“La música es un puente entre el mundo real y el cine”

Luego del estreno de “El Corazón de la Luna”, la primera película producida por CREA de la Universidad de Lima, conversamos con Karin Zielinski, la mente detrás de la música del proyecto, sobre su experiencia trabajando en este y su trayectoria como compositora en el Perú.

Por: Lissette Pérez Campos

Tras ser nominada a los Premios Platino a mejor música original por el largometraje peruano “El limpiador”, en el 2014, Karin Zielinski ha logrado tener una prolífica carrera en el campo de la composición musical en el país. Desde la saga de “Django”, “La última tarde”, “Margarita” y “La banda presidencial” su amplio repertorio le ha permitido trabajar con algunos de los directores nacionales más reconocidos como Francisco Lombardi y, recientemente, Aldo Salvini en “Corazón de la Luna”

Muchos se sorprendieron al descubrir que “El corazón de la luna” no contiene diálogos, por lo que la música toma un rol de mayor protagonismo. ¿Cómo fue el proceso de composición?

Inicialmente planteé hacer algo súper experimental, pero al escuchar a Aldo, el director, me dijo que no era su visión. Me dijo que componga la música como si fuera para mi hija recién nacida, con la mayor emotividad posible. Normalmente el proceso de composición solo me toma un mes, sin contar todo lo que es la producción musical. En este caso, me tomó tres meses. Son 50 minutos de música en total, lo cual es bastante para una película que es parte del género de cine de autor. Este tipo de películas suelen ser super silenciosas a nivel musical.

Considerando el tiempo que te tomó terminar la composición, ¿Qué implica involucrarse en proyectos que tocan temas difíciles por mucho tiempo?

Componer implica estar todo el día todos los días metida en la historia y el viaje emocional del personaje, por esto mismo es un trabajo muy solitario. Con una película con una temática tan pesada como esta, el proceso llega a generar una carga emocional y hasta física. Terminé la composición meses antes de la pandemia y, en este tiempo, pasé por un proceso de bronquitis fuertísimo, sentí que no podía respirar e inclusive necesité relajantes musculares para una contractura en la espalda. Si no lo manejas bien, se vuelve una carga muy pesada.

¿Cuáles fueron tus mayores retos a la hora de componer?

Lo más difícil fue combinar instrumentos autóctonos con la sonoridad de la orquesta, una combinación inusual en el cine. Uno de los sonidos principales con los que jugué fue el del clarinete, que representa a M en su camino por la ciudad y su infancia perdida. Con este sentía que estaba conectando sonoramente su dolor. Cuando la zampoña y el clarinete se encuentran, se forma una conversación entre los dos sonidos de viento. Estas ideas que me planteo me permiten crear un lenguaje musical que le da una profundidad a la película y guía al espectador de manera subliminal.

Lo autóctono definitivamente se siente arraigado en el sonido de la película ¿Cómo lo involucraste en el soundtrack sin llegar al extremo de lo folclórico?

Parte del hecho de que el robot de la película es en realidad un Tumi gigante con rasgos precolombinos. Inicialmente, Aldo quería que use un pututo, una concha andina que emite un solo sonido grave, lo cual me limitaba musicalmente. Al verla decidí que al personaje debía darle una sonoridad que refleje lo andino y ancestral. Tenía que ir hacia lo cinematográfico y no hacia lo folklórico para que no pierda el peso que tenía. Esta mezcla se refleja en otros elementos de la película.

¿Como cuáles?

Tanto el robot como la representación de Lima toman elementos regionales, pero en realidad se ven como un manga o una escena sacada de Blade Runner. Para reflejar todo eso me fui por la zampoña al momento de musicalizar las pisadas del robot, lo cual generó un sonido que está conectado con nuestra cultura, pero igual es épico.

Siguiendo con el tema del impacto emocional de tu composición, surge la canción de cuna que “M” canta en uno de los momentos más emotivos de la película ¿Cómo se planteó esa canción particular?

Toda la composición musical de la película parte de esa canción. Antes del rodaje, Aldo me pidió que yo propusiera una melodía, a partir de la cual yo podría trabajar después. Yo suelo trabajar con imágenes y en ese momento solo tenía el guión. Sabía que si me sentaba en el piano a probar ritmos la melodía no iba a fluir, tenía que esperar que venga a mí. Soy intuitiva, uso mucho mi oído y después lo aterrizó en el piano. Hice un track chiquito, para que Haydee pueda escucharlo y cantarlo, se lo pasé a Aldo y le encantó, me dijo “has dado en el clavo”.

Otro proyecto similar en términos de la cantidad de diálogos que contiene fue El Limpiador, por medio del cual obtuviste una nominación a los premios platino ¿Es posible comparar estas dos películas?

Para empezar, el mundo de “El corazón de la luna” es fantasioso y toma lugar en la cabeza del personaje por lo que no contiene diálogo. Debido a esto la música cumple un rol importante porque aporta mucho narrativamente. En comparación, “El Limpiador” tiene pequeños diálogos, pero es súper silenciosa y minimalista por lo que la música no cumple un rol tan importante. El sonido va muy por abajo en “El Limpiador”, es muy atmosférico, no tan musical. En “El corazón de la luna” me mandé con todo.

¿Cuáles son los criterios más importantes que tomas en cuenta para involucrarte en un proyecto?

A veces opto por un proyecto de bajo presupuesto porque busca ser presentado en festivales y vale la pena tomarlo por la exposición. Otras veces es porque me empuja creativamente. Sobre todo, busco conectar con la pieza y el director. Cada producción en la que he trabajado es muy especial para mí porque me sumerjo en él a la hora de componer. Siempre hay excepciones, algún trabajo al inicio de mi carrera que finjo que no existió (risas).

No es muy usual que los comunicadores sociales se dediquen al campo de la composición musical.  ¿Cómo fue tu caso? ¿En qué momento decidiste seguir este camino?

En mi experiencia, es cuestión de abrirte tu propio camino. Yo tuve una formación autodidacta al inicio de mi carrera. Siempre supe que quería ser música, pero no fue hasta graduarme como comunicadora que descubrí que me quería dedicar a la composición cinematográfica. Inicialmente me metí a trabajar en una productora que hacía jingles, ahí conocí a mi esposo y años después decidimos formar Studio Monkey. Cuando hice la música para “El Limpiador” y fui nominada a los premios platino, descubrí que no solo me gustaba esto, sino que era buena en ello. Después llegué a hacer mi maestría y pude recibir el entrenamiento formal que me faltaba.

Aparte de que el campo de composición musical en el país se encuentra subdesarrollado, otro reto al que se enfrentan específicamente las mujeres que buscan desarrollarse en este es el machismo, como en cualquier otra carrera en el Perú ¿Cómo navegas la vida laboral como mujer en el mundo audiovisual?

Aunque no parezca, no me he visto limitada en ese sentido en el ámbito laboral. Más me he enfrentado a comentarios sexistas de algunos colegas que en algún momento escuché que comentaban que los trabajos que obtenía eran porque era mujer. Pero en realidad en mi trabajo del día a día no siento un rechazo de ese tipo por parte de los directores con los que trabajo. Al inicio de mi carrera sentía que me tenían menos confianza por mi inexperiencia; 10 años de trabajo y una maestría más tarde, este ya no es el caso.

Muchas de las películas más icónicas de la historia son reconocibles por sus composiciones musicales. ¿Cuál es el rol que cumple la música en traer una historia a la vida?

La música es el instrumento que tiende el puente entre lo que existe en el mundo real y lo que se plasma en la pantalla. Su rol es generar reacciones en los espectadores y que estos realicen conexiones subconscientes entre lo que ven en escena y las emociones que el director quiere transmitir. Algunas veces, los músicos jugamos el rol de un editor. Por medio de la música, se puede lograr que una producción fluya, marcar los tiempos y facilitar la comprensión de los hechos que transcurren para el espectador. Pero eso no es lo único que hacemos

¿Cómo así?

Los músicos también somos psicólogos. Nuestro trabajo es leer entre líneas, captar el subtexto y las motivaciones de los personajes para poder guiar al público en el viaje audiovisual.

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