A raíz del Día Mundial Sin Tabaco, Nexos indaga sobre los factores que generaron un cambio de narrativa alrededor del placer culposo que aún condiciona las actividades de muchos jóvenes universitarios.
Por: Alessa Basso, Julio Andía y Stephano Jiménez
“¿Me van a entrevistar solo por fumar?”.“Ya, pero no me grabes y, si puedes, distorsiona mi voz”. Existe el miedo al qué dirán por fumar, aquel acto tan cool propio de las estrellas del cine como Elvis Presley, Marilyn Monroe o James Dean. Si antes prender un ‘puchito’ era un hábito característico de los chicos más populares, hoy provoca vergüenza. Incluso se tiene una fecha para hacer referencia al no consumo del mismo: El 31 de mayo, Día Mundial Sin Tabaco.
El Pucho y Yo: nuestro primer encuentro
¿Recuerdas la primera vez que prendiste un cigarrillo? Micaela aún lo hace con frescura. Ella se considera una fumadora social. Tenía 16 años y sentía curiosidad por ese pequeño objeto que botaba humo por cada inhalada. Mientras la conversación continúa, recalca que en las películas y los comerciales siempre han mostrado al cigarro como un sinónimo de experiencia y genialidad. “[Interpretaba que] la gente que sabe, fuma; de ahí nació la curiosidad”, agrega. Nicolás, quien ahora fabrica sus propios ‘pitillos’ para no gastar tanto dinero todos los días, tenía 15 años cuando empezó su nuevo hábito. Estaba en una fiesta en la que sus amigos se encontraban fumando y decidió aventurarse en esta nueva experiencia.
Sea de un modo o de otro, hay un factor común en ambas historias: la presión social que hay detrás de la primera ‘pitada’. La psicóloga cognitiva conductual Roxana Sánchez piensa que las personas consumen como reflejo a la acción de los demás, respondiendo así a una necesidad de aceptación social. Desde una reunión familiar hasta una tarde en la esquina del colegio son lugares que permiten que nazca una nueva adicción o un pasatiempo.
Sin embargo, esto también pasa a otros aspectos de la sociedad. Sánchez menciona que los esfuerzos para combatir el consumo de cigarrillos ha sido tan fuerte que han realizado leyes que prohíben fumar en espacios cerrados, como restaurantes, aviones o la propia universidad. Todo esto ha desencadenado en que se vea al fumador como alguien dañino o, incluso, intimidante. Por ello, se explica que aparezca esta sensación de vergüenza y culpa por parte del mismo.
Yo no fumo, pero…
“Una vez al año no hace daño”, una frase muy escuchada bajo la cual se esconden distintos vicios, y el cigarro no es la excepción. Parece el mantra por el cual muchos “fumadores culposos” justifican y tratan de ocultar la colilla de aquel bendito problema llamado tabaco. Lucía no se considera parte de esta práctica, pues solo recurre a esto una o dos veces al año, cuando algún amigo le comparte de su cajetilla. De igual modo, otras personas mencionan que no son parte de este vicio, ya que solo quieren alejarse del estrés de la vida diaria.
“Mucha gente fuma por ansiedad; otros, por una sensación de bienestar y de estar acompañado consigo mismo. En un momento de soledad, fuman solos”, comenta la doctora Sánchez, quien agrega que hay otros que lo hacen tan solo una vez al año, por lo que no se consideran fumadores. No obstante, la presión social se mantiene fuerte, ya que el uso de estigmatización se vuelve recurrente en situaciones como estas.
¿En qué momento ser fumador se volvió ‘malo’? No lo sabemos; no obstante, lo que sí puede evidenciarse es que, con el pasar del tiempo, la serie de prejuicios que se han ido creando alrededor de este hábito ha ido en aumento. Tal vez sea por las imágenes que se encuentran en las propias cajetillas, o por los diversos comentarios que se dan al respecto.
Fumar: Hábito de alto riesgo
El cigarro mata, pero el humo también. Según la Organización Panamericana de la Salud, este contiene más de 4000 productos químicos, de los cuales se sabe que al menos 250 son nocivos, y más de 50 causan cáncer.
Es muy importante estar conscientes de los efectos que pueden ocurrir en nuestro cuerpo, tanto para los que fuman como para los que no. Tal como menciona la psicóloga Roxana Sánchez, “el grado de adicción a la nicotina es muy fuerte, pues viene acompañada de sustancias dañinas”. Ser fumador activo aumenta aún más el riesgo, ya que aquellos que consumen hasta diez cigarrillos al día tienen seis veces más riesgo de morir por enfermedad respiratoria e, incluso, aspirar aquel humo con su olor tan característico aumenta las probabilidades de sufrir este tipo de mal.
Dejar de consumir tabaco probablemente sea algo muy complicado para aquellos que disfrutan cada “pitada” como si fuera la última. Sin embargo, las consecuencias que trae este acto no son tan fáciles de eliminar y, así como cuando la llama del encendedor no se logra ver, los efectos que ocurren en tu sistema pueden aparecer. No se notan, no se sienten hasta que con el tiempo podamos darnos cuenta que realmente fumar en exceso es dañino. Tal vez sí lo sepamos, pero ese ‘puchito’ termina convirtiéndose en aquel placer culposo que hace parecer, como si de un espejismo se tratara, que todo está bien.