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Soy cachimbo Covid: Una mirada a los estudiantes que, por fin, pisan la universidad tras dos años de pandemia

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Si ingresaste en el 2020-1 lo más probable es que arranques tu quinto ciclo de estudios. Y en estas primeras horas que andas por el campus de la universidad de seguro te dirán que luces una cara similar a la de un niño que pasea por Disney. Nexos conversó con tres estudiantes sobre lo que fue iniciar su experiencia universitaria en la era virtual, lo perdido en dos años de encierro y qué esperan del primer encuentro físico con sus compañeros. 

Por: Ariana Gaillour y Maria Fernanda Simborth

La cocina, el comedor, las salas y, por supuesto, sus dormitorios. Durante los dos últimos años de pandemia, estos espacios fueron todo el microuniverso de miles de estudiantes en todo el Perú y un refugio forzado para cuatro generaciones de ‘cachimbos’ que no gozaron de uno de los aspectos más ansiados que ofrece la experiencia universitaria: la vida social. En esta oportunidad, Nexos visitó a tres jóvenes estudiantes que tuvieron que vivir los inicios de esta nueva etapa desde casa, para conocer los lugares en los que pasaron largas porciones de su vida reciente, y conversar sobre lo que fue calzar un mundo de expectativas, emociones, deseos y aspiraciones en cuatro paredes.

“Antes de salir del ‘cole’, me preocupaba cómo iba a conocer gente nueva. Estaba acostumbrada a los amigos que tengo de toda la vida, y esto prometía ser una experiencia totalmente nueva. Cuando llegó la pandemia, ese temor fue multiplicado y aumentado. Creo que la situación nos quitó la posibilidad de hacer amigos. Una cosa son los compañeros o grupos de trabajo y otra es tener tu grupo de primer ciclo”, cuenta Valeria Roman, estudiante que entra a su tercer ciclo de Psicología de la Universidad de Lima.

Adolescencia interrumpida

Uno de los mensajes que más reciben los jóvenes cuando se gradúan del colegio es que este es su momento para “comerse el mundo”, para viajar, tener nuevas experiencias, empezar a tomar sus primeras decisiones propias y perfilar su futuro. Por lo menos esto era lo que emocionaba a Melannie Gustavson, estudiante de quinto ciclo de Comunicación en la Universidad de Lima, quien siente que la pandemia le arrebató la autonomía de ir a clases en horarios que ella escogiera, la emoción de reinventarse en diferentes círculos sociales o, simplemente, el placer de arreglarse para ir al campus. 

“Yo cambié cuando salí del colegio, por lo que una de mis mayores expectativas era también volver a construir mi imagen con personas distintas. Era una persona muy sociable por lo que entrar en esta nueva etapa era un paso muy importante para mi en ese sentido. Llevar clases en la virtualidad me hacía sentir sola, así sea por Zoom con cámara prendida creo que nadie te mira realmente. Siento que perdí la etapa natural de ser cachimba, la nueva, la que aún no sabe nada de nada y mira todo como turista”, apunta Melannie. 

La vista desde su sala fue para Melannie Gustavson fue su único espectáculo del mundo exterior.

Para Gabriela Toledo, psicóloga del Departamento de Orientación Psicopedagógica de la Universidad de Lima, no se trata de haber quemado etapas necesariamente, pero sí de haber perdido años vitales de experiencias sociales y relacionamiento con los pares. “Recordemos que los chicos que entran por primera vez a la universidad son todavía adolescentes, aún están en un proceso de desarrollo social en el que quieren (y deben) interactuar con gente de su edad. Además buscan constantemente signos de independencia, algo que para esta generación de cachimbos fue prácticamente inexistente, ellos salieron del colegio para quedarse en su casa dos años encerrados con los padres encima”, señala. 

Mundo reducido

Durante los dos últimos años, las paredes de los cuartos y salas fueron testigos de nuestra rutina, del aburrimiento, los momentos difíciles y los intentos desesperados de romper con una inevitable monotonía. De alguna manera, los espacios que nos contuvieron por tanto tiempo, hoy son el reflejo de lo que hicimos para adaptarnos y sobrevivir en el encierro. Este es el caso de la habitación de Andrés Gibu, cachimbo de la Universidad de Lima del 2020-1, quién nos cuenta  como anécdota, cómo destruyó las paredes de su cuarto para colgar una pizarra y un fondo chroma (fondo verde) para sus clases de audiovisual. 

“Mi cuarto fue, definitivamente, el sitio en el que hacía de todo. Aquí dormía, comía, atendía a clase, estudiaba, grababa TikToks. Por eso invertí tiempo en equiparlo con un buen escritorio, mi silla gamer, trípodes y un fondo chroma para cambiar de escenarios en el Zoom de las clases. Pegué una pizarra para organizar mis tiempos, pero cuando tocó sacarlos se despegó la pintura y malogré todo. Ahora me queda como recuerdo de la universidad virtual”, cuenta divertido. 

Para otros, sin embargo, el peso de un mundo reducido se sintió por la ausencia de cambios en el entorno. Valeria, por ejemplo, había tomado la decisión de tener un año sabático en el 2020 para trabajar y vivir otras experiencias. En vez de ello se encontró con la cuarentena, un círculo vicioso de monotonía y cantidades industriales de procrastinación. “Llegó un momento en el que fue insoportable. Sentía que vivía para levantarme, comer, ver series, leer, dormir y repetir lo mismo. Cuando empecé clases por lo menos me movía en una dirección, pero creo que es inevitable pensar que has perdido dos años de vida”, agrega.

Valeria Roman mira con grandes expectativas su inicio de clases presenciales.

Sobre esto último, Gabriela Toledo resalta que estamos a tiempo de revertir esa sensación, pero que para ello es fundamental entender que la virtualidad nunca reemplazó el relacionamiento social físico de los jóvenes. “En un Zoom la comunicación se limita a lo que la persona puede ver en la pantalla y el otro puede decidir qué mostrar y qué no. Cuando estás físicamente en el mismo espacio que la otra persona tienes una lectura completa del lenguaje no verbal. Si bien la virtualidad ayudó mucho a no retrasar el proceso educativo y a tener algún tipo de acercamiento con los amigos, este nunca transmitirá lo mismo que alguien que te da un abrazo o te mira de cierta forma”, indica Toledo. 

Retorno temeroso

Según  la especialista, en este retorno a la presencialidad, podemos encontrarnos con dos tipos de universitarios: aquellos que están emocionados por regresar y retomar sus vidas, y un grupo de chicos que sienten cierto temor a las situaciones sociales en la presencialidad. “¿Y ahora cómo voy a exponer en un salón? Me preguntan muchos de los que vienen a la asesoría. A varios les produce mucha ansiedad pensar cómo comportarse con sus amigos en la presencialidad, usualmente le sucede a quienes se aislaron durante la cuarentena y se acostumbraron a un nicho seguro. Sin embargo, le puede pasar hasta a los que eran muy extrovertidos en la era pre pandémica”, comenta Gabriela Toledo.

Por su parte, Melannie está emocionada de regresar pero admite que siente una pérdida de práctica en lo que corresponde a las reuniones con amigos o conocer personas nuevas. “Creo que perdí la costumbre de hablar directamente con las personas, ahora prefiero mandar un Whatsapp antes que nada y me trabo un poco al expresar mis ideas. Sin embargo, creo que es importantísimo regresar y recuperar la posibilidad de llegar a casa en la tarde, sentarse a cenar con la familia y preguntar: ¿qué tal tu día?”, señala.

En el caso de Valeria, los nervios aún existen y siente que no recuerda cómo actuaba con las personas que conocía antes de la virtualidad. “Yo he cambiado mucho en estos dos años y me da algo de temor que las personas ya no sintonicen conmigo. Pero no es razón para querer seguir con la enseñanza virtual; yendo a la universidad me podré concentrar más y hacer amigos cómo se debe”, resaltó. 

Finalmente, Toledo destaca la importancia de enfrentar este ciclo presencial con mucha empatía por el estudiante del costado. Después de todo, se trata de un reencuentro sin precedentes en el que muchos no saben de el viaje emocional que ha tenido cada uno durante los dos últimos años. “Uno muchas veces se puede quejar del compañero que no trabaja en su grupo del final, pero no sabemos lo que ha vivido esa persona en la pandemia. Hay chicos que han perdido familia, que han caído en cuadros depresivos severos y están a los que en serio les produce mucha ansiedad volver a estar expuestos en un salón de clases”, termina Toledo. Al respecto, recuerden que el departamento de Orientación Psicopedagógica ha preparado videos subidos en el BlackBoard para ayudarnos con la nueva adaptación a la semipresencialidad. Además, pueden solicitar atención personal para temas pedagógicos y emocionales al correo [email protected]. Todas las actividades preparadas por el Departamento para este ciclo llegarán a los correos institucionales.

Quedarán como anécdota las horas sentados al costado del router de internet, una acción crucial para no salirte del Zoom de las clases y que para alumnos como Andrés Gibu fue parte de su día a día. Con el inicio del ciclo 2022-1 comienzan también nuevas vivencias cara a cara que, sin duda alguna, serán parte de experiencias inolvidables. 

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