A puertas de la segunda vuelta electoral, el escritor y periodista peruano le expuso a Nexos sus preocupaciones e interpretaciones sobre nuestra conflictuada realidad nacional.
Es oficial: hemos llegado al punto de inflexión final. Si la crisis sanitaria no había terminado de desmaquillar la verdadera cara de aquella profunda fragmentación en la sociedad peruana, el último tramo de esta carrera por la banda presidencial sí que lo hizo. La fragilidad de nuestra democracia – si es que algo así alguna vez existió – puesta en banquete para ser manoseada y usufructuada por los hambrientos del poder. Y una pelea entre izquierdas y derechas que poco tiene de racional y mucho de fanática ceguera. Si bien la cuenta regresiva que tiene a todos mordiéndose hasta las cutículas terminará con el resultado porcentual del domingo 6 de junio, la historia del país que está por celebrar su Bicentenario seguirá en marcha. “No es que el lunes el Perú se convierta en un país en el que la concordia y la armonía vuelvan a ser frecuentes. De hecho, estas han sido siempre la excepción”, señala Renato Cisneros. “Creo que en general, desde los inicios de la República hasta 200 años después, lo que impera es siempre la tensión, la polarización, todo producto de la innegable desigualdad que caracteriza un país como el nuestro”, agrega. El escritor y periodista peruano conversó con Nexos sobre el rol de los medios, las heridas del pasado con las que aún cargamos y el futuro incierto que nos tocará enfrentar.
– ¿Qué nos espera el 7 de junio?
– Creo que, en general, mucha inestabilidad. Gane quien gane. Si es la señora Fujimori, lo más seguro es que tengamos mucha conflictividad social en diferentes sectores, en aquellas zonas más desfavorecidas: las que precisamente se identifican con una candidatura como la del señor Castillo. Y si gana este, tendremos un desgobierno más al nivel del aparato político. Sin mayoría parlamentaria. Sin el favor de la clase empresarial, sin el respaldo de la prensa ni de las Fuerzas Armadas. Va a ser muy fácil contravenirlo en cualquiera de sus iniciativas e incluso alejarlo del mandato a través de la vía constitucional, con una vacancia; o la vía inconstitucional, mediante un golpe de estado. Es una alternativa que el propio Mario Vargas Llosa ha planteado.
Cisneros, quien es también ex alumno de esta facultad, anticipa mucha división en el horizonte más inmediato. Muy a pesar de la cantidad de información de acceso libre que se tiene hoy en día, al ciudadano aún le cuesta entender por qué el otro piensa como piensa. Es en las redes sociales donde más se confrontan las posturas opuestas: desde hilos de peleas entre políticos y periodistas en Twitter hasta enfrentamientos entre seguidores sin rostro y sin nombre en las páginas de memes. Cisneros infiere que este fenómeno ocurre porque las redes se suelen manejar como burbujas en las que el usuario solo recibe valoraciones positivas con respecto a su punto de vista, algo que el mismo algoritmo incentiva. “Nadie se mete a una red social con ánimo deliberativo, queriendo ser persuadido por otro con argumentos más sólidos”, indica. Y es en el medio de todos estos altercados que se encuentra a un grupo minoritario pero crítico, que no avala ninguna de las dos candidaturas. Su indecisión no es producto de falta de información o desconocimiento, sino más bien, evidencia de lo opuesto.
– ¿Es el voto en blanco una suerte de protesta?
– Es una posición muy impopular. Precisamente porque el Perú está muy polarizado y los dos extremos quieren convencer a los indecisos de que su opción es la alternativa correcta. Yo reconozco que hay un principio muy atendible entre los que ya están decididos, y es que la posición [de presidencia] efectivamente la tiene que cobrar alguien. Pero la Constitución consagra o contempla el voto en blanco como una medida legítima también, entonces se convierte en una opción. Yo la considero una oferta de rechazo o de repudio ante las ofertas que hoy se nos están alcanzando.
En medio de una contienda agresiva e infestada de miedos, en la que constantemente se le increpa al ciudadano, amigo o familiar el porqué de su voto, es importante recordar que lo que se marca en la cédula de sufragio es privado, y no hay obligación alguna de estar ventilando esta decisión a los cuatro vientos. “Nos sentimos tan confrontados que ahora te exigen que te manifiestes, y en el caso de que tu respuesta no sea la esperada, hay un inmediato rechazo”, apunta el periodista. La reacción ante optar por la alternativa que no apoya a ninguno de los dos candidatos suele venir plagada de insultos como ‘tibio’, o es calificada como un ‘lavado de manos’. En una situación que para muchos es justificadamente inelegible, la tolerancia y el respeto deben primar. “Dimos por sentado muchas cosas: que la democracia no había que cuidarla, que la primavera económica estaba llegando a todos por igual; nos contentamos con tratar de obtener el beneficio personal, de alentar el consumismo, y nos olvidamos, o no supimos, o no vimos o no quisimos ver que hay una enorme porción del país, diría incluso que la mayor parte, que no ha sentido que ese beneficio haya sido equitativo”, señala Cisneros.
– El discurso de los electores de ambos bandos está plagado de recriminaciones y odio hacia los que apoyan al partido contrario. La falta de sinceridad también aleja a los indecisos…
– La vez pasada un amigo fue honesto en decir que votaba por Keiko para defender sus privilegios. No estoy de acuerdo [con el principio], pero al menos es honesto. Eso me parece más genuino que el andar endilgándole a tu voto valores supremos que en realidad no tiene. Cuando una serie de votantes dice que vota por tal partido porque defiende la democracia y la libertad, está asumiendo que los del otro partido no tienen esos mismos valores. Y yo dudo mucho que eso sea cierto. Esas personas también están pensando en su país, en su familia y en la democracia, solo que la miran desde un lugar que no nos resulta conocido.
Por un lado, los que apuestan por Fuerza Popular califican a los otros de ‘resentidos’ y dicen que ‘odian al Perú’; y por el otro, quienes apoyan a Perú Libre señalan a sus opositores como ‘indiferentes a la pobreza’, ‘racistas’, ‘clasistas’, y demás adjetivos ligados a la indiferencia social. Ambos discursos se han probado fallidos, pues tan solo refuerzan las creencias de un grupo que ya los apoyaba. Las encuestas también lo demostraron.
– A pesar de tener pruebas sobre los casos de corrupción, muchos son incapaces hoy de desarrollar una opinión crítica sobre Keiko Fujimori. ¿Ha habido una falla en nuestra educación?
– Yo creo que ahí hay una falta en nuestras élites. Se han preocupado por instruir a sus hijos, más que por educarlos. Hay mucha negación de los problemas del Perú. Me parece genial que un chico tenga la oportunidad de estudiar en una escuela prestigiosa, pero la principal responsabilidad que tiene el colegio es hacerte buen ciudadano, mucho más que solo hacerte buen candidato para una universidad extranjera. En el Perú se tiende a denominar odio a lo que es simplemente memoria, o dignidad, o revisión histórica. Se insiste en que solo hay que mirar para adelante y enfocarse en las cosas buenas y positivas que tiene el país, cuando mirar hacia atrás sirve para entender los procesos. Pero la memoria parece ser un atributo de las izquierdas, un asunto que a la derecha no le gusta fomentar, y creo que ese es un error.
– Y por el otro lado tenemos a Castillo, que representa el cambio radical…
– Lo de Castillo es igual de peligroso que lo de Keiko, principalmente por quienes lo rodean en su partido. Yo no temo tanto esta pesadilla de que nos vamos a convertir en Venezuela. Castillo no tiene todo el apoyo que tenía Chávez en los 90. El Perú que vería Castillo presidente es muy distinto. Lo que sí me preocupa mucho es la [presencia] de Vladimir Cerrón y los personajes vinculados con Sendero Luminoso.
– A inicios de la entrevista mencionaste una de las insinuaciones de Mario Vargas Llosa sobre un posible golpe de estado. ¿Qué piensas sobre su apoyo ferviente a Keiko Fujimori?
– Yo a MVLL lo admiro muchísimo, él fue muy generoso conmigo cuando publiqué mi primera novela. Pero mi admiración no me impide discrepar con él. Creo que se precipitó en entregarle su apoyo a Keiko Fujimori, y aún estando en el derecho de haberlo hecho, si me llama la atención negativamente la militancia con la que él ha asumido esa adhesión. Si hay alguien que ha encarnado el antifujimorismo estos últimos años ha sido MVLL. Entiendo que está en la misma encrucijada letal en la que estamos todos, pero me cuesta más entender su entusiasmo.
Los jóvenes y el oficio
El papel de diversos medios de comunicación, sean diarios o canales de televisión, viene siendo duramente cuestionado por haber favorecido abiertamente la campaña de Keiko Fujimori, sea transmitiendo exclusivamente sus mítines o con portadas y contenidos que resaltan sus propuestas mientras advierten el peligro de las de su adversario. “Lo que sucede con los medios es que la mayoría de ellos son propiedad de empresarios, no de periodistas”, señala Renato. “También es verdad que, como ocurre en otras partes del mundo, creo que los medios tienen derecho a apostar por un candidato, pero lo que no pueden hacer es abarrotar toda su cobertura de esa tendencia”, agrega.
Se trata de un escenario que sin duda dejará huella, en especial en aquellos jóvenes que se sentían atraídos por el oficio periodístico. “Debe ser un drama ser estudiante hoy. Me lo imagino en clases pensando: ‘¿dónde puedo poner en práctica todo esto que me están enseñando, si lo que veo en los grandes medios es todo lo contrario?’”, añade.
Renato conduce, junto a Josefina Townsend, el programa Sálvese Quien Pueda, el cual es transmitido a través de Youtube. Cada vez, más personas – en especial los más jóvenes – vienen confiando más en esta clase de contenidos. “Siento que hay como una suerte de desplazamiento de la credibilidad que antes ostentaban los medios tradicionales”, indica el periodista.
– Siendo tú parte de este grupo que ha virado a lo digital, ¿crees que ahí yace el futuro de los jóvenes periodistas?
– Hace 10 años, cuando lo digital existía, pero no tenía un público tan grande, quizás no había tanta chance. Hoy sí hay un público que se está volcado a lo digital. Creo que el desafío pasa por tratar de identificar a qué nicho de público quieres dirigirte. Esa es la maravilla del internet. Cuando crees que no hay suficiente gente que quiere apostar por tu contenido, te das cuenta de que si tu trabajo es disciplinado y de calidad, el público va a estar muy agradecido con eso.
– Y van a confiar más en ustedes…
– Sí, porque ya se instaló la sospecha de que lo que se vierte en los medios tradicionales está manipulado, editado o convenientemente administrado, con algún interés económico o político de por medio. Hoy se busca más ser testigo de las conversaciones, hacer preguntas y participar mientras la conversación se realiza. Creo que esa es la libertad. Muchas veces la libertad consiste no en hacer las cosas, sino en saber que las puedes hacer. Ese es un valor que los medios han perdido y que las plataformas digitales hoy tienen.
– Con respecto a la mezcla del periodismo con el activismo, ¿es esta la gran marca del periodismo del siglo XXI?
– Hay que diferencias el activismo de la militancia. En principio, diría que el activismo no me parece reñido con el periodismo. El matrimonio igualitario, el acceso a la educación sexual, la eutanasia y el medioambiente son algunos de estos temas que creo debes defender. No porque seas activista sino porque son valores intrínsecos a una sociedad que aspira a ser igualitaria, que quiere ser justa. Esto también es parte de una demanda de las nuevas generaciones. La de pronunciarse públicamente frente a estas problemáticas.
Para bien o para mal, este pintoresco universo llamado Perú no acabará el domingo 6 de junio: a la mañana siguiente habrá que despertar y encontrar un país que seguirá caminando – o cojeando – hacia adelante. Renato Cisneros, quien reside en Madrid hace poco más de cinco años, no descarta la posibilidad de volver algún día al Perú. ¿Qué país encontrará? No lo sabe. Por lo pronto queda esperar los resultados y confiar. No necesariamente en quien salga elegido, sino en el pueblo peruano. Uno que pueda ser lo suficientemente consciente como para cuestionar y vigilar a su presidente. Esa es, quizás, nuestra mayor esperanza.