¿Qué pasó con la Generación Bicentenario?: Una mirada hacia lo que dejaron las movilizaciones de noviembre del 2020

Un año después de las marchas masivas en contra del brevísimo gobierno de Manuel Merino los jóvenes que participaron analizan los estragos y lecciones que estas dejaron.

Es tan solo con el paso del tiempo que se pueden conseguir dos objetivos de cara al pasado: ser capaz de reflexionar sobre él y poder curar las heridas que dejó. A un año de las multitudinarias movilizaciones en Lima tras la vacancia de Martín Vizcarra y el consecuente nombramiento de un presidente que muchos consideraban ilegítimo, podemos mirar hacia atrás y analizar su origen, así como la marca que dejó en una generación. Nexos conversó con algunos de los jóvenes que, desde su propia visión y contexto, participaron de las protestas y pueden ahora elaborar una mirada más crítica hacia aquel término acuñado a mediados de noviembre pasado: ‘Generación Bicentenario’.

“Sigue siendo un evento que, en la memoria de los que participamos, continúa siendo doloroso. En parte porque las heridas que se abrieron ahí, los asesinatos que sucedieron, no han sido resueltos”, señala Matheus Calderón, crítico cultural y periodista en el podcast Comité de Lectura. Los debates que se abrieron con respecto a la represión, a la posibilidad de un golpe, la necesidad de una reforma policial o la justicia con los detenidos se quedaron en palabras, no llegaron a ser expuestas concretamente en un foro público. “Recuerdo que esos meses posteriores hubo una gran discusión, una que no llegó a articularse bien porque estaba principalmente en redes sociales: era precisamente sobre la naturaleza de aquellos que estaban marchando, la idea de que existía una ‘Generación Bicentenario’, de qué era esa generación, de si era una más politizada, de cuáles eran las características de clase o estrato social que tenían, de qué era lo que estaban defendiendo”, agrega. En aquel momento, Matheus escribió un artículo en el que analizaba a esa masa de jóvenes que habían sido encapsulados con el nombre vendedor. Señaló ahí que se trataba de un grupo que creció rápidamente, explosivamente, por diferentes razones, pero que no había una unión concreta para que perdure. “Si no se iba más allá de las características de esos jóvenes, que eran de clase media o media alta, esa potencia política iba a quedar un poco en el aire. Por eso ahora, un año después, nuevamente reina la indiferencia”, comenta a Nexos.

Hubo múltiples factores que propiciaron el ambiente de noviembre pasado para que surjan las marchas más grandes que se han visto en los últimos 20 años del Perú. Los detractores de las protestas se ensañaron en creer que se trataba de ‘defender al expresidente Vizcarra’, pero iba mucho más allá. Para Alejandro Quiros, comunicador y exalumno de la Universidad de Lima, se trató de un levantamiento contra las injusticias que se venían soportando hacía años. “No fue una manipulación de jóvenes ingenuos o vagos, fue una movilización valiente y válida”, señala, y enfatiza que si bien no fue correcto utilizar la incapacidad moral para vacar a Martín Vizcarra, la finalidad era reclamar la actitud obstruccionista de un grupo de congresistas que siempre hacían “jugadas sucias” con el poder ejecutivo.

No es casual que esta convocatoria masiva de jóvenes se haya dado en el mismo año de la pandemia, después de meses de encierro y soledad. Tampoco que haya sucedido después de ver que en otras partes del mundo, como Estados Unidos y Chile, la ciudadanía también se levantaba en contra de las injusticias sociales y/o quejas legítimas hacia sus gobernantes. El famoso ‘Black Lives Matter’ se había dado unos pocos meses antes, ese mismo 2020. En el caso de esas marchas se observó algo similar a las peruanas, la falta de un líder o representante oficial. Algunos creyeron que este puede haber sido un factor determinante que impidió consolidar el movimiento de noviembre, pero al compararlo con las protestas del resto del mundo, puede que más bien se trate de una nueva forma de convocar multitudes. “Si uno ve las protestas en otros países del mundo, ve que no siempre es necesario tener líderes. Son protestas que se dan de manera muy orgánica, de manera muy espontánea, donde las formas de construir redes es bastante horizontal, e incluso se ve a los que se postulan como líderes con cierta sospecha. Creo importante que más que líderes, hubiese sido importante tener figuras impulsoras”, comenta Matheus.

‘V’, una joven universitaria que ha preferido no compartir su nombre para este reportaje, cuenta su perspectiva después de haber estado en la primera línea con el colectivo dedicado a desactivar bombas lacrimógenas. “Fui con mis compañeras de las luchas feministas, con las mismas que he ido a todas las marchas del movimiento, nos organizamos por el grupo de WhatsApp para conseguir los implementos: bidones, guantes térmicos, lentes especiales”, recuerda. En su caso, no había mucho tiempo para reflexionar alrededor de quiénes participaban y quiénes no, el foco de la primera línea la lucha directa. Fueron todos los días, incluso después del nombramiento de Francisco Sagasti, pues aún se mantenía la mentalidad de ‘estar vigilantes’. “Pero eventualmente se neutralizó la situación, cada una tenía que continuar con su vida diaria, el trabajo y demás. Luego vino todo el drama político de las elecciones y nuevamente se crearon rivalidades, pero no había una razón específica para salir a las calles, creo que las discusiones quedaron más que nada en las redes o en privado”, apunta ‘V’.

El poder de los medios también entra a tallar en ese aspecto, pues su acercamiento inicial a las marchas en el Centro de Lima y, luego, las diferencias en la cobertura de las protestas fuera de la capital – como la del paro agrario en diciembre – también marcó las diferencias, haciendo creer que algunos reclamos eran más legítimos que otros. Luego, la polarización política terminó por absorber los debates, dejando poco espacio para continuar con los reclamos de finales del 2020. “Si uno no discute las cosas en su momento, el tiempo pasa y la gente se olvida, empiezan a tener otras prioridades”, indica ‘V’.

Poco a poco, la ‘normalidad’ a la que la ciudadanía estaba acostumbrada en cuanto a reclamos contra el poder regresó. “Creo que la memoria es una cosa muy frágil, no creo que podamos convocar una marcha similar en un tiempo cercano. En noviembre pasado hubo un dato muy importante, la represión policial. Incluso para los que vamos a marchas hace unos años, era algo totalmente desconocido, nunca se había visto algo así en Lima. Y eso también motivó la reacción de los jóvenes. La represión logró amalgamar ese espíritu de cuerpo entre los que luchaban. Y hoy ya no tenemos esa represión, entonces es más complejo que haya una reacción tan grande”, explica Matheus.

La memoria de las marchas de noviembre sí fue evocada durante la campaña política, pero muchos consideran que por las razones equivocadas. La imagen de los jóvenes fallecidos, Inti Sotelo y Bryan Pintado, estuvo presente en muchos discursos de candidatos presidenciales y congresales. En el caso de los partidos de izquierda, se criticó que se intente ‘manipular’ el discurso haciendo un sobreuso de la figura de ambos; y en el caso de la derecha, fue el ‘terruqueo’ e incluso la burla lo que despertó la ira en quienes aún reclamaban por justicia. “El hecho de que existan buenos y malos usos de la memoria, depende mucho de quien controla la discusión”, indica Matheus. “Es una pregunta válida sobre aquella discusión que se generó en ese momento, si esos chicos deberían ser considerados víctimas o mártires. Víctimas en el sentido de que ellos no deberían morir, no debían haber estado ahí. Y mártires en el sentido de que ofrecieron su cuerpo en la lucha”, agrega. El hecho era aún muy reciente y las investigaciones seguían en curso, algo que también despertó la indignación de muchos usuarios en las redes. Hoy, a un año de los hechos, la herida no puede sanar. “Aún seguimos esperando que se haga responsable y se encuentre justicia por los jóvenes muertos”, coincide Alejandro. Se trata, tristemente, de una historia común en las injusticias del país.

“A pesar de que mucha gente intentó desprestigiar a quienes marchamos, llamándonos ‘la generación equivocada’, yo estoy completamente convencido de que hicimos lo correcto al salir a marchar, estuvimos del lado correcto de la historia”, finaliza Alejandro. En general, y al ver los testimonios en redes de quienes participaron de las marchas de noviembre pasado, la gran mayoría de participantes se sienten a gusto de haber sido parte de esos eventos, orgullosos de haber luchado con lo que podían. Sobre la posibilidad de consolidar una generación realmente consciente y unida si hay distintas opiniones. Para Matheus se necesitaría no solo mayor consciencia, sino también tiempo, redes y recursos. “Nuestra calidad de vida, nuestra calidad de tiempo baja. Estamos preocupados por lo que vamos a vivir en el futuro. Creo que puede haber grupos, pero no sé si haya esa generación de manera amplia”, concluye. El tiempo lo dirá. 

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