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Esperanza morada: El mes del Señor de los Milagros en el segundo año de la pandemia

Octubre es un mes lleno de cultura y tradición. Entre turrones y rezos, el Señor de los Milagros se posiciona como el símbolo representativo de esta fecha. No obstante, la crisis sanitaria puso en jaque una de las expresiones culturales más importantes para el país. Tras un año de tortuosa pandemia y prohibición de todo acto masivo, nos preguntamos: ¿cómo retorna el Cristo Morado? ¿Cómo se vive la celebración entre sus devotos?

Por: Natalia Zucchetti Deville, Eduardo Macedo Gomero y Maria Fernanda Flores O’Brien

9 de la mañana. Los alrededores de la Iglesia de las Nazarenas atestiguan el incremento de fieles. Llegan extasiados a rendirle devoción al Cristo Morado. Tras más de dos años de ausencia, el cruce de la Avenida Tacna y Jr. Huancavelica recibe a los devotos deseosos de participar en las actividades organizadas este año como alternativa a la procesión. Trabajadores de la Municipalidad de Lima y agentes de la Policía Nacional resguardan el lugar. Los hermanos, miembros de la novena cuadrilla, están encargados de guiar a los asistentes. “Estamos acá desde las 5 am” comenta Marcos, serenazgo municipal. Luego entona en voz alta “por favor, señores, doble mascarilla y distanciamiento”.

Entre la aglomeración, se encuentra Janet. Junto a sus dos hijas y su madre, ha llegado a cumplir la promesa que hizo un año atrás. Con lágrimas asomándose de sus ojos y la voz entrecortada, recuerda emocionada cómo el Señor le salvó la vida. Fue diagnosticada con un tumor cerebral, del cual pudo ser operada. A pesar de la lejanía y contra la voluntad de su esposo, vino desde Pisco. Su cansancio no aplaca su alegría, pues el agradecimiento al Cristo Moreno supera las largas horas de viaje. Además de retribuir el milagro, Janet desea que su menor hija, Daniela, aprecie la figura del Señor porque “la fe no tiene edad”.

Y es que la devoción no conoce de edades. Señoras mayores, niños y bebés en brazos se forman en las colas que serpentean el carril derecho de la vía. En la mitad de una fila se encuentran los primos Kate y Leau, que a sus 8 y 10 años, respectivamente, llegan a participar de la celebración. La fe y devoción por el Señor de los Milagros se transmite de generación en generación. “Es una tradición familiar que queremos inculcarle a nuestros hijos” afirma la madre de Kate, mientras le acomoda el vestido morado a su pequeña. Su sobrino Leau la tiene clara, él quiere pedir que el COVID se vaya. Su prima se une a las plegarias y expresa sus ansias por volver al colegio para ver a sus amigas de nuevo.

Al lado de la familia, se desplazan vendedores ambulantes ofreciendo souvenirs. A ellos, se suman pequeños puestos ubicados a lo largo de la autopista. Sentado sobre una pequeña banca está Alfredo Vega, quien junto a su esposa Consuelo trabajan hace más de 36 años vendiendo sus productos durante el mes de octubre. Rosarios en todas las tonalidades de morado, velas y cirios, estampas, pines y detentes con la imagen del Señor de los Milagros revisten el puesto de la pareja. La adoración al Cristo Morado es también una fuente de ingresos para muchas familias, como la Vega-Pelaes. “Definitivamente la pandemia ha afectado a todos, pero el año anterior fue peor”, afirma el además devoto Alfredo. Como muchos otros comerciantes en su misma situación, tuvo que pedir un préstamo al banco para costear la inversión de volver este año con su stand. Sin embargo, sabe que el Señor cuida de él. “No es lo mismo, pero este año se ve que la gente viene con más devoción con todo lo que está pasando”, agrega.

Unos metros más adelante, se sitúan las turronerías que rodean el templo. En una de las concurridas tiendas, Doña Ana Maria compra un kilo del tradicional postre a pedido especial de su madre. Ella la encomendó al Señor de los Milagros cuando tenía solo dos años, pues sufría del corazón. A sus 31 años, Ana María se vio ante la urgencia de someterse a un costoso procedimiento a causa de su afección. Sin embargo, no contaba con el dinero suficiente para asumir los gastos. Por ello, vino a encomendarse de nuevo al Cristo Morado y fue así como consiguió lo necesario para salvar su vida por segunda vez. A pesar de la crisis sanitaria, realizar su tradicional visita le ha traído grandes esperanzas. “Fue muy difícil no venir el año pasado, no tenía celular para atender lo que se transmitía y poder regresar me ha hecho derramar lágrimas de felicidad”, cuenta mientras recibe su vuelto y lo guarda en un pequeño monedero. Para Doña Ana Maria, la fe es algo sobrenatural que evoca inexplicables emociones. Su devoción trasciende lo terrenal.

Fe en tiempos de crisis

En contraste, la experiencia durante el 2020 fue completamente diferente. El pasado octubre se contabilizaban 821564 casos confirmados de COVID-19 y  32609 fallecidos. Un mes antes, se hizo público el decreto que prolongaba el estado de emergencia hasta el último día del mes morado.

Debido al cierre total de los locales de culto, las Madres Carmelitas Descalzas, cuya congregación se encarga de la Iglesia de las Nazarenas, no tuvieron otra opción más que cancelar la procesión. Para entonces, la pasarela cristiana se había realizado ininterrumpidamente por más de tres siglos. El único antecedente similar tuvo lugar en 1882, con la ocupación de Lima a manos de las tropas chilenas durante la Guerra del Pacífico.

Sin embargo, la fe mueve montañas. Fue así como, a falta de presencialidad, los devotos encontraron refugio en las nuevas tecnologías. Ante la incertidumbre, las cofradías de cada región optaron por realizar actividades virtuales para mantener vivo el espíritu de los feligreses. Un ejemplo de esto es el medio oficial del monasterio, Nazarenas Tv, que hasta la fecha desempeñó un rol crucial para transmitir la fe a través de su página web, redes, e incluso por una app para celular.

Aunque las transmisiones tenían un gran alcance, los feligreses añoraban el encuentro presencial. “Fue el primer año que ni siquiera armamos las andas” recuerda Juan Francisco Aza, patrón de andas del monasterio. “La pandemia ha sido un tiempo crítico, la Iglesia permaneció a puertas cerradas, también se cerraron los alrededores”, señala.  De todas maneras, los fieles se conglomeraron a las afueras del templo. Con rápida acción, se organizaron grupos de 30 personas para permitirles pasar a la fachada del santuario a orar. Esto último para que “la gente que realmente quería ir esté un poco más cerca del Señor” añadió el patrón Aza.

El afán de los fieles por ver a la imagen, tanto el año pasado como este, demuestra la fuerte devoción. Según la psicóloga Ana Gabriela Alvarado, la relación entre la fe y el ser humano puede considerarse una “disposición emocional desde la que observamos y entendemos el mundo”. Para un creyente, la tradición se plasma en el día a día. Por lo que, en tiempos difíciles como el presente, la adoración al Señor de los Milagros puede permitirles afrontar la pérdida asociándola con “los misteriosos caminos del Señor”, como menciona la especialista. 

El regreso del Cristo Morado

Este año, las hermanas Carmelitas Descalzas, junto al Arzobispado de Lima y los Patrones de Andas, idearon una alternativa a la procesión con la finalidad de acercar la imagen sagrada al pueblo. Es así como, tras un largo año de espera, la esperanza de un pronto reencuentro se hizo realidad: el comunicado emitido por la Hermandad del Señor de los Milagros informó a los fieles que podrían verlo nuevamente de manera presencial. Del 10 al 31 de octubre, podrán visitar el lienzo expuesto en el Salón de Andas del Santuario de las Nazarenas desde las 7:30 de la mañana, hasta las 6 de la tarde.

Con el fin de garantizar una experiencia segura, se han establecido los protocolos de bioseguridad: ingreso sólo con doble mascarilla y protector facial opcional; medición de temperatura y desinfección de manos. A manera de agilizar el tránsito, se han formado tres filas independientes para las actividades programadas. La primera permite el ingreso a la Iglesia para un breve momento de oración. La segunda lleva a los feligreses hasta el Salón de Andas. La tercera es para asistir a la misa. Esta vez no se podrá dejar ofrendas ni prender velas. Asimismo, la veneración de la imagen solo será de dos minutos, debido a la afluencia de fieles y al aforo permitido.

A diferencia del año pasado, se celebrarán diariamente 6 misas presenciales con un aforo máximo de 100 personas (7:00 am, 9:00 am, 12:00 pm, 1:30 pm, 4:00 pm y 5:30 pm). También, se han organizado 2 misas virtuales (7:00 pm y 8:00 pm) que serán transmitidas por las redes sociales de la Hermandad del Señor de los Milagros y Nazarenas TV.

Inevitablemente, las variaciones en la celebración también impactaron responsabilidades de los Caballeros del Señor de los Milagros y de los miembros de la Hermandad. En esta ocasión, serán encargados de cuidar el anda y mantener en orden a los fieles, evitando las aglomeraciones. Eduardo Franco Olivares, hermano de la primera cuadrilla, cuenta que solo podrán apoyar los hermanos menores de 65 años que ya hayan sido inoculados con las dos dosis con el propósito de “proteger a los hermanos más vulnerables”.

A pesar de las nuevas medidas y la reformulación de la ceremonia, la emoción por adorar al Cristo Moreno permanece inexorable. “Desde el primer día en el que se inauguró, hay cola desde las 7 de la mañana hasta las 6 de la tarde. En las andas del Señor de los Milagros, no hay un solo instante del día donde no haya gente adorándolo” comenta el hermano Aza.

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La fila avanza hacia la sala de las andas. Brilla por su aparente ausencia la “ola morada” de hábitos, sahumerio y rezos. Sin embargo, la forma es lo único que ha cambiado. La marea de feligreses que inundaba las calles se forma ahora en una hilera de muchos colores, similar a las grageas en un turrón. Para un oyente desatento, sus peticiones y plegarias personales son ahogadas por el mar de cláxones limeños, pero al estar en la cola se entiende que son más fuertes que nunca. Sus pedidos individuales se transforman en haces de luz que se unen en una devoción colectiva. Ni en las horas más oscuras, el católico limeño sucumbirá en desesperanza. No mientras confíe que podrá cruzar de nuevo el portón de las Nazarenas para reencontrarse con su patrono, el Señor de los Milagros.

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