Daños colaterales: Riesgos del proteccionismo a la producción de coca

Para el oficialismo, uno de los temas principales es la promoción de la hoja de coca. Nexos conversó con la directora ejecutiva de CEDRO y exjefa de DEVIDA, Carmen Masías, quien advierte graves riesgos ante este fomento.

En una mesa técnica instalada en la provincia de Carabaya, en Puno, la primera ministra, Mirtha Vásquez, dio lo que para muchos aparentó ser un paso en contra en la lucha contra el narcotráfico y las consecuencias que este genera en las zonas más olvidadas del país. La premier se mostró a favor de impulsar el empadronamiento de los cocaleros como una medida útil para batallar contra el comercio de las drogas, pero este accionar resultaría, según especialistas en el tema, contraproducente. A la par, desde el congreso de la República, Margot Palacios, de Perú Libre, impulsó un proyecto de Ley para declarar la hoja de coca como patrimonio cultural y cultivo emblemático que promueve la investigación y el desarrollo industrial de sus derivados, autógrafa que también podría traer cola, tal como adelantó a Nexos la Dra. Carmen Masías, directora ejecutiva del Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas (CEDRO) y dos veces jefa de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (DEVIDA).

Una lucha sin batallas

Para Masías, dar una entrevista no es nada complicado. Ella ha sido recibida con machete en mano por cocaleros enfadados, que hoy llaman a su celular con miedo de que las acciones del Gobierno destruyan su largo progreso de transición. Pero lo cierto es que la política antidroga ha estado llena de trabas y frenadas en seco desde siempre, principalmente cuando se trata del Vraem, la zona con “mayor porcentaje de hoja de coca y de cocaína del país”, comenta.

La primera vez que Masías estuvo encargada de DEVIDA fue durante el gobierno del expresidente Ollanta Humala. Luego de un gran trabajo en el distrito de Monzón, en Huallaga, donde tras largos meses de negociación constante se erradicaron 13 mil hectáreas de hoja de coca y se instalaron servicios básicos, presencia estatal, así como planes a corto, mediano y largo plazo para el desarrollo de sembríos alternativos, se planificó la entrada al Vraem. “Cuando se le propuso esto a Humala, se tenía ya todo un plan con el modelo del Monzón, pero recreado para una zona mucho más difícil y compleja.”, recuerda Masías. Sin embargo, la víspera, todo se abortó. “Me llamó el primer ministro y me invitó a que me retire de DEVIDA. Me dijo que tenían ya otra estrategia. No se entró al Vraem”, agrega.

La segunda oportunidad fue durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, pero tras su renuncia y la asunción de Martín Vizcarra como presidente de la República, la historia se volvió a repetir. “Desde la época de PPK se tenía planeado entrar al Vraem, pero cuando llega Vizcarra también me invitan a renunciar. Ahora ya vimos que DEVIDA se desestabilizó, tienen un 30% menos de presupuesto para la lucha contra las drogas… la institución ya no reúne las condiciones”, explica Masías.

Lo cierto es que, hoy en día, esta zona produce entre el 28% y 30% de hoja de coca en el país. “La realidad del Vraem es una de pobreza, de sujeción a Sendero Luminoso”, agrega la directora de CEDRO. De cada 100 personas que habitan en los distritos del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, 65 viven en situación de pobreza. Lamentablemente, en el 2020 se han erradicado solo menos de siete mil hectáreas, y en cultivos cocaleros lejanos al Vraem. En vez de ver una reducción en la producción de narcóticos, esta se ha ido extendiendo a otras zonas alejadas, donde se aprovecha la vulnerabilidad para instaurar el imperio de la coca. “Putumayo también está plagada de hoja de coca que se le vende al narcotráfico. ¿Por qué? Porque en estos años previos a la pandemia, el Estado tampoco ha tenido una política agresiva para llegar a las comunidades más lejanas”, ejemplifica Masías.

La realidad de estos lugares es que se venden al imperio de la droga, ya que se estima conservadoramente, como indica Masías, que el 85% de la producción de hoja de coca se destina a la producción de narcóticos y al narcotráfico. “Todo esto genera una cultura del narcotráfico, donde impera el alcohol, la trata de personas, los burdeles”, explica Masías.

Pero es justamente este gran costo el que anima a muchos a cambiar, a alejarse de la coca, a retomar su tranquilidad. San Martín, por ejemplo, era la región de mayor producción de hoja de coca en el país hace casi 20 años. Pero se decidió por el cambio. Así como el Monzón, en San Martín los casos de éxito son vigentes y reales. Con el cambio a plantaciones alternativas con buen precio en el mercado, como el cacao, no solo se ha dejado el narcotráfico, sino también la pobreza y el temor. “La gente se da cuenta de que el desarrollo paga bien, con tranquilidad”, agrega Masías.

Sin embargo, incluso para la directora de CEDRO es imposible creer que, de inmediato, las zonas cocaleras cambien su rumbo hacia otros productos. En lugares donde se ha avanzado mucho, donde hoy cosechan productos alternativos, incluso de exportación, la coca sigue siendo una fuente de ingresos para algunas familias. Una “caja chica”, como explica Masías. De hecho, su institución respeta el uso tradicional de la hoja de coca, desde lo ceremonial hasta el chacchado, lo medicinal y el consumo alimenticio. Pero es imposible comparar los pequeños sembríos para esos fines con las inmensas plantaciones destinadas al narcotráfico.

Y en plena pandemia, los cultivos de coca crecieron en un 13%, marcando un récord en el 2020. De esas 88,200 hectáreas, tan solo 9 mil se destinan al consumo tradicional. Y todo lo avanzado años anteriores cuelga de un hilo débil, pronto a romperse.

Desmintiendo argumentos

Detrás de las decisiones de la premier Mirtha Vásquez o de la congresista Margo Palacios hay narrativas que se repiten y se presentan como fundamentos, pero para Masías no son más que historias lejanas a la verdad. Por ejemplo, para declarar la hoja de coca como patrimonio cultural se retorna hasta la época de los incas, intentando proponer un enfoque histórico. Lo cierto es que, como explica Masías, “en el Tahuantinsuyo, solo ciertos sectores de incanato chacchaban y usaban coca para los rituales. No es que su consumo estuviese generalizado, era elitista”. Fue recién con la llegada de los españoles y la explotación de los nativos peruanos que se empezó a utilizar la coca de una manera más generalizada para “disfrazar el hambre y la fatiga” ante las duras condiciones de sobrevivencia.

Pero uno de los mayores énfasis en el discurso a favor de la protección a la hoja de coca son sus supuestos valores nutricionales. Lo cierto es que “la hoja de coca no es nutritiva”, señala Masías. En el proyecto de Ley de la congresista Palacios se extiende en esta temática, aunque utilizando investigaciones ya desmentidas, como la realizada por Duke, Aulik y Plowman en 1975. Este último demostraba grandes cantidades de calcio en la hoja de coca, algo que fue corregido por el estudio liderado por Mary Penny en el 2009. De hecho, esta investigación determinó que la dosis máxima de hoja de coca proveía 45 miligramos de calcio, entre cinco a diez veces menos que lo obtenido en una taza de leche fresca. El orégano, el perejil y la espinaca tienen más calcio. Además, sus proteínas son pobres para el humano, es baja en vitamina C y hay más vitamina A en las zanahorias.

Por último, está el mito de la industrialización. Se incentiva un manejo de los sembríos de coca que promuevan trabajo para miles de personas, a través de la producción de diferentes derivados de la coca y la investigación de esta. Lo cierto es que esto no funciona. “Bolivia ha fracasado hace más de 20 años en sus intentos de industrializar la hoja de coca”, explica Masías. Además, actualmente existe la Empresa Nacional de la Coca (ENACO), encargada de la comercialización para sus usos legales, pero sus intentos son fallidos. “ENACO debe comprar entre 10 mil y 12 mil hectáreas de hoja de coca, pero como llega después de los narcotraficantes, en realidad ni siquiera está comprando nueve mil hectáreas”, detalla la experta. Además, el precio de la arroba de coca ha bajado el del cacao resulta más provechoso, por lo que sería más beneficioso tener sembríos alternativos. “Pero el problema es que no puedes argumentar, no hay con quién hacerlo. Hay un discurso totalmente ideologizado, maniqueado y, además, no basado en evidencias”, finaliza Masías.

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