El multifacético escritor y profesor de la Universidad de Lima conversa con nosotros sobre el encanto particular del género fantástico en la literatura, cómo esta es percibida por una audiencia como la nuestra y el futuro de las historias sin límites en la prosa peruana.
Por: Eduardo Macedo
Cuando lo encontré de nuevo, el profesor Susti parecía congelado en el tiempo desde la última vez que lo vi en una clase de Literatura y Sociedad. Un rostro enrojecido, chaleco chillón sobre una sobria polera de lana, una usual carraspera que los años y el oficio dejan como residuo. Con su característica cortesía, admitió no recordar que, hace años en un salón del edificio A (antes V), me ponía semanalmente en jaque con sus preguntas que, aunque nervioso, solía satisfacer. De acuerdo a la experiencia previa con el profesor vine esperando un examen que ahora sí respondería con la avidez que me faltó de cachimbo. Sin embargo, el profesor, quizá de casualidad, le regaló a este desconocido una preciosa charla sobre lo que significa la literatura fantástica. Sin duda, una de esas charlas que encaminan a un asustado adolescente hacia la pluma y el papel.
¿Usted cree que es realmente necesario ser joven para soñar?
No, definitivamente no. Claro, depende de lo que uno diga por sueño. Es ya un cliché decir que son las aspiraciones, los cambios positivos que una persona sufre con el paso del tiempo. Recuerdo a un amigo mío, un músico. Estaba ya en los últimos días de su vida, y aún comentaba sus planes a futuro. Él seguía soñando. Si no fuera por esas aspiraciones, ¿qué sería del ser humano?
De acuerdo a esa definición de sueño, ¿cuál sería la conexión entre lo onírico, y lo fantástico?
Lo onírico tiene que ver con el “sueño” pero en un sentido denotativo. Un estado donde nuestra conciencia queda en paréntesis y aflora el mundo de los deseos, impulsos, e instintos. Es el lenguaje que aparece en la literatura surrealista. Favorece a la imaginación como instrumento para forjar mundos distintos al que uno vive. Considera que las literaturas realistas son totalmente inauténticas, pues no existe descripción realmente objetiva de la realidad. Su narrador en el fondo es un impostor, porque engaña al lector al ofrecerle un mundo que en verdad es manipulado por él.
Es decir que cualquier intento de ser realista sería una fachada…
Sería un fracaso. Regresemos por un momento al año 1924. En ese entonces, se creía que la literatura servía solo para conocer la realidad de una nación. Nosotros heredamos ese paradigma en la literatura peruana, con Ribeyro, Congrains, Salazar Bondy. La generación del 50 está completamente marcada por el realismo. En función de eso, toda literatura que no ayudara a ese fin, pues iba a ser considerada como escapista.
Elton Honores menciona que las grandes editoriales no apuestan por la literatura fantástica porque creen que es ajena a la realidad.
Esa es una noción primitiva. Con ese pensamiento, Borges nunca hubiera tenido éxito si hubiese sido peruano. Cuando investigas la literatura fantástica, encuentras que fue y sigue siendo un género completamente subversivo. Se propone desmantelar lo que llamamos “real”. Te ofrece la posibilidad de que los objetos cobren movimiento, que el tiempo y el espacio no sean una barrera, o de hacer añicos al “yo narrativo”. Es mucho más atrevida y quizá más fiel a lo que es la literatura que su contraparte realista.
En su libro “Del otro lado del espejo”, mencionó cómo Clemente Palma, a pesar de que la época lo situaba en el modernismo, brillaba más por ser un romántico. ¿Son los preceptos de esta corriente más idóneos para la creación de fantasía?
El romanticismo influyó en los escritores de todo el siglo XIX e inicios del XX. Estuvo asociado también a la ruptura. Se rebeló contra el imperio de la razón. Su literatura fantástica entonces explora eventos que la ciencia no puede explicar. Quería demostrar que lo sobrenatural seguía teniendo un lugar en el mundo racional. No me parece extraño que Palma esté inspirado por esta corriente.
Por eso es que sus “Cuentos Malévolos” se enfocaban en la maldad humana.
Exacto. estaba muy interesado en el decadentismo. Se destierra a la belleza como categoría reina de las artes. Él ya no quiere generar placer en el lector, sino repulsión. Sus cuentos presentan seres viscosos, criaturas monstruosas. Está también en “Los ojos de Lina” de Vallejo, donde el temor del protagonista obliga a su mujer a arrancarse los ojos.
Si las obras del Vallejo encarcelado son tan aclamadas ¿Por qué se ignoran sus cuentos de “Escalas”?
Es que los críticos suelen ser los responsables, porque lo que ellos consideran valioso es lo que se ha de considerar valioso de ahí en adelante. También influyen algunos que han privilegiado siempre la poesía de Vallejo por sobre su prosa. Otros se apoyan en el hecho de que parece ingresar al realismo socialista con “Paco Yunque” o “El Tungsteno” incluso. Les conviene un Vallejo comprometido políticamente, porque a un compañero marxista no convendría asociarlo a textos delirantes.
¿Qué determinará que la literatura fantástica logre ascender en estatus?
Creo que la época influirá mucho en la literatura que se privilegie. Considero que hay, por ejemplo, un movimiento creciente de no solo autoras mujeres, sino de literatura que cuestiona los roles de género. Eso es una respuesta a los tiempos. El auge de cierta literatura está de acuerdo con lo que la sociedad demanda, no en términos comerciales, sino en necesidades más profundas. Es probable que las editoriales se suban al coche.
Si es que lo ven…
Claro, aunque encontrarán algo que les dé éxito. Cuando le pregunto a mis estudiantes qué han leído, el nombre de Edgar Alan Poe surge más que el de Vargas Llosa. La literatura fantástica siembra una semilla que se queda en el lector por años.
Mediante eso, ¿la literatura fantástica crecerá a futuro en el Perú?
Creo que no en el futuro, sino que ya en el presente está respondiendo gracias a su capacidad subversiva. Si tu lees “La Metamorfósis” de Kafka, ves una crítica demoledora de la sociedad moderna. Todos en el fondo podemos ser un Gregorio Samsa. Ese mensaje es mucho más subversivo que una novela panfletaria o la literatura comprometida, y trascenderá mucho más que ellas.
A veces es más fácil mostrarlo por la fantasía…
Por supuesto, porque los lectores no son estúpidos, tienen imaginación.