores a la patrona de la región comienzan el 24 de enero y culminan el 18 de febrero. El día central es el 2 de febrero, en el que se celebra una misa, una procesión y el “Gran Concurso de Danzas Autóctonas”. La Octava, segunda parte del cronograma, tiene lugar siete días después, en donde se celebra otra misa, otra procesión y el “Gran Concurso de Trajes de Luces”. Es el sentimiento de pertenencia a una agrupación el que, para Sonaly, mueve la identidad puneña. En agradecimiento a la Virgen por ayudar a sus devotos durante el año, todo el itinerario gira en torno a una ofrenda dirigida hacia ella.
Nacimiento de una apoteósica conmemoración
La historia relata el hallazgo de una Virgen María en la orilla del mar en la isla canaria Tenerife, España, en 1392. Es en este lugar en el que se inicia la devoción. El particular nombre de Candelaria es producto de una mixtura de tradiciones. Antes de la era cristiana, se celebraba la Fiesta de Lupercales, la que cambió años después por la Fiesta de la Luz. Es así que su etimología proviene de la palabra`candela´, relacionada al hecho de iluminar. Se convirtió en esa luz santa que guía el buen camino, la salvación y acrecienta la fe en Dios.
La imagen llegó al pueblo del Titicaca y se trasladó a la Iglesia de San Juan de Puno, hoy santuario de la Virgen. La intensidad de la fe se dice que surgió tras la protección que brindó a la ciudad de Puno en 1781 de los rebeldes de Túpac Catari. La imagen fue llevada en procesión provocando la retirada de los soldados, creyendo que eran fuerzas de apoyo del ejército español apostadas allí. A partir de este evento, la Virgen de la Candelaria se ha convertido en la patrona de Puno.
Sin embargo, hay que tomar esta narrativa con pinzas pues, como toda tradición, circulan en la cultura popular diversas versiones. Lalo Aguirre nos lo aclara: “Otra teoría que ha ido apareciendo en el transcurso del tiempo habla de la rebelión de Túpac Amaru, donde la fiesta de la Virgen de la Candelaria se inició con una celebración de noche, a la luz de la luna, con las velas y antorchas prendidas. Eso hacía que las tropas invasoras, que estaban alrededor de la ciudad de Puno, tuviesen una idea de que no podían entrar porque había gente que estaba muy enardecida esperándolos”.
Candelaria vive en los corazones. La relevancia de esta fiesta que es bailada a nivel nacional refleja el fervor del peruano por su religión y costumbres mediante el arte. Los ensayos no culminan, tampoco las ganas de regresar el próximo año, con fiel esperanza, a danzar entre colores y brillos por las calles de Puno.