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Cambio de era: la educación después de la pandemia

El anuncio oficial de que las clases universitarias volverán en el 2022 nos permite repasar las lecciones que dejan las clases remotas y el reto que supone implementar, por primera vez en su historia, un modelo de educación híbrido. María Teresa Quiroz, docente de la Universidad de Lima, y Gian Gallia, especialista en Transformación Digital, le brindaron a Nexos su perspectiva en esta nueva etapa.

Han sido dos años, pero parecen muchos más. Si uno se detiene a repasar todo lo vivido, acertado, fallado y aprendido en el sector educación desde la quincena de marzo de aquel tumultuoso 2020 podría escribir más de un ensayo. De hecho, muchos ya lo están haciendo, pues la adaptación de emergencia a una nueva modalidad educativa supuso una ruptura definitiva con el modelo clásico de enseñanza, uno al que la mayoría de docentes coincide en que no se puede volver. Varias universidades alrededor del mundo abrieron sus puertas a un modelo de educación híbrido a fines del año pasado, y aún más adoptaron el nuevo modelo a inicios del 2021. En el Perú, los colegios empezaron a anunciar clases semi presenciales a mediados del presente año, pero sobre las universidades no había mucha novedad. Fue recién en noviembre que las universidades del consorcio y otras casas de estudio nacionales anunciaron oficialmente su reapertura presencial para el primer ciclo regular del 2022.

“En principio, tanto el cuerpo académico como los alumnos tenemos que saber gestionar nuestras expectativas. Ahora vivimos en un mundo demasiado volátil, cambiante, ambiguo, y el retorno a clases lo decretaron antes de que aparezca esta nueva variante”, señala Gian Gallia, especialista en Transformación Digital y EdTech. Para él, hay dos grandes factores a tomar en cuenta en un principio. El primero es la seguridad, para la cual hay que hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué está en juego al acudir físicamente a las clases? “Lo interesante de esto es que mientras más abajo estás en la escalera estudiantil: primaria, secundaria, universidad, etc., es menos riesgoso abrir las aulas. Habilitar una escuela posgrado, por ejemplo, es mucho más riesgoso y menos urgente”, explica. Lo cierto también es que mientras más abajo se está, es más necesaria la supervisión de los profesores, el aprendizaje social, la interacción directa. Mientras que para quienes realizan diplomados o cursos de posgrado, es posible que sea mejor llevarlo remoto, y acá ya no solo entra a tallar la seguridad. “Otro factor clave es ese al que los norteamericanos llaman ‘commuting’, que es el tiempo que te toma desplazarte de un lugar a otro”, indica Gallia. Durante la etapa escolar, ese tiempo no se siente como perdido, pues se puede llevar en la movilidad o conversando con amigos. Pero para un adulto, la distancia y las horas en el tráfico son factores cruciales, pues muchos saben que esos son espacios que se podrían aprovechar de otra forma.

“Si ya era complicado estar en un aula de manera remota, donde tú tratabas de comunicarte con 20, 30 o 40 alumnos, dar una clase a los que estás mirando en el salón y, a la vez, a los que están viéndote en su computadora es un reto”, señala por su lado María Teresa Quiroz, docente con amplia experiencia en la Universidad de Lima y especialista en temas de Educación. En este aspecto, aún hay muchos puntos por definir, para los cuales hay que primero repasar sobre los cambios más drásticos que se han dado en estos dos años de clases remotas. Uno de ellos, para Quiroz, es la jerarquía entre profesores y estudiantes. “Antes era muy claro, el profe en el aula y los chicos sentados recibiendo clase, hoy la relación es más horizontal”, señala. Para la docente hay dos aspectos cruciales a considerar: uno es la infraestructura, el nuevo manejo del espacio que se debe adecuar; y el otro, la relación entre los docentes y los alumnos, tanto en los métodos de evaluar, en los casos a trabajar y en la cercanía que se pueda brindar en la clase.

El nuevo modelo

“La educación híbrida debe suponer una reflexión muy crítica acerca del modelo pedagógico pre Covid”, indica Quiroz. Desde los exámenes basados en capacidad memorística hasta los trabajos grupales, todos los métodos tradicionales que se llevaban con regularidad han sido puestos a prueba en estos dos años de educación remota. Muchos profesores cayeron en cuenta de que mandar una prueba de opción múltiple era una carta abierta a que todos se pasen las respuestas, mientras que la designación de un caso a aplicar no daba tanto espacio para el plagio y, a su vez, permitía que el alumno realmente se involucre en lo que debe aprender para sustentarlo.

“La vuelta a la presencialidad o semi presencialidad requiere pensar: ¿qué es lo que queremos de los alumnos? ¿Cómo los vamos a evaluar? ¿Qué significa la evaluación ahora? ¿Qué queremos dar en clase? Hay que trabajar sobre ciertos temas, materias, proyectos verdaderos vinculados a la comunidad, al distrito”, señala la docente. Según Gallia, una de las tendencias que hay hoy en día es la de método de caso, aplicando en escenarios reales la información aprendida. “Esta es una gran oportunidad para reformar la educación”, agrega Quiroz.

La infraestructura y los equipos tecnológicos a usar también cobran un rol protagónico. Gian Gallia fundó, en el 2020, Pizarra Digital, empresa cuyo objetivo era ayudar a que los profesores no pierdan su trabajo, dandi asesorías y haciendo media training a los docentes. Ahí está el uso del Zoom, de cómo captar la atención de los alumnos. “Estamos acostumbrados a hablarle a una cabeza, no a una cámara, no es natural. Luego está el tema de tener la cámara apagada, porque ahí lo que tiende a hacer la gente es multitasking. Entonces si el alumno tiene la cámara apagada hay que buscar incluirlo en la clase”, explica. Por otro lado, el espacio y la cantidad de participantes en el mismo también ha evolucionado. “Tal vez el modelo ideal no sea un salón de 40 alumnos, sino uno de 20, siempre. Yo sé que esto es muy costoso, es cierto. Pero hoy en día, la tendencia de manejo del espacio en universidades es plantear salones con menos estudiantes – más allá del Covid – y más bien tener salones donde pueda haber más interacción entre los estudiantes y el profesor”, opina Quiroz.

¿Educación virtual o educación remota?

Gallia hace un hincapié en el mal uso de ambos tipos de modelos educativos a través del uso de tecnología al ser presentados como sinónimos. “Se asume que educación virtual es esto que tenemos ahorita, un profesor hablando con los alumnos por un Zoom, pero eso en realidad es una educación remota”, explica. ¿En qué consiste la diferencia? El modelo virtual consiste en impartir información cargada y pregrabada, ese que se replica en plataformas como Crehana o Doméstika y no implica necesariamente un aprendizaje sincrónico. La remota, en cambio, tiene como principal característica a un profesor conectado al mismo tiempo que los alumnos, brindando la oportunidad de hacer múltiples dinámicas e interactuar a tiempo real.

“Hay estadísticas que muestran cómo la mayoría de personas que se inscriben a cursos virtuales ni siquiera los inician, en el aprendizaje virtual pasa eso”, apunta el especialista. Sumado a esas diferencias, también está la incertidumbre de cómo será el rendimiento entre quienes han llevado uno o ambos modelos de educación versus aquellos que siempre estudiaron presencialmente. Quienes llevaron remoto probablemente tengan muchas más habilidades digitales, mientras que quienes siguieron el modelo tradicional posiblemente tengan más retención, capacidad de concentración y habilidades de exponer frente a un público.

“Las universidades requieren evaluar lo ganado y lo perdido, hay muchos cursos que no se han podido llevar de la misma forma, los de taller sobre todo. ¿Qué ha significado llevar fotografía a distancia? ¿O taller de televisión?”, señala Quiroz, con ejemplos de la carrera de Comunicación. Y en otras como Medicina, Cocina o Robótica han presentado aún más retraso. “La carrera de educación va a evolucionar mucho, y va a tener que adoptar mucho de la carrera de comunicación. Este formato de Zoom se parece mucho a una televisión. Y hay que pensar en planos, ángulos, hay que pensar en cómo captar la atención con una cámara, logrando que no sea monótono”, apunta por su lado Gallia. “En la clase ves al profesor en plano general, pero acá, en la videollamada, lo ves en un plano cerrado. Se ven más los gestos, las expresiones. Nosotros estamos acostumbrados a los cortes, los cambios de toma… 90 minutos en un solo plano es demasiado, hay que ver cómo innovar”, agrega. Esta representa también una gran oportunidad para los comunicadores, pues compartir sus conocimientos y creatividad para lo audiovisual será necesario en el modelo híbrido.

Indudablemente, hay mucho por probar en el 2022. “Este es un método de educación que sí o sí ha llegado para quedarse. El año pasado se tuvo una enseñanza remota de emergencia. Ahora ya tenemos la experiencia, no sabemos cuando habrá una nueva ola y que significará eso. Pero hay que entender que la virtualidad no está simplemente para una situación de emergencia, es un formato que va a existir en paralelo al tradicional, e independientemente de si hay o no hay Covid”, explica Gian Gallia. No es una era de cambio, es un cambio de era. “Con esto la universidad puede tener más alumnos, puede ayudar a los alumnos que son de provincias, ahorrarles el tiempo a muchas personas”, finaliza. María Teresa Quiroz, por su lado, se mantiene firme en su creencia de que no hay forma de que no se retorne a la presencialidad, pero que el modelo educativo no puede ser el mismo. “No debe haber pasos para atrás, solo para adelante”, finaliza la docente. “Y bajo ninguna circunstancia se puede volver a cerrar la universidad”, agrega. Así se cierra el último año de clases exclusivamente remotas, con emoción, preparación y muchas expectativas sobre lo que vendrá el próximo. Alas y buen viento.

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