Nexos conversó con el actual Congresista de la República sobre su trayectoria en la política peruana, el escenario de crisis constante que ha bañado los últimos meses al aparato público, el comportamiento de la oposición y la posibilidad de futuras aspiraciones electorales.
Por: Sebastian Ramirez
En uno de los momentos políticos más desoladores, en el que tanto izquierda como derecha se llevan el oro de la decepción ciudadana, la gente se empieza a preguntar si aún quedan personajes con algo de credibilidad. Alguien que ofrezca dos soles más de esperanza para las siguientes elecciones (en el momento que se presenten), una salida a la eterna crisis. Para muchos electores conservadores ese candidato puede ser Roberto Chiabra. Ex militar, Jefe de Comando de Operaciones durante la Guerra del Cenepa, Ministro de Defensa de Alejandro Toledo y actual Congresista de la República de Alianza por el Progreso. En esta oportunidad, el General (como prefiere que lo llamen) analiza los momentos de su vida que lo llevaron a hacer política, cuenta su lectura alrededor de la oposición y revela su posible figura presidencial.
Usted vivió algunos de los momentos más trascendentales de nuestro país en su trayectoria como militar. ¿Qué lo movió a continuar esa vocación de servicio en la política?
Creo que uno se inicia como militar para dos cosas puntuales: llegar al grado de General o Comandante General (que fue lo que me tocó a mí) y para tener la oportunidad de defender la integridad territorial. Está escrito en la misión constitucional. Tú te graduas como militar en el campo de batalla mientras defiendes a tu país de un enemigo externo. Haciendo eso, precisamente, encontré una vocación de servicio admirable. No en mí mismo, pero sí en los jóvenes soldados que tuve la oportunidad de conocer en San Martín y Huánuco. Nunca he visto una destreza similar, una capacidad para ejecutar ni tal intrepidez en agentes limeños. Fue esa admiración la que me cautivó e impulsó a cultivar una carrera abocada al desarrollo del país.
Sin embargo, después de haber ganado la Guerra con Ecuador, fuera de reconocer la hazaña de todos aquellos que dieron su vida por la patria, la victoria fue politizada. Se popularizó la versión de que la guerra ayudó a Alberto Fujimori a lograr un siguiente mandato, despreciando el momento histórico y quienes fuimos parte de él. Cuando esto sucede, el país pierde algo de su capital humano, y creo que ese es uno de los principales problemas que hoy padece el Perú, especialmente para los jóvenes.
¿Considera que los jóvenes ya no tienen la participación política/ciudadana que tenían antes?
Definitivamente algo ha cambiado, sino veríamos más jóvenes participando. Aunque debo admitir que ahorita en el Congreso hay algunos jóvenes que están mejor preparados que los más viejos y se expresan perfectamente cuando toman la palabra. El tema ahora es cómo motivarlos, cómo hacerles ver que la política, por más desprestigiada que esté, es una vía para cambiar las cosas. Esto es un reto, sobre todo cuando no hay partidos políticos consolidados, y solo existen agrupaciones que hacen vida electoral, que llaman a quien puede financiar la campaña para que sea candidato. Debemos buscar nuevamente a aquellos que quieran ser la solución, gente preparada, que conozca la realidad. Siempre criticamos al congreso por ser poco preparado, pero los requisitos para entrar son ser peruano de nacimiento y mayor de 25 años.
¿Qué fue lo que lo llevó entonces a querer ser congresista?
En realidad, yo tenía planes de candidatear a la Presidencia de la República en las últimas elecciones, de hecho estuvimos formando un partido que quedó en nada por la llegada de la pandemia. Finalmente, me reuní con mi equipo para tomar una decisión, no alcanzaba a candidatear, pero sí a estar dentro de una lista ya existente, al final concluí que era mejor empezar a tener voz y voto que pasar cinco años más sin tener la participación que deseaba. Yo tuve una conversación con César Acuña, presidente del partido Alianza por el Progreso, quien me llamó apenas se enteró que no sería candidato y me tomó como compromiso de palabra que me presentaría en su lista al Congreso. Yo tenía varias ofertas, pero creo fielmente que las personas deben recuperar el valor de las promesas que hacen y yo ya le había dado mi palabra.
¿Se siente cómodo en el partido?
El partido me da autonomía 100%. Se podrán dar cuenta que en las votaciones somos dos los congresistas de Lima que votamos distinto a los de provincia, lo cual no quiere decir que no se discutan internamente los temas debatidos. Al principio hemos escuchado como los congresistas de provincia nos cuentan que en sus regiones el pueblo les reclama que en Lima no dejan trabajar al profesor Castillo, sin embargo, hoy tenemos otra realidad. El punto es que todo se conversa en su momento, pero lo más importante, nada se impone. El día que alguien me pida explicaciones por un voto específico o quieran condicionar mi opinión, tomaré decisiones.
Para usted, ¿cómo ha cambiado el perfil del político en los últimos años?
Ha cambiado notablemente. Los debates en el Congreso antes eran un partido de esgrima verbal, con argumentos e ideas. Hoy el intercambio está dedicado más a descalificar al otro, insultar y recriminar por los crímenes del líder contrario. Antes los partidos tenían escuela de formación y capacitaciones en el extranjero.
¿Esto tiene que ver con el desprestigio que tiene la figura del congresista actualmente?
Por supuesto, yo prefiero que me digan General antes que Congresista, el cargo ha perdido el respeto tácito que tenía anteriormente. Pero debemos recordar que en el Congreso hay 130 personas diferentes con tendencias, procedencias e historias totalmente distintas. Si es difícil que dentro de una misma bancada estén de acuerdo, imaginate los 130 de diferentes regiones, partidos y realidades. Ahora, también considero que se tiende a generalizar mucho. Basta que uno salga en un escándalo y el resto entra en el mismo saco socialmente desaprobatorio. Somos una piñata muy fácil de golpear.
¿Qué opina del deterioro reputacional de la derecha en nuestro país?
Creo que muchos se remontan a la época colonial en el Perú para buscar el orígen de todos sus males, pero yo creo que solo hace falta regresar al año 2000, tiempo en el que regresamos a la democracia y en el que debimos iniciar dos procesos: la transición de la guerra a la paz (post terrorismo) y la reforma del Estado. Una vez terminado el levantamiento subversivo, debimos pensar en los procesos correctos para sanar las heridas sociales, contar con un procedimiento para aquellos que eran culpables, para los que se arrepentían y tantos otros casos, no se hizo. Después del autogolpe de Fujimori, las instituciones quedan sumamente deterioradas y ameritaba hacer una reforma para recuperarlas, tampoco se hizo. La derecha falló al enfocarse ciegamente en la bonanza económica, fue su manera de decir “mientra a mí me valla bien, el resto que se acomode”. Una vez más dejamos de lado el capital humano y rematamos dos botines fundamentales para toda nación: la educación y la cultura. Desde ahí, empezamos a perder confianza.
¿Qué me dice del capital político de la izquierda?
Cero. Ellos mismos se han encargado de dilapidar toda pretensión política de sus partidos en el futuro y creo que es evidente el daño institucional que están dejando, con dos ejemplos claros: Petroperú y Migraciones.
¿Estamos ante un gobierno agonizante?
Yo creo que tiene fecha de caducidad. El Congreso no sacará al Presidente, pero lo va a sacar a la calle, esa es mi profecía. El pueblo lo puso, el pueblo lo va a sacar. De peores situaciones hemos salido.
¿Qué podemos esperar para las elecciones del 2026? ¿Si se llega a un consenso en Alianza para el Progreso, usted postularía a la presidencia?
Creo que antes de pensar en líderes debemos conseguir eso que hasta ahora parece imposible: unidad. Si dijera que yo soy la solución, cometeremos el mismo error. Debemos analizar los errores del pasado y corregirlos. Preguntarnos, ¿por qué (la derecha) perdimos las elecciones?, ¿Por qué nos presentamos por separado? Son errores que no se pueden volver a cometer. Sin embargo, no llegamos a ningún consenso para que así suceda en el futuro.
¿Esas son las condiciones que deben darse para que usted considere postularse?
No me presentaría si veo que la derecha sigue dividida y busca sabotearse entre sí como lo que vimos la última elección. Por mi lado, preparación hay, intenciones sobran y la posibilidad existe. Afortunadamente, tengo el privilegio de haber recorrido todo el Perú, creo haber visto bastante y que tengo una idea bastante clara de la realidad del país. Gracias a mi preparación militar, tengo la capacidad de conducir un planeamiento permanente y tomar decisiones difíciles cuando la situación lo amerita, sobre todo para problemáticas transversales (que son la mayoría en el Perú). En resumen, está la voluntad y capacidad de gestión, lo que falta es la unidad y, por supuesto, también los votos.