Mientras los resultados electorales siguen siendo una incertidumbre, el pueblo peruano se hunde aún más en la profunda rivalidad social. El analista político José Alejandro Godoy conversó con Nexos para brindar su visión de lo que le espera al Perú después de este quiebre en la convivencia.
El martes 15 de junio, a las 15:19 horas, la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) culminó la contabilización del 100% de votos contenidos en las actas electorales. Nueve días después de la ajustada segunda vuelta electoral, el resultado final en porcentajes para los candidatos que se disputaban por la banda presidencial se oficializó a través de la efectiva cuenta de twitter de la entidad responsable: 50.125% para Pedro Castillo y 49.875% para Keiko Fujimori. Una diferencia de apenas 44 mil votos anunciaba al virtual presidente electo del Perú en su Bicentenario. Este resultado, sin embargo, no fue bien recibido por la bancada de Fuerza Popular y buena parte de sus votantes, que no demoraron en desconocer el veredicto de la autoridad electoral mientras reforzaban, una vez más, el discurso de fraude en mesa. Este último ya había sido reproducido por el bando naranja – sin mayor sustento – inmediatamente después de la asistencia a las urnas el 6 de junio, pero en los últimos días tuvo un nuevo añadido: el pedido de anular las elecciones y convocar nuevos comicios.
“No hay posibilidad de una nueva convocatoria de elecciones”, indica con certeza José Alejandro Godoy para Nexos. El analista político y escritor conversó con este medio para explicar, a detalle, la inviabilidad de este pedido. “Las razones para anular las elecciones están muy claramente establecidas en la ley y no tienen nada que ver con los supuestos que ha señalado Fuerza Popular”, explica. Los únicos escenarios en los que una decisión de tal magnitud pudiese cobrar sentido es, por ejemplo, en caso los votos nulos y/o en blanco sumados superen los dos tercios del número total de votos válidos emitidos. Por otro lado, la Constitución Peruana también avala la anulación de las elecciones si es que se anulan los procesos electorales de una o más circunscripciones que en conjunto representan el tercio de la población nacional válida. En esa línea, tampoco existe la posibilidad de que el presidente del Congreso asuma el cargo de Jefe de Estado para luego convocar a nuevas elecciones, otra de las alternativas propuestas, pues la Constitución indica que debe juramentar el presidente electo el 28 de julio.
¿Qué hay, entonces, detrás de estos esfuerzos? “Por un lado está el entorno ciudadano que todavía no procesa los resultados, es un duelo político”, explica Godoy. “Por el otro, en algunos sectores si hay, lamentablemente, la intención de desconocer por completo los resultados de las elecciones, y esto es absolutamente contraproducente para el país”, agrega. Personajes como el congresista electo Jorge Montoya (Renovación Popular) han sido algunos de los fervientes defensores de esta iniciativa.
Para tener más detalles sobre el pronunciamiento oficial de la ONPE al respecto, Nexos se comunicó directamente con el jefe de dicha autoridad electoral, Piero Corvetto, quien señaló que por el momento no puede brindar declaraciones, pues todo [el proceso] se encuentra en el ámbito jurisdiccional.
La insistencia del fraude: ¿hasta dónde se pretende llegar?
Las últimas semanas también dieron cabida al frenético trabajo de verificación de datos, obra en manos de talentosos periodistas obsesionados por desmentir #FakeNews. Frente a las acusaciones de tener familiares como miembros de una misma mesa en un local de votación, medios independientes como Ojo Público viajaron hasta el lugar de los hechos a tomar los testimonios de los peruanos acusados. Ante las quejas de tener firmas que no corresponden al DNI o sumas irregulares en las actas, el grupo de medios de la ONPE, liderado por Pedro Omar Rivas, mostraba la evidencia de que la información circulada no correspondía a la de la web oficial. Aún así, el intento de deslegitimar la entidad electoral mencionada junto con el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) no cesa. “Creo que más allá de algunas contra campañas que se puedan hacer, el manejo que han tenido [estas entidades] ha sido bastante profesional, y va a ayudar a contrarrestar cualquier campaña o intento de desprestigio respecto de los organismos electorales”, afirma Godoy.
Y si bien se trata de un discurso principalmente respaldado por las élites y los poderes empresariales, el politólogo señala que no se debe generalizar. “No podemos decir que todo el electorado de Keiko Fujimori está en esto, pero sí es cierto que hay un sector de esas élites que tiene una serie de declaraciones racistas, clasistas, xenofóbicas y autoritarias. Y considera absolutamente necesario hacer cualquier cosa, literalmente cualquier cosa, para evitar que el señor Castillo asuma la presidencia”, apunta. Es algo que, ineludiblemente, vulnera el orden democrático. Las declaraciones fuera de lugar, con desprecio hacía el peruano ‘diferente’, han terminado por socavar la convivencia entre peruanos.
“El problema con todo esto es que son actitudes que lamentablemente no han sido detenidas. Primero por la candidata Fujimori, que debió ser la primera en decir basta, y en segundo lugar, por algunos de sus pares, que pudieron ser mucho más claros en deslindar con este tipo de gestos”, señala el analista político. Las rupturas entre vínculos amicales, familiares e incluso laborales son, muchas veces, consecuencia de este discurso. Y acá hay un factor que quienes cargan carteles con la frase ‘Lima te repudia’ junto a un dibujo de un hombre pateando a otro con el sombrero cajamarquino tradicional ignoran. O buscan ignorar: dentro de los propios simpatizantes de Fuerza Popular no solo están las élites limeñas, también se encuentran descendientes de esos migrantes que ahora son motivo de desprecio. “Ese es un discurso que termina rechazando al propio votante de sectores populares al que el fujimorismo sí llega. Keiko Fujimori ganó por 17 puntos en San Juan de Lurigancho, con eso te haces una idea”, agrega.
Ante el cuestionamiento de si la candidata de Fuerza Popular aceptará eventualmente la derrota, Godoy no cree que esta sea una posibilidad. “Validar un resultado electoral como este significaría para ella prácticamente cerrar un ciclo, y creo que eso es algo que no ha hecho del todo y dudo mucho que lo haga en el futuro”, señala. Keiko Fujimori, además, no solo carga con el legado de su padre, sino también con el propio. “Hay que tener en cuenta, además, que la señora tiene un cúmulo de problemas judiciales de los cuales todavía no se ha librado”, agrega el politólogo. Todo esto, sin duda, dificultará mucho sus chances en una postulación futura.
¿Será este el inicio del fin del fujimorismo? Godoy, autor del exitoso libro ‘El último dictador’, no lo sabe con certeza, pero intuye que lo complicado de este escenario será reconstruir la imagen del partido. “La pregunta es: ¿quién ocupa ese espacio? Porque si no es alguien que se apellide Fujimori, ¿quién?, ¿Sachi? Probablemente lo que pase es que el fujimorismo se empiece a deteriorar, como ha ocurrido con la mayoría de grupos políticos que han acompañado a un partido que ha tenido una actitud autoritaria”, indica. Pasó con Odría hace más de medio siglo, pasó con el APRA hace mucho menos.
Y a toda esta contienda político social se le suma la natural preocupación por lo que sucedería en un próximo gobierno en manos de Pedro Castillo, un candidato improvisado y con un plan que despierta más temores que promesas “Lo que esperaría los primeros meses es que haya algún tipo de resolución sobre quiénes van a ser las personas que lo acompañarán en su gobierno, quiénes son las personas que van ocuparse de lo económico, cuál va a ser su primer gabinete, cuáles van a ser sus primeras medidas para atender los temas más importantes que son la salud y la economía. Esto lo debe dejar en claro de manera urgente”, enfatiza Godoy. Otro factor que considera importante es la necesidad de un contacto más fluido con los medios de comunicación. “Castillo, por propia estrategia electoral y sabiendo sus deficiencias comunicacionales, ha optado por no dar entrevistas. Creo que en su rol de presidente debe tener en claro que no puede estar todo el tiempo ocupando una plaza pública”, agrega. Los mecanismos de diálogo y la prudencia para expresar sus medidas no son simplemente importantes sino más bien necesarias para empezar a establecer un trato verdaderamente democrático.
Así, entonces, queda una pregunta final y definitiva que no para de rondarnos por la cabeza: ¿hay algo en la sociedad peruana que se quebró para siempre? El entusiasmo de muchos dictamina que nada es insalvable. Casi todas las tragedias históricas del mundo le han vuelto a dar una chance a su ciudadanía de levantarse y conciliar. “Debemos empezar a tener el diálogo como norma, de intentar escucharnos entre personas que pensamos distinto. Es un ejercicio que no se hace mucho en el Perú. Tenemos que salir de esa trampa de no querer entendernos”, finaliza Godoy. Hace buen rato que esta disputa dejó de tratarse únicamente de un problema político y se desnudó la verdadera cara del mal que hace mucho nos acecha: un profundo problema de convivencia social. Quizás, si escuchamos más e imponemos menos, la recuperación pueda volverse una posibilidad.