Cerca de mil personas rodearon al buque escuela peruano en la bahía de Lima el pasado martes 29 de junio. Nexos tuvo la oportunidad de conversar con los protagonistas marinos de este encuentro único, emotivo y trascendental.
Hay quienes no pueden alejarse mucho del agua. Hay quienes han vivido siempre con la mente en el mar, mientras que otros han ido aprendiendo, de a pocos, a nadar contra la corriente. Lo cierto es que muchos han encontrado en nuestras aguas un reemplazo hermoso a las piscinas que cerraron y a los gimnasios que no pudieron abrir sus puertas en cuarentena. Los tablistas retornaron, los kayaks se volvieron a mojar y los nadadores se reinventaron. Los veleros volvieron a izar sus velas y las canoas pasaron sus primeras olas. Los paddles corrieron las suyas. Volvimos a ver nuestros mares, eternamente olvidados.
Pero el martes pasado, algo bello y distinto ocurrió. El buque escuela BAP Unión se plantó en la bahía de Lima, imponente, dejando bailar con el viento al pabellón nacional. Un sueño hecho realidad que reunió a casi mil personas alrededor del inmenso velero, mientras las estrofas del himno se cantaron a toda voz. Orgullosos, de brazo en brazo, un círculo humano encerró al Unión mientras kayaks, canoas polinésicas, tablas, motos acuáticas e incluso veleros, rondaban inéditos.
Dos sueños que se encontraron
Alec Hughes es una persona que no puede vivir lejos del mar. Cuando navega, se siente desconectado por completo del mundo moderno y se pierde en la naturaleza, su lugar favorito. También compite internacionalmente y es un velerista que ha estado pendiente, desde siempre, de empujar más la náutica en el país y fomentar la vela de la mejor forma posible. Quizás uno entienda mejor sus pasiones luego de leer Atando cabos: Los contactos entre Perú y la Polinesia mediante la navegación a vela, libro de su autoría que explora, revisando los lejanos pasados, la historia velerista del Perú mucho antes de la llegada de los primeros españoles.
Con la náutica en la sangre, Hughes es uno de los principales nexos entre el BAP Unión y la Sociedad Peruana de Vela. Ya han ocurrido varios encuentros previos donde navegantes y marinos se acompañan, despidiendo o recibiendo al buque escuela. El martes pasado, su llegada ya estaba programada, pero Hughes no quería que la iniciativa se quede solo entre veleristas. Fue así como decidió reubicar el encuentro para “que no sea en La Punta y sea en la bahía de Lima, para que sea con los nadadores”, comenta el hombre de mar en una entrevista con Nexos.
Sin querer ni saberlo, esta idea de tener un encuentro náutico era también vivía dentro de un grupo que fue motor para este evento. Se trataba de las ‘Truchas’, un grupo de nadadoras que nació de la cuarentena. “Cuando acabaron los 100 días de cuarentena, bajamos cuatro Truchas caminando por la calle, porque no te podías mover en auto, y entramos al mar”, recuerda con alegría Patricia Woyke, una Trucha “pluma blanca”. Es decir, una de las pioneras.
Inquietas por las piscinas vacías y los clubes cerrados, ellas decidieron adentrarse a las aguas de Grau y retomar, o algunas comenzar, con el nado en aguas abiertas. Poco a poco, el grupo fue creciendo y antes de que lo puedan imaginar, eran noticia en un diario brasilero y portada en la revista Somos. En esta última, se inmortalizó el famoso círculo que las caracterizaría. “Se ha vuelto una especie de tradición en nosotras”, comenta Daniela Villa, una Trucha, en entrevista para Nexos.
Era justamente ese círculo lo que se quería intentar rehacer alrededor del Unión. En realidad, ya lo habían intentado, entre ellas, sin éxito. Pero la idea nunca se fue. “Nace de un sueño que tenían las Truchas desde antes. Siempre que venía el BAP, como somos nadadoras, tratábamos de alcanzarlo, pero siempre se nos escapaba”, cuenta a Nexos Anabella Carbajal, estudiante de la Universidad de Lima y una de las Truchas jóvenes.
Fue así como dos propósitos náuticos terminaron regalando semejante espectáculo. Cuando Alec tomó la decisión de salirse del círculo de la vela y plantear un encuentro multidisciplinario, le comentó a las Truchas y el engranaje fue instantáneo. Dos sueños que se encontraron. Ellas, que tenían una buena capacidad de reclutamiento, se conectaron con otros nadadores y anunciaron el evento. Fue entonces que entró también Edgardo Merino, de la academia de natación H2O, como uno de los organizadores. Por otro lado, los dueños de aquel feriado, los pescadores artesanales se sumaron a apoyar y a “cuidar a los nadadores”, como cuenta Patricia, la Trucha ‘pluma blanca’.
Juntos, y con el apoyo de muchas personas más, se lanzaron de cabeza y empujaron un sueño hacia la realidad.
Al borde de la emoción
Lo bello no fue únicamente el círculo humano que rodeaba al buque escuela. Fue también el grato agradecimiento por parte de la Marina de Guerra y la tripulación del Unión. Cuando Alec cuenta su experiencia, lo primero que hace es remangarse el polo. “Mira, se me está poniendo la piel de gallina. Fue alucinante. Nunca había vivido algo así”, dice con la felicidad rebalsándole en la mirada. Él estuvo en constante comunicación con el Unión, a través de una radio. Aprovechando, se comunicó: “en tus palabras, Capitán, danos una sorpresa de peruanidad”.
Luego de que el Comandante, el Capitán de Navío, Roberto Javier Vargas Salas, terminara su discurso, comenzó el himno nacional. “Fue increíble, fue realmente algo que hasta ahorita lo tengo [presente]. Sin palabras”, cuenta Alec. El show que el BAP dio fue impresionante, con baile de marinera y resonando Contigo Perú, la famosa canción de Augusto Polo Campos. “Yo personalmente, no sabía que iban a hablar, que iban a bailar marinera, que iban a poner Contigo Perú. Tampoco sabíamos que iban a subir a los mástiles, estos hombrecitos de rojo [la tripulación vestía con casacas rojas], que los veíamos nosotros arriba, felices”, relata Daniela.
De hecho, fue una sorpresa absoluta. “Nada estaba planeado. Nuestra idea era ir a formar el círculo y reunir a todos los peruanos para mandar un mensaje de unión y nada más”, comenta Anabella. En palabras de Daniela, “ha sido épico, histórico y mágico. Ha sido una cosa impresionante”. Fue un espectáculo para los náuticos y un recibimiento emotivo para los navales. “Desde abajo podías ver a los marinos, que nos tomaban foto. Para ellos, nosotros éramos el show y para nosotros, ellos eran el show”, recuerda Daniela.
Otro gran detalle fue, redundancia incluida, la unión. “Vimos que tenemos capacidad de organización y de unirnos por algo que no sea política”, comenta Alec. “Sentimos bastante unión de comienzo a fin”, menciona Anabella. Daniela lo describió aún más profundo: “Es bastante indescriptible. Sentí, después de bastante tiempo, bastante unión. Unión al 100%. E incluso más que eso, era hermandad. Es algo muy fraternal. Todos miraban la bandera, todo cantaban. Yo lo sentí más como una unión fraternal”.
En medio de un contexto de división y polarización, de violencia y de odios, el mar peruano se convirtió en un escenario de reflexión. Unidos alrededor del buque que lleva un nombre mágico, que “fuera de ser un buque escuela lindo y precioso, es de los peruanos”, como lo menciona Alec. Con la mano en el pecho, como lo relata Anabella y Patricia, casi mil peruanos han cantado el himno nacional, por más que el agua estaba fría y que la corriente haya decidido jalar con fuerza aquel día.
Quizás este evento nos invite a reflexionar sobre la belleza de la unión de los peruanos y sobre lo asombrosa que es nuestra tan descuidada náutica peruana, sostenida por los propios deportistas que se niegan a rendirse. Y quizás, conmemorando el Bicentenario, el círculo sea aún más grande y los cánticos queden por siempre guardados entre nuestros vientos y mareas.