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Primera función: ¿Cómo fue la llegada del cinematógrafo al Perú?

Pocos se han preguntado por el momento histórico en el que nuestro país descubrió las imágenes en movimiento y, con ello, las realidades fuera de las fronteras limeñas. En el marco del Bicentenario, Nexos revisita uno de los momentos menos recordados pero igualmente relevantes en nuestra historia cinematográfica.

Por: Marcelo Paredes

Muchos sucesos históricos llegan a la mente de los peruanos cuando se piensa en los últimos 200 años de república: reflexiones sobre nuestra accidentada política, las decisiones que nos trajeron hasta el escenario que tenemos hoy, errores que no debemos volver a cometer. Pero pocos se preguntan sobre un hecho que revolucionó la manera como percibimos nuestra realidad y la del mundo, uno que cambió para siempre el concepto de entretenimiento y abrió las puertas de la Lima tradicional al mundo externo: la llegada del cinematógrafo al Perú. A fines del siglo XIX, los hermanos Lumière llamaron a su propio invento “una moda pasajera”, sin embargo, más allá del entretenimiento que brindó a personas de todas partes del mundo, este creó la innovadora posibilidad de visionar pruebas de lo que sucedía en otros lugares y otras culturas. En esta oportunidad, Nexos conversó con el crítico de cine y docente de la Universidad de Lima, Ricardo Bedoya, quien explica lo que significó este suceso para nuestro país en su libro El Cine Silente en el Perú (2016).

En realidad, la llegada de este aparato no tardó tanto como quizá se podría creer. Fue tan solo dos años después de su famosa primera presentación oficial frente a una audiencia, el 28 de diciembre de 1895 en París, a cargo del padre de los hermanos Antoine Lumière. La fecha exacta en Lima fue un martes 2 de febrero de 1897, con el Jardín Estrasburgo, uno de los restaurantes más refinados de la ciudad de aquel entonces, como escenario histórico de la primera proyección del cinematógrafo en suelo peruano.

“El primer aparato que llega es el vitascopio de Edison, y al mes siguiente es que llega el cinematógrafo de Lumière, el cual la gente consideró mejor al ser más estable. Los encargados de traerlo a nuestro país fueron los señores A. Jobler y Georges de Nissolz, enviados de la fábrica Lumière. En esa época, la prensa quedó deslumbrada, el periódico El Tiempo lo describió como ‘perfecto’ en lo que a reproducir las imágenes se refiere”, afirma Bedoya.

Imágenes para la aristocracia

Uno de los primeros ensayos fue una función de prensa hecha el 30 de enero de 1897. Bedoya, en su libro, muestra un fragmento de lo que el diario El Comercio publicó sobre un testimonio de alguien que asistió a esa función. En este describe algunas de las cosas que se proyectaron, las cuales consideró “ingeniosas”. Ahí está la conocida escena del tren que llega a la estación, o la de los obreros que salen de la fábrica, algunas de las proyecciones más populares de los Lumière.

Cabe resaltar que todas estas proyecciones, incluyendo la oficial, fueron exclusivamente para el sector aristocrático de la capital. En ese sentido, además de periodistas, asistieron funcionarios públicos, familias de la élite limeña e incluso el mismo Presidente de la República de ese entonces, Nicolás De Piérola. Esto no era una sorpresa, pues la alta sociedad peruana acostumbraba a emular el modelo parisino de la Belle Epoque, y el novedoso aparato permitía que ésta se sintiera más cercana al Viejo Continente.

Al año siguiente, como era de esperarse, el cinematógrafo sería llevado al interior del Perú, tiempo en el cual pudo debutar en distintas ciudades como Arequipa o Ica. En estos lugares, poco después, el cine peruano comenzaría a dar sus primeros pasos. Como se concibió desde un inicio, las primeras funciones que se le darían al invento serían con fines meramente comerciales, para promocionar distintos espacios geográficos.

Expansión pictográfica

Según lo explicado por Ricardo Bedoya, lo que siguió a este hecho fue una inmediata imitación del aparato con distintos nombres, pero que no resultaron más que variantes de lo mismo. “En realidad eran muchos empresarios ambulantes que se conseguían el aparato clandestinamente. Solo le cambiaban el nombre, algo que también pasaba en el resto del mundo. De esta manera, se comienzan a hacer las primeras grabaciones con el cinematógrafo en Perú (1899) construyendo, de a pocos, un mercado de toda una serie de filmaciones”, cuenta el profesor de esta casa de estudios.

Como se ha mencionado anteriormente, quienes le darían un mayor uso al moderno invento sería la clase alta limeña. Sobre ello, Bedoya comenta que ya en las primeras décadas del siglo XX, el Perú empieza a producir sus propias versiones de las “crónicas urbanas”, tipo de filmación en el  que se podía ver, por ejemplo, a limeños saliendo de una iglesia (similar a los Lumière con los obreros de la fábrica). Esto logra que exista un cambio alrededor de la sociedad, la cual empieza a tener un gusto por ser grabada y proyectada para exhibición en público.

“Se vuelve un fenómeno en todo América Latina ese narcisismo de mirarse en la pantalla, cambiando muchas cosas como en la moda. La gente comienza a vestirse y peinarse más, generando un cambio total que deja el terreno para cuando Hollywood entra al mercado, hecho que solo reafirma este nuevo exhibicionismo social”, expresó Bedoya.

Poco después de esto, las exhibiciones de filmes se comienzan a popularizar con salas y grupos más grandes de espectadores. El cine comienza su expansión a diferentes tipos de públicos, por lo que se requerían más espacios en diversas zonas que pudieran albergar un público más extenso. En este contexto se empiezan a formar las compañías que se encargarían de la construcción de los primeros cines en Lima. El resto, como ya sabemos, es historia.

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