Un discurso irresponsable se ha instalado en ambos bandos políticos, azuzando a sus votantes a responder ante una supuesta manipulación de las elecciones. Pero esto no es más que un psicosocial con un fin preciso, deslegitimizar al ganador.
Este domingo 6 de junio, el país no solo irá a las urnas a votar. Será, también, partícipe de un proceso electoral extremadamente polarizado, donde la desinformación y las noticias falsas han pavimentado un terreno ideal para el enfrentamiento. Estos discursos, dañinos para cualquier democracia, han trascendido hasta llegar a ser portada de diario y motivo de reportajes de algunos medios que dicen hacer una labor periodística. Si bien son solo engaños de mala fe, sin argumento ni sustento sólido, el contexto las convierte en peligrosas armas de fuego.
Pero lo que se vive en esta segunda vuelta es también consecuencia de las actitudes tomadas en la primera. Fernando Tuesta, politólogo de la Pontifica Universidad Católica del Perú (PUCP) y experto en temas electorales, recordó para Nexos el discurso optado por el candidato a la presidencia de Renovación Popular. “[Rafael] López Aliaga (…) llevó adelante una campaña con medios de comunicación que rebotaban [la información engañosa], como Willax, Expreso [y] La Razón”; todos medios “ultraconservadores”, apuntó.
En una entrevista con Jaime Chincha en RPP Noticias, días posteriores al primer sufragio nacional, el virtual congresista de Renovación Popular, Jorge Montoya, mencionó que “no hubo imparcialidad” durante el proceso electoral, a lo que agregó que se generaron “dudas razonables de que el conteo [pudo] estar equivocado”. Actualmente, cabe precisar, López Aliaga está apoyando abiertamente la campaña de Keiko Fujimori.
Sin embargo, si bien se intentó cuestionar los resultados electorales, no hubo evidencia sólida que validara algún tipo de manipulación del proceso. “De hecho, las actuales [elecciones] han sido, en su primera vuelta, objeto de informes de observación (…) estos han señalado que las elecciones peruanas tienen los estándares garantizados en materia de calidad para brindar respeto al derecho de sufragio”, aclaró Iván Lanegra, secretario general de Transparencia, en conversación con Nexos.
Observadores parcializados y una carrera por los personeros
Como lo analiza Chaparro, hay una “inmensa distancia” entre la “campaña” de fraude empleada por personajes ligados a la derecha y los cuestionamientos y quejas, igual sin fundamento,de la izquierda. Sin embargo, recientemente, el candidato Pedro Castillo cuestionó la decisión del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) al negar la presencia de ciertas agrupaciones de observadores internacionales. Ante esto, Castillo mencionó que si “algo negro se está trabajando” los peruanos debería movilizarse, aunque de manera ordenada y disciplinada.
Al respecto, Tuesta explica que varias de estas agrupaciones observadoras “son claramente identificadas con una candidatura” y no lograron su registro a tiempo. “Han comenzado a aparecer quienes quieren fungir de observadores, en distintos países, pero en realidad (…) son observaciones tendenciosas”. Algunas de estas organizaciones son: Internacional Progresista, Red Mundial de Jóvenes Políticos de Honduras y Partido de Izquierda Europea. Dicho esto, el JNE ha acreditado la presencia de 150 observadores internacionales que acompañarán el proceso electoral.
Por otro lado, el equipo de Nexos logró grabar parte de reunión virtual de uno de los grupos de personeros de Fuerza Popular para el distrito de Chorrillos. En esta, repasaban a detalle el marco normativo correspondiente al ejercicio del personero, a quienes la ONPE los define como: “la persona a la que una organización política acredita para que la represente ante una mesa de sufragio durante una jornada electoral. Su función es presenciar y fiscalizar los actos de instalación, sufragio y escrutinio”.
Si bien esta es una reunión legítima y necesaria para que el rol del personero se cumpla adecuadamente, resaltó mucho el miedo aceptado de que el otro bando cometa fraude electoral. “Susana, posiblemente [los otros personeros te provoquen para que digas por quién vas a votar], pero tú no pises el palito”,fue una de las frases comentadas por el expositor en dicha conferencia. A lo largo, múltiples preguntas se dieron sobre hipotéticos casos, extremos, donde los representantes del otro partido intenten manipularlos o adulteren el proceso de elecciones.
En otro momento, uno de los presentes contó lo siguiente: “Muchas veces, los personeros van a intentar confundir a los miembros de mesa para que pongan más votos de los que ha habido (…) para que puedan invalidar la mesa”. Nadie objetó. Segundos después, otro personero mencionó que, en otros casos, algunas personas han “sacado del ánfora dos, tres votos”, a lo que el expositor agregó que “lo que normalmente te puede pasar es que te metan votos. Es decir, que lleven cédulas caletas en el bolsillo, en el cuerpo (…) [sacan] la otra y las dos juntas las [meten] en el ánfora”. Nuevamente, nadie lo cuestionó.
En un reciente reportaje del programa Beto a Saber, del canal televisivo Willax que se viralizó en breves minutos, se mencionó que figuraban difuntos en el padrón electoral. Cabe mencionar que dicho registro cierra un año antes de la elección, por lo que los fallecidos durante esa etapa no son actualizados. Sin embargo, varios miembros presentes planteaban la posibilidad de un intento suplantación de identidad, por lo que proponían verificar cada número de DNI presente. “En caso de suplantación de identidad, que nadie la detecta, [lo digo] más que todo por los fallecidos”, se escuchó preguntar a uno de los asistentes a la reunión de Chorrillos.
El temor al fraude
El pavor existente hacia actuaciones perversa del otro bando político ha quedado evidenciado tanto en esferas privadas como públicas y de ambos bandos. Para esto, explica Chaparro, se ha generado “una estructura narrativa que busca la verosimilitud”, para difundirla a través de diferentes medios de comunicación. Además, el psicólogo añade que esta ola de desinformación “no es un psicosocial para generar miedo. Es un psicosocial para generar un clima de opinión” que justifique las acciones del lado perdedor para deslegitimizar a quien gane estas elecciones.
Por otro lado, Lanegra argumenta que “el fraude tiene (…) una utilidad inmediata para los partidos que están en competencia (…) De esa manera, buscan presionar autoridades (…) en escenarios en los cuales haya, eventualmente, casos en disputa. [Particularmente] ante la justicia electoral”, precisa. Este discurso hostil alimenta la polarización y, como comenta Chaparro, repercute en nuestra estabilidad democrática: “una forma de definir la democracia es como la de un sistema para procesar los conflictos (…) Si la conclusión no es votar, [sino] botar al otro, eso ya no resulta democrático. Eso es una democracia precaria”, aclara.
Por su lado, Tuesta comenta que lo ideal sería que haya personeros en todas las mesas, “Que se dé (…), a mí me parece muy bien (…) Pero el hecho que no estén presentes, eso no lleva a que uno afirme que hay fraude”. Añade, además, que para que exista fraude debe haber “todo un procedimiento, un equipamiento, muchos recursos y que estén asociados los miembros de mesa, que en realidad no pertenecen a la ONPE ni al JNE ni al RENIEC, que sean parte de ese proceso”.
El golpe a la credibilidad institucional
“Si hubo fraude en el Perú fue en la tercera elección, inconstitucional, de Alberto Fujimori, que dio inicio al fin de su régimen”, resalta Tuesta. A esto, agrega que, a raíz de ese escenario, “se reconstruyeron los organismos electorales como en ninguna otra parte de la región”. Se reestructuraron normas y se plantearon ajustes y protocolos “para darle seguridad al voto y, como consecuencia, a la voluntad popular”.
Sin embargo, como subraya Lanegra, “el uso de este tipo de discursos tiene como consecuencia, en el largo plazo, (…) una reducción de la confianza de la ciudadanía en las elecciones”. Además, añade que, tras las elecciones del 2016, “el Perú ha mostrado una caída de la confianza de la ciudadanía en las elecciones. Sigue siendo alta la confianza, pero ha caído, de lo cual tiene como correlato las acciones que tomaron tras la segunda vuelta” de aquel año.
Como apunta Lanegra, en el contexto de polarización y posverdad, las instituciones no logran poder defenderse adecuadamente. Tomando como ejemplo las críticas a la presidencia del JNE, ocupada por Jorge Luis Salas, Chaparro explica que “el gran problema que tiene [el JNE], es que, si sale a denunciar esto, van a decir: ‘¿ya ves? Estás complotando. Esto confirma que tú estás buscando inclinar la balanza para uno de los candidatos’”. En otras palabras, toda imagen institucional se ejerce en un ambiente adverso y complicado.
Además, Chaparro agrega que en contextos donde la polarización es tal que los electores piensan, “pero de manera básica y esquemática (…) ya no hay espacio para el razonamiento”. A esto se le suma que ese tipo de situaciones, divididas y con un discurso de fraude, “cuando calan en la ciudadanía pueden [generar, sobre el candidato electo] esta etiqueta de no haber sido elegido de manera legitima”, desarrolla Lanegra. Esto ya sucedió, como lo resaltó, en las últimas elecciones de Estados Unidos.
“El impacto depende muchísimo del sistema político, de sus fortalezas, de sus capacidades, para enfrentar ese tipo de ataques. Pero en un sistema débil como el nuestro, hay mucha más probabilidad de que su impacto, que merma la legitimidad del gobernante, tenga mayores posibilidades de éxito”, sostiene Lanegra. Quedamos, entonces, ante la realidad de un quiebre más en nuestra democracia. Nuestra débil y precaria democracia que cosechará desconfianza e inestabilidad por largos años.