Vivir sin mascarillas: ¿qué es el síndrome de la cara vacía?

Muchas sonrisas estuvieron ocultas por casi dos años en medio del confinamiento.  Luego de levantarse las restricciones, no todos están felices de volverlas a ver. Por ello, analizamos el fenómeno psicológico que impide a un sector de la población volver a andar con el rostro descubierto por las calles. 

Por: María Fernanda Paredes 

La mañana del 21 de abril todos los titulares anunciaban la gran noticia: el fin del uso obligatorio de las mascarillas al aire libre en varias ciudades del Perú. Mientras que para algunos esta medida significó alivio, para otro sector de la población resultó inquietante. Lo cierto es que, movidos por el miedo o la inseguridad, aún existe un importante grupo de ciudadanos que repelen la despedida de su fiel compañera de los dos últimos años e identifican que son víctimas del síndrome de la cara vacía. Un fenómeno que se apodera del comportamiento de muchos habitantes alrededor de todo el mundo (sin importar edad o género) y que agrupa tanto a quienes presentan una timidez extrema o ansiedad social de sentirse expuestos, como a  aquellos que padecen de coronafobia o, en cristiano, un miedo desmedido al contagio por COVID-19. 

¡No me mires, por favor!

Almudena Curto, psicóloga sanitaria clínica de Tarragona, España, menciona que en realidad “no se tiene un diagnóstico ni sintomatología concreta. Sin embargo, todos tienen esa angustia en común que es el exponerse a los demás en alguna manera, lo que aumenta en personas que tienen un carácter más ansioso”. 

Para la joven de 19 años Ana Ramírez, el momento ha llegado. Saldrá con sus amigas a almorzar después de casi dos años. Se mira en el espejo y siente que ya no puede más; sus inseguridades se apoderan de ella. Llama a la mascarilla su “tabla de salvación”, pues la ha ayudado a lidiar con el acné que la atormenta, y hace que pueda salir sin la necesidad de usar maquillaje. 


Después de tanto tiempo, los cubrebocas se han convertido en un escudo de protección en las interacciones sociales, ya sea para esconder emociones o disimular inseguridades físicas. Aquí uno de los grupos más afectados son los adolescentes, pues se encuentran en la búsqueda y desarrollo de su autoafirmación y la aceptación social. “En la adolescencia se desarrollan muchas inseguridades y estereotipos sociales, en especial los corporales. Hoy en día el estilo de vida que se promociona en redes sociales hace que estas mismas aumenten”, añade Curto. 

En la actualidad, Almudena acompaña a tres pacientes jóvenes que sufren dicho síndrome. Todos tienen algo en común: perfiles ansiosos desde antes de la COVID-19. Ninguno de ellos ha logrado quitarse la mascarilla tanto en exteriores ni interiores, mucho menos cuando están cerca de sus pares. Dolores de barriga y cabeza, crisis de ansiedad que conlleva al llanto, desmotivación, son los síntomas que destacan en este grupo. 

Es un momento de autoconocimiento y autoestima donde las habilidades sociales y la comunicación juegan un papel importante, por lo que retirar la mascarilla y exponerse al completo en estas interacciones puede también generar cierto malestar”, señala Pilar Conde, psicóloga sanitaria y directora de un centro de psicoterapia en Valencia. En consecuencia, al cubrir casi la mitad de su rostro la mascarilla hace que se sientan cómodos con su “yo”. 

Con mi salud no te metas

Son las 3am y lo único que ven sus ojos es una luz blanca que ilumina su frente. “¡Ha despertado!” Jorge había vuelto a la conciencia después de 21 días en el área de cuidados intensivos. “Cuando sales de UCI es como si te hubiera pasado un tren por encima, es una experiencia que jamás se la desearía a nadie y es por lo que la mascarilla ahora es como parte de mi cuerpo”, nos cuenta. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se afirma que el encierro ha causado la erosión de la salud mental de una gran parte de la sociedad. Sin duda actitudes como la falta de tolerancia a la incertidumbre, la vulnerabilidad percibida a la enfermedad o la propensión a la ansiedad han sido protagonistas en el comportamiento de las personas que sufren de corona fobia.   

“El uso de las mascarillas ha logrado un hecho trascendente en la pandemia, se ha comprobado que nos dio una protección valorable para combatirla. Durante casi dos años hubo una imposición social de este uso obligatorio, por lo que soltarlas ha sido una noticia difícil para muchos que ya estaban acostumbrados”, destaca el médico psiquiatra Jesús Ángel Manrique. 

En la actualidad, Manrique señala que cuenta con una gran cantidad de pacientes mayores donde el temor a sentirse vulnerables frente a un virus que todavía está circulando, se apodera de ellos. Los que más han sufrido son sin duda los que han tenido familiares que han fallecido o contraído este virus. “Todo esto ha generado diferentes problemas de tipo psiquiátrico, uno de ellos es el estrés post traumático. Esto destaca sobre todo en pacientes sobrevivientes ante el coronavirus”, añade. 

Dicha situación no solo ha tenido efectos en los pacientes sino también a aquellos que están en primera fila de batalla: los médicos. Muchos de ellos manifiestan que han sido afectados psicológicamente de una manera muy fuerte. Uno de los episodios más difíciles fue sin duda la época crítica de la pandemia, donde muchos tenían que decidir a quienes se les apagaba el oxígeno para brindárselo a otro paciente que tenía más posibilidades de vivir. 

“Es que para una persona que trabaja en el sector salud y tiene vocación de ayudar al ser humano, tener que decidir a quién se le quita la vida y a quien salvar es imposible que no genera alguna secuela”, comenta la especialista en área de COVID-19, Tarcila Tarazona.

Así es que nace la Escala de fobia COVID-19. Se trata de un instrumento de evaluación que brinda una serie de preguntas acompañadas de una escala numerada del 1 al 5. Como resultado se tendrá el porcentaje de miedo que tiene la persona frente al coronavirus. Esto ayuda no solo a diagnosticar nuevos casos específicos de corona fobia sino también la posible recaída que pueda presentar algún paciente que ya haya sido dado de alta. 

Si bien la declaración del uso facultativo de mascarillas en espacios abiertos augura un porvenir esperanzador, la pandemia continúa y, con ella, el temor al contagio. Para algunos, el desapego de nuestra querida mascarilla no será fácil; se extrañará la seguridad que esta supone. Sin embargo, poco a poco nos adaptaremos una vez más, recuperaremos la confianza en nuestro entorno y, con ella,  nuestra tan ansiada cuasi “normalidad”.

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