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Por un minuto seamos Juana: la anemia en el Perú

Para las personas que padecen esta enfermedad, las oportunidades laborales, de acceso a cuidados y de socialización son escasas o casi nulas. Este reportaje muestra el detalle de las batallas que atraviesan los niños y adultos del Perú con esta condición.

Por: Natalia Zucchetti, María Fernanda Flores, Aiko López y Eduardo Macedo para el curso de Producción Informativa

En el cruce de la Avenida Angamos con la Vía Expresa se encuentra Juana, quien respira el smog que se acumula en el aire de una caótica tarde limeña cercana a la “hora punta”. Su desgastada escoba poco le ayuda en la labor que lleva ejerciendo desde hace 12 años: barrer las calles surquillanas. A su lado, las combis, taxis y autos pasan sin parar, molestándola con el ensordecedor ruido de los claxons. Aunque la fatiga y el bochorno la desaniman a seguir con su jornada, la imagen de su pequeño hijo en su primer día de clases la impulsa a continuar. Juana trabaja como operaria de limpieza pública, único trabajo para el cual calificó, pues no se necesitaba primaria completa. Pero su limitación va más allá de su preparación académica: padecer anemia en su infancia, producto de la pobreza de su familia, produjo secuelas irreversibles que le arrebataron toda la esperanza de acceder a una vida mejor.

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En el Perú existen millones de niños anémicos que, como Juana, están destinados a una vida poco prometedora, en donde un futuro mejor es solo una ilusión. A pesar de ser un país dedicado a la producción y exportación de “superalimentos” –tales como la cañihua, quinua y, sobre todo, la papa, del cual se es primer productor en América Latina–, el Perú aún no ha podido superar una de sus principales dolencias crónicas: la anemia. El gobierno peruano, mediante la implementación del ‘Plan Nacional para la reducción y control de la anemia Materno Infantil y Desnutrición Crónica Infantil en el Perú: 2017-2021’, ha buscado contrarrestar los altos niveles de desnutrición y anemia que imperan en el país; sin embargo, para octubre del 2020, la tasa de desnutrición y anemia sólo se ha reducido en un porcentaje menor a 3%. (Ojo al dato: en el 2017, el 43.6% de los niños de 6 a 36 meses de edad padecían anemia, por lo cual se buscó reducir este índice a 19% para el 2021. Sin embargo, en octubre de 2020 se registró un índice de 40.8%).

A pesar de su fuerte presencia en el país, la anemia sigue siendo un tema complejo de entender. Acudiendo a una definición sin tanto tecnicismo, el especialista en nutrición Dr. Jose Rojas explica que esta enfermedad responde a una “cantidad de hierro deficiente en sangre (…) que no permite que llegue el oxígeno suficiente al cerebro”. La ausencia de un nutriente tan importante genera significativos daños al individuo que se muestran durante las primeras etapas de vida, incluso desde el embarazo. Para una madre embarazada, esta enfermedad puede causar su muerte y la de su hijo, puesto que la labor de parto necesita de una circulación sanguínea consistente. De sobrevivir, el recién nacido tendría un peso bajo, lo cual lo mantiene al filo de la muerte y aumenta el riesgo de que sufra enfermedades no transmisibles. Por ello, quienes nacen con esta insuficiencia férrica tienen ínfimas probabilidades de supervivencia.

De padecerse durante la temprana infancia o la niñez, esta enfermedad convierte dichas etapas en un martirio debido a las bajas energías con las que cuenta el menor. Además, siendo el periodo de mayor desarrollo físico del ser humano, la anemia evita que se logre de manera completa y correcta. Perder este crecimiento no es una afección que desaparezca con la edad, ni siquiera luego de que se supere la condición anémica por medio de tratamiento o suplementos. Nuevamente el Dr. Rojas señala: “no es que levanto su hemoglobina y ya sanó, si no que quedan consecuencias para futuro”.Así pues, el bajo desarrollo físico en los primeros años de vida se traduce en un joven adulto con nula capacidad motriz fina y gruesa. Este conjunto de habilidades conforman la base de toda operación mecánica que se realiza a diario. Quizá no estén impedidos de realizar actividades básicas, como el ejercicio físico o la manipulación de herramientas. Sin embargo, mientras más aumenta la dificultad de las tareas, menor será su capacidad para cumplirlas.

Afecciones de la anemia en el individuo

En un mundo laboral tan competitivo como el actual, ¿cómo podría un adulto acceder a un trabajo de oficina sin tener la capacidad suficiente para escribir en un teclado, o ejercer un oficio de construcción sin poder aprender a operar maquinaria? Como es evidente, la anemia también genera consecuencias en el ámbito neuropsicológico: sin el hierro, el cerebro no puede realizar las actividades metabólicas que consolidan su normal desarrollo. Semanas después del nacimiento, la formación del tejido nervioso cerebral (a nivel de conectores: sináptica, y de transmisión: mielinización) se encuentran en una etapa de auge. Estos procesos complejos necesitan de una fuente muy simple: una alimentación rica en vitaminas y minerales –como el hierro–. Pero, ¿qué sucede cuando un niño no se alimenta con una dieta rica en hierro? La deficiencia de hierro en sangre afecta la regulación y conducción de neurotransmisores (como la serotonina, la dopamina y GABA), y con ello, el normal desenvolvimiento del menor, comprometiendo las respuestas afectivas y el funcionamiento cognoscitivo. Este crece sin poder organizar correctamente sus memorias, ni relacionar patrones de movimiento de manera coordinada. Asimismo, un niño con desnutrición leve o moderada presentará un bajo coeficiente intelectual comparado con un niño con peso normal, lo que puede significar un costo de hasta 15 puntos en su CI.

Todas estas alteraciones cerebrales, imperceptibles a nuestros ojos, se materializan en una consecuencia que marcará de por vida a los niños anémicos: sus capacidades de aprendizaje siempre serán limitadas, pues los daños cerebrales son irreversibles. Bajas notas y repetición de grados se convierten en un patrón constante desde sus primeros años escolares, lo que en muchas ocasiones lleva a la deserción escolar. Una historia que no deja de repetirse entre las familias de bajos recursos que viven esta realidad.

Lamentablemente, los efectos negativos no se limitan a las capacidades intelectuales. La anemia también afecta a la dimensión psicológica-emocional del individuo, un aspecto al que, en nuestra sociedad, nunca se le ha dado la importancia necesaria. Algunos informes médicos plantean que existe una relación entre la anemia y el desarrollo de trastornos psicológicos como el déficit de atención, la ansiedad y la depresión. Esto sería producto de las deficiencias en los neurotransmisores como la dopamina y la serotonina. Sin embargo, en palabras del psiquiatra Dr. Luis Enrique Miranda, “no se ha encontrado una relación directa [entre estos trastornos] por la presencia de anemia […] Son cuadros distintos, aunque pueden superponerse [lo que produce mayores dificultades en el tratamiento]”.

Si bien queda claro que no existe una causalidad entre los trastornos psicológicos antes mencionados y la anemia, es muy importante tener en cuenta otra clase de relación. Quienes sufren las consecuencias de la anemia infantil son víctimas de la marginación y la estigmatización social por ser “lentos”, “torpes” y/o “retrasados”. Con esto, inevitablemente, la angustia y la ansiedad se suman a su ya pesada carga. Asumidos como poco importantes, se les “borra del mapa”, cortando toda oportunidad para mejorar su condición y calidad de vida con el apoyo psicológico que necesitan. Este escenario desfavorable se refleja patentemente en el actual plan del Estado contra la anemia, el cual, hasta la fecha, no ha incluido la dimensión psicológica como uno de los ejes fundamentales para superar esta enfermedad, concentrándose únicamente en los estragos físicos.

AFECCIONES DE LA ANEMIA EN UN NIVEL MACRO

Aunque parezca que los problemas que envuelven a la anemia solo afectan a las personas que la padecen o padecieron, sus efectos negativos van más allá: la alta prevalencia de dicha enfermedad en el país la convierte en un problema de salud pública. Con ello, pasa de un nivel individual para trascender a un nivel macro, pues afecta a toda la sociedad en conjunto. La anemia repercute en la productividad del individuo y en su contribución a la economía nacional. Además, representa un costo adicional para el Estado. Pero el desarrollo de un país no está ligado únicamente al crecimiento económico reflejado en el PBI, sino también al desarrollo social y, con ello, a la calidad de su capital humano.

Como se mencionó previamente, un niño anémico se ve privado de un desarrollo físico y cognitivo idóneo. Por ello, sus años de escolaridad se ven reducidos, lo cual afectará su futuro desempeño en el mercado laboral. Entonces, para cubrir el déficit que ese niño –ahora adulto– representa, se genera un nuevo gasto estatal. Esto desacelera el desarrollo económico del país, un factor que afecta a cualquier ciudadano, independientemente de si padece la enfermedad o no. El informe publicado por el centro de investigaciones GRADE, titulado “Impacto económico de la anemia en el Perú”, expone con claridad lo previamente mencionado. De acuerdo a la investigación encabezada por Lorena Alcázar, a anemia le cuesta a la sociedad peruana el 0.62% del PBI, que se traduce en aproximadamente s/. 2 777 millones. Según la metodología aplicada, los costos tienen dos enfoques: los que le genera al Estado y los que se generan a partir de las deficiencias presentes en el capital humano nacional.

Por un lado, el Estado debe realizar una masiva inversión en cuanto a salud pública para hacerle frente a la enfermedad que alcanzaría los s/.632 millones. Estos costos se distribuyen según los diferentes momentos de asistencia. El más importante de todos corresponde a la atención de partos prematuros causados por anemia, el cual asciende a S/.360 millones y representa casi el 0.1% del PBI aproximadamente. Sumado a ello, el costo de los programas para atender y erradicar la anemia a nivel nacional alcanzan los S/. 22 millones y el costo de prevención de la misma representa S/. 18 millones.

El capital humano es uno de los recursos más valiosos para el país, pues representa el motor de su economía y desarrollo. Si una cantidad considerable de miembros de la población económicamente activa (PEA) padecieron o padecen de anemia, su desempeño y calidad laboral será muy limitada. Por lo tanto, su capacidad competitiva para generar ingresos y acceder a mejores oportunidades, tanto laborales como académicas, se ven fuertemente afectadas. Asimismo, la baja calidad de capital humano en el país influye en la recaudación de impuestos del Estado y en el crecimiento económico nacional. La investigación de GRADE también menciona que, en zonas rurales, el sueldo per cápita desciende en 3.2% y en zonas urbanas en un 2.4%.

POLÍTICAS PÚBLICAS

En el 2017, el Estado peruano realizó “mega campañas” que lograron atender a más de 100.000 niños y gestantes a nivel nacional. Se instalaron puestos de despistaje, se entregaron medicamentos y se invitó a los pobladores de las diferentes ciudades a degustar alimentos ricos en hierro como sangrecita, galletas fortificadas y menudencia de pollo. Sin embargo, este esfuerzo no fue sostenible en el tiempo, lo que implicaría que muchos de los pacientes tratados vuelvan a padecer anemia.

Sumado a todo ello, la inexistencia de políticas públicas que se enfoquen en apoyar al desarrollo de los adolescentes y adultos que han sido marcados por los daños físicos y psicológicos de la anemia demuestra que estos planes siguen siendo deficientes e insuficientes. Sin duda, esta problemática va más allá de la infancia.

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La realidad de Juana es la realidad de miles de peruanos. Su padecimiento es uno de los problemas que, como país, no hemos podido solucionar y cuyas consecuencias afectan a todos. Hoy, cientos de niños nacerán en el Perú para, con los años, ejercer las labores “menos honrosas” de nuestra sociedad. No nos daña moralmente servirnos del trabajo de Juana, pero debería, porque su situación es producto de la inacción social, la incapacidad estatal y la indolencia personal. Basta de tomar la cómoda posición de ser espectadores pasivos, seamos actores del cambio. Por un minuto, siquiera, seamos Juana.

*Para conocer más detalles del reportaje, ingresar a: https://anemia-en-el-peru.glitch.me/

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