Por primera vez en la historia una mujer trans logra cambiar el sexo de su DNI sin necesidad de contar con una reasignación genital. Nexos conversó con ella para conocer los detalles de su batalla y sus deseos por un país más inclusivo e igualitario.
Hace más de 10 años, en el lejano y mucho más conservador 2010, Naamim Timoco logró algo impensable en el Perú: cambiar el sexo de su DNI para ser reconocida como mujer ante las autoridades. Este acontecimiento fue, sin embargo, difícil de celebrar, pues Naamin no solo había tenido que pasar por una vejación al mostrar su cuerpo desnudo – comprobando que se había realizado la reasignación genital – sino que había tenido que llegar hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que el estado peruano tome en cuenta su pedido. Si bien la comunidad trans peruana celebró el hecho, el logro se quedó como un caso único y aislado, pues las otras mujeres que intentaron ir por el mismo camino se toparon con tantas dificultades que resultó imposible conseguir el mismo derecho.
Todo eso cambió el pasado martes 28 de septiembre, cuando Dania Calderón, de 42 años, logró cambiar el sexo de su DNI sin necesidad de una cirugía de reasignación genital y únicamente a través de las autoridades peruanas. “En realidad el pedido empezó por cambio de nombre, en el 2017”, cuenta Calderón en una entrevista exclusiva para Nexos. El proceso inició en el juzgado de Huaraz, con su abogada. “Una vez que lo ganamos ella me dice: ‘bueno, Dania, ¿por qué no vamos por el cambio de sexo?’, y yo le dije que eso era imposible, es una batalla titánica, pues tengo compañeras que se han reasignado y aun así no tienen una sentencia a favor. Yo no lo he hecho y va a ser peor”, recuerda.
Si bien la sentencia del Tribunal Constitucional indica que la persona se tiene que identificar como se percibe, era algo muy difícil de lograr. “Tomé la decisión de empezar esta batalla, igual en Huaraz. Demoró como un año y medio para que la jueza lo lleve a Lima”, cuenta Dania. Después de un tiempo, el juzgado de Huaraz aprobó llevar los casos de cambio de sexo y nombre, pero ella tuvo que quedarse en Lima porque el proceso ya estaba avanzado en La Molina, donde residía. “El único caso anterior era el de Naamin, pero ella tuvo que pasar por muchas revisiones, ver si tenía o no vagina. Fue humillante”, señala. “A ninguna persona le pueden pedir que muestre sus genitales para comprobar que es hombre o mujer. Cuando me preguntan si me pienso reasignar, yo solo contesto que es algo íntimo”. Dania lleva un tratamiento hormonal hace varios años y se ha realizado una serie de operaciones estéticas por decisión personal. Todas estas fueron pruebas que debía mostrar para que se logre la sentencia.
La pandemia, por supuesto, paralizó todo. Cuando se reanudaron las funciones en mayo del 2020 todo era en línea, por teléfono. “Yo hablaba con el juez cada vez que podía, por eso cuando salió la sentencia favorable para mí, me sorprendí. Pero RENIEC no había apelado aún”, recuerda. Pasaron meses y Dania, junto a su abogada, seguían en la lucha. “Yo perseguía al magistrado. Recuerdo que llamé un 22 de diciembre y me dijeron que me habían notificado. Mi caso fue fortuito. El 2 de enero vencía el plazo para que RENIEC apele”, cuenta. Ella actualizaba el sistema y estaba a la espera de que la entidad muestre su oposición. Se pasó así hasta las 12 de la noche de la fecha límite, actualizando la web. Reniec, finalmente, no había apelado “¿Ya ganamos? Me parecía algo increíble. Una amiga activista me dijo que los altos funcionarios de Reniec se habían vuelto aliados y yo dije… ‘no creo, pero ojalá que sí’”, indica. Sus sospechas tenían sustento. El 3 de enero su abogada presentó un escrito pidiendo que se consienta la sentencia. Se la dieron con todo firmado y un código para mesa de partes. “RENIEC no sabía nada, se enteró después. Y es recién ahí que empieza a mandar escritos pidiendo que se anule el proceso, que no se le había notificado correctamente”, indica Dania. Acá es cuando empieza la pesadilla, pues el proceso, que si bien había demorado unos cuantos años y era un avance inmenso para el promedio, tenía fuertes detractores que buscaban impedir que ella logre el cambio en su documento de identidad.
“Estoy luchando por un derecho”, reclama con indignación. Pero, ¿cuál era la justificación de la entidad ante todo esto? “Uno sus argumentos era que yo iba a engañar a alguien diciéndole que era mujer y casarme con esa persona. Otro, que no me podían dar el sexo femenino porque podía jubilarme 5 años antes. Y en mi mente decía… ¡pero si las mujeres trans somos muertas civiles! No tenemos seguro, no tenemos AFP, no tenemos trabajo estable, la mayoría somos trabajadoras sexuales. ¿De qué estamos hablando?”, agrega. “Ellos no querían darme ese derecho porque saben que eso abre muchas puertas”. El congreso podía agarrar su caso y usarlo tanto para la ley de identidad de género como para la de matrimonio igualitario. Ahí estaba el miedo. “Es el temor al cambio, a lo diferente. Yo anímicamente y emocionalmente estaba muy mal”, recuerda.
RENIEC no podía apelar a la sentencia porque esta ya estaba consentida, entonces fue por otra vía: apelar a la resolución N.º 15. El juez, ante ello, señaló que se concedía la apelación, pero que el juicio ya había terminado. La última estrategia de RENIEC fue cambiar de procurador”, cuenta. Este solicitó todos los documentos desde cero, para poder estar actualizado con el caso. “Si se le mandaba toda la información por primera vez, como recién estaba siendo notificado, podía apelar y proceder”, explica. En respuesta a eso, el juez indicó lo que “si bien lo reconocía como nuevo procurador, no le iba a notificar más, en todo caso debía contactarse con la anterior procuradora”. El mensaje finalizaba con un pedido de que se cumpla el mandato judicial que permita realizarse el pedido de Dania.
“Un día me llama mi abogada y me dice que ya está listo, y yo no lo podía creer”, recuerda. De inmediato se dirigió a las oficinas de RENIEC con la partida impresa y la sentencia del juez, y logró tramitar su DNI electrónico. Dania estuvo contando cada segundo de los 10 días hábiles que le indicaron que debía esperar para recibir el documento, aún con miedo de que a último minuto no se lo quieran brindar. “Fui en caravana con mis compañeras, esperando cualquier cosa. Cuando finalmente lo vi, me sentí aliviada”, señala con emoción. Afuera de la oficina de Santa Anita la esperaban sus amigas del colectivo trans Féminas, quienes a la primera vista de que todo había salido bien, armaron una fiesta en las calles.
El futuro de la comunidad
“Esta es una luz al final del túnel”, señala Dania Calderón sobre el logro conseguido. Si bien ya existía un precedente con el caso de Naamin, su caso fue mucho más complejo pues tuvo que ser llevado a instancias internacionales para ser considerado. “Este no solo es un beneficio para mí, sino para toda mi comunidad, no solo la trans, sino toda la LGTB+”, explica.
“Si yo le pudiera dar un mensaje a las instituciones simplemente preguntaría, ¿qué les cuesta darnos esto?”, exclama con vigor. “Mis amigas siguen en pie de lucha. Ya me cambié de sexo, ya me dieron el DNI, ¿y qué pasó? No cayó un meteorito, no se destruyó el Perú”, indica. Y ahí yace el verdadero problema. El miedo al cambio, el temor a volver el Perú una sociedad más respetuosa y tolerante. Si bien Dania planea continuar luchando al lado de sus amigas y su comunidad por obtener sus derechos, señala que no ve en este gobierno – así como tampoco vio en los anteriores – una oportunidad de traer estos temas en agenda. “Cuando proponen que los derechos LGTB+ se lleven a referéndum, es sumamente injusto, pues somos una minoría y el país es muy conservador”, agrega Dania. Lo más probable, evidentemente, es que gane el ‘no’.
“Si estamos avanzando, pero es por las batallas que nosotras mismas vamos ganando”, explica. La visibilización es positiva, pues educa a una sociedad sumamente conservadora y discriminadora con la comunidad LGTB+. “Al menos ahora se habla de una mujer trans, algo que antes no se hacía”, señala. Hay que traer los temas a la mesa de los hogares, a las redes sociales. Ahí yace la esperanza de Dania Calderón y sus amigas, ahí también está la fuerza de su lucha. Una que planean continuar hasta que todas obtengan los derechos que merecen.