El último martes 05 de abril, el presidente Pedro Castillo trajo nuevos recuerdos al historial autoritario de la emblemática fecha y logró consolidar la primera marcha masiva en su contra. Nexos estuvo presente en las manifestaciones para retratar el descontento generalizado y los excesos que cerraron la jornada.
Mientras muchos limeños dormían, Pedro Castillo planteaba la inmovilización en toda Lima y Callao desde las dos de la madrugada de aquella noche. Los ciudadanos despertaron y vieron a la capital parada, en una pausa forzada que amargó a muchos. Por más que tenían prohibido salir, miles marcharon, tomando calles y avenidas, demostrando su rechazo hacia la disposición y hacia el mismo presidente.
La tarde del martes, poco a poco fueron llegando grupos de personas al Centro de Lima, llenando la Plaza San Martín de cánticos y pancartas. Pero apenas la multitud se consolidó, la muchedumbre se dirigió hacia el Congreso de la República, donde el presidente aún estaba presente, pronto a dejar la inmovilización sin efecto. A unas cuadras del Legislativo, el cordón policial se presentó inamovible. Al menos por el momento.
Los enfrentamientos no tardaron en escalar. De pequeños forcejeos y empujones, intentos breves de romper el hilo de policías, pasaron a lanzarse piedras y rocas sacadas de una construcción cercana. El ambiente empezó a sentir el calor de la violencia y la actuación policial también se elevó. Gritos, patadas, piedras y palos. Una multitud enérgica y agresiva se enfrentó a los efectivos. Las lacrimógenas despegaron de los cañones, el humo envolvió el cruce y la masa retrocedió, pero muchos mantuvieron su lugar, listos para volver a atacar.
Fueron horas de enfrentamientos, con largos minutos semejantes a una zona de combate. Las piedras caían con fuerza de un lado de la avenida mientras que, del otro, los policías disparaban lacrimógenas sin parar. Las nubes blancas, asfixiantes, volaban alejando más y más a la turba. Destruyeron un carro de la policía, los proyectiles volaban sin cesar. La tarde fue cayendo y llegaron los jinetes policiales y el famoso “rochabus”. Así, una masa de policías corrió detrás del camión que escupía agua y “barrieron” así a la muchedumbre, llevándola hasta el cruce de Piérola con Abancay, un cruce símbolo del enfrentamiento.
Con la noche, y con una muchedumbre que perdía aforo cada minuto, el vandalismo se apoderó por completo de la situación, por más que este ya había estado presente a lo largo de la tarde. Tras romper las puertas laterales, así como toda la entrada de vidrio de la Corte Superior de Lima, vándalos ingresaron por la entrada lateral y lograron destruir y robar diferentes cosas; unos sacaban extintores y otro, un microondas. Con amenazas continuas hacia la prensa, también le arrebataron la cámara a, por lo menos, dos fotoperiodistas, quemaron el cuarto de seguridad de la Corte e incendiaron un aparente escritorio en medio de la avenida.
La marcha, que comenzó pacífica y se mantuvo así en su mayoría, se convirtió en una noche de caso total. La destrucción de propiedad privada y pública se veía por todas partes, con la policía inmóvil ante la posibilidad que vuelvan a perder el control de la avenida Abancay. Una mancha en la protesta que, por horas, mostró su rechazo al actual gobierno. Este jueves diferentes gremios han anunciado que participarán en otra gran marcha. Solo queda esperar para conocer los niveles a los que podrá llegar.
